lunes, 18 de septiembre de 2017

El pintor y la modelo

Buenas tardes, renacidos. Sí, lo sé, lo tengo descuidado. Tengo demasiado tiempo últimamente e invierto muy poco en aquello que me ilusiona tanto, vosotros. Llevo unos meses con un proyecto en mente y, sinceramente, dedico mucho rato a ello. Quizás por eso cada vez lo noto más acabado...

De todos modos, no estoy aquí para pedir disculpas sino para solucionarlo, daros algo nuevo. Y así nace: el pintor y la modelo. Espero, renacidos, que os guste, que disfrutéis con esto nuevo que os traigo. Para mí es una entrada llena de sentido, de sensaciones. La pintura y las palabras son parte de mi sangre, respiro más dosis de ello que de aire. 

Para acompañar esta entrada, os adjunto un dibujo de Sara Herranz. De nuevo, ella nos sirve para ilustrar las palabras...

Espero que os guste, renacidos. Prometo aparecer pronto!

¡Feliz lunes! Porque sí, los lunes también molan.

PD: 5059 hemos renacido. Qué siga así!!




Enrédame en el pincel que cose tu retrato, quiero ser las costuras de pintura que anudan un lienzo en blanco. 
Prometo no borrar otros dibujos, escuchar sus historias enredadas con la tuya, entender que son pasajeros, puros bocetos que pasaron a la historia. 
Pero píntame en un bosque dónde los besos den sus frutos en copas de amapolas, dónde los troncos sean más duros que nuestras corazas y dónde el silencio solo se levante cuando cambie el viento. Y no se siente nunca...

Píntame en un sitio dónde no sea necesario defender derechos, donde nada sea recto pero todo esté hecho por algo. Dónde no haya que explicar qué soy, qué somos o qué seremos. Si soy blanco, negro, persona o perro, mujer, abuelo, niño o preso. Píntame en un sitio donde lo malo no se subraye, y lo bueno tenga su contorno. Dónde el amor no tiene porque durar poco y se pueda aplicar barniz. 

Cóseme en el archipiélago de tu acuarela, aunque sea salada y no tenga marea. No me gusta escuchar los sollozos de tu océano, pero menos me gusta saber que te puedes hundir sin que nadie acuda a tus socorros. Cósete en mi salvavidas, que yo te arropo entre mis rocas. Que sé que muchas sirenas tuviste subidas, pero ninguna probó tu boca.

Píntame. Pero, para pintarme, quiero que uses lápices, y estos no los afiles, porque me gusta la forma que tienen. Que las gomas se queden aparte, que no borren ni retoquen nada. Que aprendas a querer mis imperfecciones, que ya bastante me costó a mí quererlas. 
Cuando me pintes quiero que entiendas mis matices. Que puede que hoy sea blanco, pero pasado fue negro y mañana un grisáceo. Que quizás no tenga marco ni corona, pero sé pintar mi fortuna y no es de color de oro y no tiene copa. Sí un veinticuatro de corazones aunque se salga de la baraja, aunque se pinte fuera de la hoja. 

Y se fue con carboncillos a otra parte...