"Y del mismo modo que el Ave Fénix resurgió entre las cenizas, él renació entre las palabras."
miércoles, 18 de noviembre de 2015
La culpa fue del amanecer
Buenos días renacidos, hoy es dieciocho de noviembre y ante nosotros se abre un nuevo día en el que podemos realizar nuevos cambios, nuevas expectativas, nuevos triunfos. No hay que permitir que los errores de un pasado condicionen nuestro presente y mucho menos nuestro futuro. El pasado es una huella que hemos pisado, el presente una que estamos confeccionando, el futuro una incertidumbre. Pensad que no hay nada mejor que el no saber que ocurrirá hoy, que el no saber que se espera de nosotros y que esperamos nosotros del día de hoy. Carpe diem. Y bueno, quizás relacionado algo con este tema, nace hoy mi nueva entrada titulada "la culpa fue del amanecer". ¿Nunca habéis deseado que un día jamás acabase? ¿Que aguantase para poder mantener aquella felicidad prolongada durante unos instantes más? Ese es el motivo de mi entrada. Aunque no lo creamos, el tiempo transcurre muchísimo más rápido de lo que creemos. Un día estás corriendo por el patio del recreo, y al otro estás preparando un examen para la Universidad. Sí, así de relativo es todo. Bueno, pues de ello trata en parte mi entrada, que una vez más está marcada con el amor y con la separación (en cierta manera). Esta está confeccionada con la banda sonora de One Day, con interpretaciones de Rachel Portman, una de las grandes y con una imagen que adoro porque proviene de aquel lugar que tantos sonrisas ha llevado a mi vida. Mi Extremadura, un lugar que siempre llevaré en mi corazón. Espero que os agrade, renacidos y gracias por hacer crecer más y más la página de visitas. Sin vosotros nada de esto tendría sentido, gracias.
https://www.youtube.com/watch?v=HP6SHn2fZhk
Ojalá hubiésemos amanecido antes, aprovechando el descuido del sol en nuestras almas, el reflejo de la luna en nuestros dedos que bañaba aquella mañana sin día, sin noche; que bañaba aquella mañana proyectada entre dos mundos, entre dos líneas, entre el vacío de la incertidumbre. Y no esperando a que los segundos fracasasen su intento por hacernos permanecer en el pasado, en aquellos años en que no nos conocíamos, en que no nos amábamos. Recuerdo aquellos tiempos en que sonreía sin motivo, en que lloraba en un descuido, en que entendía por vida el paso de un día después del otro. Recuerdo que soñaba con crecer, con conocer la eternidad que traen las palabras, que se llevan los suspiros y que entierra la muerte. Vivía al resguardo de los enfados, escondiéndome de las inclemencias de un gigante que pisaba aquello que veía hermoso, que crecía entre la maleza, que era de un olor de verde esperanza. Moría al encararme con mis miedos, al plantarle cara al gigante con pies de plomo que atormentaba mis oraciones, que escupía mis deseos hacia el abismo del futuro. Pero todo aquello cambió, voló como diente de león en medio de un huracán, en medio de su final. Amanecí a tu lado, dispuesta a enterrar todo mi pasado, a dejarme llevar por aquello que era indiscutible, que traía mi muerte y mi vida, que asustaba y protegía. Quizás amanecí tarde, y en cambio, si hubiese amanecido antes, sé que hubiéramos conjugado besos, hubiéramos desayunado caricias y limpiado las lágrimas que caían sobre la cama y que olían a triste despedida. Una despedida amarga que se hubiera prolongado entre el triste amanecer y el crudo atardecer. Una despedida que nos alejaría para nunca más volver y que nos ataría a las decisiones de una vida solitaria, amarga y déspota. Una vida que no permite que sigamos siendo uno y que amanezca después de lo que deseáramos, de lo que esperáramos, de lo que ansiáramos. Una vida que cosió más tarde de lo que esperábamos nuestro atardecer, que pintó de color ocre el bosque que pisé y que juntos soñamos con algún día volver a recorrer. Perdiéndonos entre limoneros con olor a naranja, entre castañas con formas de esperanza, entre ríos que nunca serpenteaban. Perdiéndonos entre las noticias que explican cuando llueve, entre sueños con olor a hojalata, entre la canela en polvo que siempre nos despertaba. Sé que quizás es tarde para necesitar saber las horas que besamos, todos y cada uno de los segundos que se transcribieron mientras nuestros dedos seguían unidos, mientras nuestras miradas carecían de unidad, de diferenciación, de individualidad. Sé que quizás me perdí durante el camino y tomé la salida equivocada que nos alejaba de aquel paraje insólito y desafortunado del Destino. Pero mi error no fue el camino, ni haberte conocido, sino pensar que la culpa fue de haber amanecido.
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