lunes, 19 de diciembre de 2016

El incendio de sus manos

Buenos días, renacidos. Se aproxima un día lluvioso que enamora, que me invita a querer al invierno un poco más que antes. Adoro sentir el frío en mis pies mientras me pongo unos calcetines. Sé que suena un poco absurdo, pero me encantan los contrastes. Igual que llevar una bufanda mientras la lluvia empapa mi ropa. Es como invitar al frío y huir de él. Es como sumergirte en plena tormenta con un paraguas de papel. 

En cierto modo, de eso trata mi nueva entrada del poder de quemar el invierno, aunque nunca se evapore de nuestras vidas. Una entrada de contrastes donde además hago una crítica a esos hombres que se creen superiores por gritar guarradas a las mujeres. El machismo pasivo, como el que se usa cada vez que gritas o utilizas puta, guarra, zorra... aunque solo sea UNA EXPRESIÓN. Porque no lo es. NO ES SOLO UNA EXPRESIÓN, ES MACHISMO. Y muchas veces, somos tan gilipollas de utilizar nosotras mismas dichas EXPRESIONES QUE SON SOLO EXPRESIONES. Es como insultarte a ti misma, ¿no lo veis? En mi blog intento constantemente mostrar el poder de las palabras, como estas hacen que renazcamos tantas veces como queramos. Entonces, no podemos decir que insultar con adjetivos despectivos a la mujer sean SIMPLES EXPRESIONES. Un poco de juicio. No cuesta tanto evitar según que expresiones que no nos beneficia, sino que nos perjudica enormemente. 

Dicho todo esto, os presento mi entrada como un modo de evitar el frío por unos minutos. La imagen que presento es mía y soy yo jaja. La canción ni es mía ni soy yo. Es de Conchita y Nach, escogida por el título INCENDIOS y por ser preciosa. Espero que os guste, renacidos.

¡Feliz lunes, por vosotros! 


https://www.youtube.com/watch?v=Of7zEbByGrc


Aún guardo el incendio de sus manos en mi retina como el más bonito de los desastres naturales que he visto. El incendio en sus manos como modo de evitar el frío, de encender las alarmas del simulacro de su sonrisa. Un chispeante sonido que provenía de cuevas milenarias, que pasaba por su garganta como los nudos que nunca se terminaban de desatar. Y desataba la furia de los aldeanos, de ancianos que no querían ver a una joven de pies descalzos con calor en sus manos. NO ERA NORMAL, gritaban. ESTAMOS EN INVIERNO. E incluso ahora desconozco el significado de tal adjetivo. 

Es imposible de olvidar el incendio en sus manos, llenando de brasas sus yemas, evaporando las lágrimas de sus ojos, quemando las aldeas que esconden sus uñas. 

El incendio en sus manos como modo de huir del invierno, de toparse de cara con bufandas de hilos deshilachados con el paso del tiempo y del camino que se sigue. Y siguió prefiriendo sopas a helados en verano. Quemándose la lengua con cada nuevo sorbo. Y a mí me encantaba ser el punto frío en su regazo, el cual calentaba con futuros lejanos y con medias medio bajadas. 

Siempre me gustó tenerla de abrigo en noches frías embriagadas por la lluvia que se colaba en las ventanas, sin copos de nieve, pero que parecía helada. Ella nunca lo estaba. Mantenía el calor en sus manos mientras me acariciaba la espalda dejando chispeantes estrellas de calor por mis pieles, haciendo pliegues bajo su falda. Y entonces olvidaba el invierno y me sobraban prendas, no me arropaba con mantas o sabanas sino con su cuerpo desnudo, cálido y prendido en llamas. Orquestaba en mi casa un verano particular de manos calientes. 

Es imposible olvidar el incendio de sus manos como modo de huir de la oscuridad, de llevar siempre una vela entre sus dedos. Había sufrido mucho por el miedo de la noche, de no poder vagar por callejones sin toparse con coches de lenguas desgarbadas SUBE, TE ESPERABA, PELIRROJA. Y corría mientras escuchaba voces en su espalda, mientras su mente decía que nada de lo que hiciera le libraba de aquella batalla. Temía a los gigantes de pies de acero y corazón helado. Aquellos que vendían globos a niños en el mercado pero luego perseguía a sus madres por la noche, bajando braguetas y subiéndolas a coches. 

Quizás era por eso que, pese a su calidez, era fría. Le costaba reaccionar ante la vida, ante sus sueños. Siempre se caía al suelo incapaz de levantarse, con sal en las heridas, con huellas de elefante en su cara magullada por la realidad, por los disparates del sexo opuesto y machista. 

Cuando la encontré aún era de día y tiritaba abrazada a un pino. Yo desconocía su nombre pero empecé a reconocer su voz como si siempre me hubiese hablado, como si hubiera sido aquella que por las noches me hubiese llamado cuando pasaba frío.

Sé que nunca olvidaré el incendio de sus manos como un modo de alterar el orden público, de incendiar el invierno y a los hombres que no la respetaron ni con las miradas o palabras. Sé que nunca olvidaré el roce ardiente de sus manos en las mías, como quemábamos al frío y como hicimos un verano...


 ...en un rinconcito de nuestros cuerpos. 



domingo, 18 de diciembre de 2016

La lluvia de las verdades no se secan con mentiras

Buenas noches, renacidos. Me huele todo tanto a Navidad que casi me resulta imposible avanzar en mis temarios. La Universidad se me hace muy pesada en estas épocas. Los finales nunca fueron buenos, porque los que lo son, nunca llegan a ser finales, nunca. Así que aquí me encontráis, metida en mi mundo de letras, otra vez. Porque es lo único que me hace mantener los pies en la tierra - aunque mi mente se vaya a la Luna muy de vez en cuando, pero bueno -. Es que me encanta tanto la Navidad que me parece injusto que dure tan poco y que pueda pasarse tan rápido. No ha llegado y casi soy consciente de que ya ha acabado... Me agobia tanto, renacidos. Tantísimo. Solamente quiero no pensar en el tiempo, durante un tiempo - dicha sea la redundancia -. No, pero de verdad, estoy agotada. Mucho. El tiempo a veces es tan cruel. Una semana, en eso me tengo que concentrar: una semana y todo habrá acabado. 

Y bueno, para hablar un poco más de materia, os enseño mi nueva entrada. Desde mi punto de vista es algo parecida a la anterior, pero quizás menos cruda. He de decir que la última es de mis favoritas, tiene algo especial, diferente. En fin, de todos modos, no voy a despreciar a esta nueva, pobrecilla. Creo y espero que os gustará aunque sigue siendo algo deprimente la idea que plasmo. Aseguro que no estoy pasando por ninguna fase de tristeza o depresión, eh - por si acaso-. Es solo que me encanta el drama, renacidos. Es más, si conocéis de alguna película que tenga mucho drama os aconsejo que me la dejéis como comentario - aunque no sé si encontraréis alguna que no haya visto, ya...-. 

Bueno, renacidos, ni me entretengo más ni os entretengo más. 

¡Feliz lo que queda de domingo y... A POR EL LUNES, QUE NO SE DIGA!





Y llamando a la puerta me desgarré las entrañas. No fue por la sangre de mis nudillos, ni por el nudo de mi garganta, sino por todas aquellas nubes que callé mientras la lluvia ahogaba mis sentidos. Y no me sirvieron paraguas con TE QUISE MIENTRAS DURÓ. La lluvia seguía colándose por cada hueco que se entreabría, por cada alcantarilla que creaba mi piel de gallina. Y se coló. Se colaron atardeceres bañados en oro, noches pintadas en oleo. Se colaron falsos te quieros, que manchaban los folios que antes eran blancos. Ahora solo queda negro y es pintado. Trazados de pinceladas que acuchillan las despedidas, que derraman cafés con malas noticias, gritos que callan a los barrios, que despiertan a los vecinos. 
Gritos...
                      y más gritos.

El cielo aplaca la ira de mis pestañas, volviéndolas limpiaparabrisas con otro papel entre los iris. Les toca levantar cabeza y agachar miradas. Les toca cerrar persianas cuando el sol sea la nada. Y lo será, porque la Tierra se ha cansado de mirar con positividad y la realidad ahora es el plato más frío. Yo que siempre pensé que viviría a tu lado para contar amaneceres, para ver el último y clavarlo con alfileres a mi recuerdo. Pero en cambio aquí estoy, sentada en tu puerta con los nudillos sangrantes de pasar la noche entera llamando como lo hacía antes, con dos suaves golpes y un: aquí estoy, cariño, déjame verte, déjame pasar. Pero pasa el tiempo, pasan los trenes, pasa la vida, y la puerta nunca es abierta porque la tormenta se ha llevado TODO lo que quedaba al otro lado. 

Y mientras te levantas, sin dejar de abandonar el suelo, sin poder mirar al cielo, te das cuenta de que la lluvia de las verdades no se secan con mentiras. Que buscar falsas excusas para tapar las verdades es solo otra manera de no demostrar todo lo que vales. De nada sirven las tiritas, las heridas siguen hasta que cicatrizan. Todo es esperarse. Quizás no sentada en el umbral, en la calle, con la lluvia en los hombros y ojos, con la esperanza de encontrarte de nuevo con los sonrojos bañando tus mejillas. Quizás más bien, esperando en tu vida, haciéndola de nuevo. Curarte las heridas con el paso de los días, con aire a otro enero. Comerte las uvas antes de tiempo, sin contarlo. 

Pero lo importante es que si al final todo termina en charcos,  es mejor saber mil lluvias de verdades, que usar mil paraguas de mentiras. Porque ninguno de los dos te libra de la tormenta

                                                                                          ni de la caída.

miércoles, 14 de diciembre de 2016

Ya no sé vivir

Buenos días, renacidos. Me gustaría decir que va a ser un buen día y quiero pensar que lo va a ser, ¿de acuerdo? Así que lo diré: VA A SER UN BUEN DÍA. Si lo repito tanto es para que se cumpla porque realmente, necesito que este miércoles 14 de diciembre, me ayude. Sí, renacidos, necesito una ayuda extra. Hoy tengo uno de esos exámenes que te pueden desmoralizar por completo o levantarte el ánimo. Espero que sea lo segundo, pues creo que ya llevo muchos palos este semestre y no me lo merezco, jo. Llevo días como un zombie en casa, viviendo en mi habitación, comiendo deprisa y metida en un temario que se tiene que repetir y repetir para memorizar y escupir en una pregunta que - seguramente - no será sencilla. Odio esta educación, lo prometo. Cuando iba a Primaria estudiar era hasta divertido: trabajar la memoria y el ingenio para decir las tablas de multiplicar y para reproducir las partes del cuerpo en un dibujo. En secundaria estudiar pasaba a ser más una obligación, aunque aceptada. No creía que hubiese otro mecanismo de aprender que memorizar y repetir todo lo memorizado en una hoja, pero me di cuenta de que me he equivocaba cuando llegué a la Universidad. En esta nos hacen memorizar que no podemos llevar a cabo una enseñanza basada en la memorización - lo cual es muy irónico -. Osea que en la Universidad me hacen aprender  ideas que se basan en no hacer memorizar y escupir contenidos a nuestros alumnos y por lo tanto, aprender de manera significativa, pero sus exámenes se basan en memorizar y escupir contenidos. En fin, lo bueno es que me hicieron abrir los ojos sobre que hay otra manera de aprender que memorizando (porque así, en verdad, no se aprende). 
Os he dado mucho la chapa, diría. Pero bueno, me encanta quejarme y al ser mi blog, os toca escucharme - o no, si me ignoráis claro está...-.

Mi siguiente entrada, olvidando el hecho de que tenga examen HOY, va sobre la tristeza de un ruptura de amor. Habla sobre el dolor que siente una persona cuando se siente culpable de una ruptura - aunque cabe decir que siempre es culpa de dos, no de una. Bueno, siempre no. Siempre no, jajaja. Pero la mayoría-.

Con esta entrada adjunto un precioso cuadro de Dorina Costras. Y, la canción "debería" de Pablo López - que posiblemente ya haya puesto en otra ocasión, pero es que me encanta, renacidos.-

¡Feliz miércoles, renacidos!

Pd: deseadme suerte.  
Pd2: Wow! 3997 visitas!!! ¿Cómo venís tanto por aquí, guapos? Os adoro jajaja.

https://www.youtube.com/watch?v=rq5bEH9eyts



Desabroché dos botones que mantenían mi sonrisa erguida y ahora se cae sin remedio. Parece un muñeco medio olvidado, atrapado en cuerdas que no le dejan moverse, que no le dejan pensar. No sabe actuar mi sonrisa sin los botones que la dejaban erguida, ahora solo se mantiene vertida en el charco de las desgracias, de las lágrimas que se van de mis ojos para no presenciar el daño
                                                                               colateral.
Ya no suenan las carcajadas como cataratas cuando me acariciabas la espalda. Apenas hay sonido alguno que provenga de mis labios. Quizás algún susurro, pero es ensordecedor, temprano. Las alarmas se han disparado demasiado pronto, con poco tiempo de descanso. Y las ojeras barren mi patio.

Pocas son las miradas que anidan en mis ojos. Estos se han vuelto rojos demasiado pronto. Pestañean con el simple tacto del aire.
Ya              no               sé              vivir. Disparan mis manos, acunando los sonidos grafofónicos. 
¡Qué desliz!

Se desliza mi cuerpo por el desagüe de la vida a una velocidad que impide ser vista. Apenas soy un rastro de la estrella fugaz que inyectaba morfina,
                              en pequeñas dosis. 
Y sé que mi cuerpo empezará a corromperse cuando vea que está a punto de romperse, de rasgar en pequeñas tiras mi piel desnuda, mi piel de gallina, en finas tiras.

Grito dejando mis pulmones en el umbral que 
YA NO TE NECESITO. 
Pero miento y me atraganto con las vocales, haciendo nudos en los laterales de mi garganta, notando la lentitud de mis palabras. Y te marchas sin dejar caer una lágrima, con el orgullo en la barbilla levantada, con la cabeza bien alta, tocando el cielo. Y yo agachando la mía mientras me caigo al suelo. Mientras caigo en la cuenta de que                 Ya               no                sé                   vivir. Apuntando con las palabras a mi frente, temiendo el disparo inminente de mi conciencia que sigue latente en algún rincón de mi mente.  ¿Dónde estás cuando te necesito? ¿Cuándo disparos de irracionalidad, de orgullo y prejuicio tachan mis verdades? 

Y me mancho las manos con sangre invisible, de mi suicidio o homicidio involuntario. Dejando caer el arma del crimen. Dejando caer las palabras VETE, NO TE QUIERO, VETE. Que tanto daño hacen, que tantos agujeros teje en la piel de un hombre o de una mujer, sin géneros, colores o mentalidades. 

Me hubiera gustado más asfixiar los buenos recuerdos que martillear y clavar en mi alma las palabras que fueron armas en nuestras pieles. Y es que fuimos fieles amantes de lo imposible y ahora mi fidelidad no me deja encontrar lo posiblemente 
                                                                                           capaz.
 Y me desarmo con frialdad en el portal de tu casa, con apenas trece quilos de gramos de  LO SIENTOS Y VOLVAMOS A INTENTARLO. Que apenas grito, y apenas callo. Molesto a los vecinos y me echan con macetas embriagadas en vino. 

Llegaste tarde, cariño. El chico al que buscas ha llegado al olvido. 

Pero no es cierto, aún clavo su recuerdo en mi ombligo y me desangra por dentro mientras corro en contra del viento el cual me recuerda uno a uno todos mis tormentos: 
VETE, NO TE QUIERO, VETE. 
VETE, NO TE NECESITO, PIÉRDETE.
 MEZCLATE CON ROCÍO Y BAÑATE EN DESGRACIAS. 
VETE, NO TE QUIERO, VETE. VETE.

Y es que entonces, te das cuenta de que hay armas que no disparan balas sino palabras, que hay futuros que recuerdan continuamente los pasados y que después de todo, cuando se va una parte de ti, los pulmones dejan de respirar, el corazón deja de latir y una 
Ya                  no                 sabe                    vivir.

martes, 29 de noviembre de 2016

Si soy sincera

Buenas noches, renacidos. Seré breve porque es tarde. No es que haya anochecido demasiado pronto, es que me ha venido la inspiración demasiado tarde. Además, últimamente, por culpa de estas fechas y del horroroso Novieciembre no puedo vivir. Literalmente. No me da tiempo a respirar siquiera, voy como una moto para conseguir y hacerlo todo. Y, como no, mi querido renacer se queda a un lado, apartado, solo... Bueno, no muy solo, gracias a vosotros, queridos renacidos. Gracias a vosotros hemos llegado a otra cima, más alta que las anteriores, 3903. ¿Sabéis que está muy cerca no? el 4000. Bendita cifra, benditos vosotros. jaja os adoro.

Bueno, chicos, no me entretendré más que tengo sueño y necesito - igual que lo necesitáis vosotros - descansar. Espero que paséis una fantástica noche, que os guste mi nueva entrada y que vuestro Novieciembre no sea como el mío. 

¡Buenas noches de martes por poco tiempo!

PD: tengo unas ganas de navidad.


Si te soy sincera, creo que faltan números. Me armé de valor para ir sumando cada día la cantidad exacta de besos que te daría, que te quedarías de mis labios. Al principio no me resultó difícil. Empecé con un dígito, pero me sabió a poco. Y eso que eras mucho. Pero no te quise contar. No me malinterpretes, siempre conté contigo. Conté con cada uno de los besos que me robabas, y siempre me faltaba uno más, el que te guardabas entre risas diciendo que era tuyo, que no me lo quedara, que lo necesitabas para procrear más besos. Como pasa con el vino. Pero poco a poco, me vino la sensación de que no me valía solamente con todos esos besos que me dabas y que nos daba tiempo de dar. Me di cuenta que la había perdido, la cuenta. Que ya no sabía la cantidad exacta que te debía de besos, y acabé pidiéndole al mar una respuesta. Pero este solo me dio olas, botellas y pocos adiós, hasta la vista. Por eso sé que faltan números y aunque no lo pongan en las revistas científicas, algún día lo pondrá.

Si te sigo siendo sincera, creo que también me faltan palabras. He buscado en muchos diccionarios, la fórmula exacta que te defina, que me diga cómo eres cuando nadie escucha, cuando te escondes en tus pensamientos. He necesitado varias veces el nombre del medicamento que me explique algunos de tus comportamientos, pero no existe, porque no hay palabras que lo definan. Simplemente, te dejan imaginarte, sentirte, pensarte. Y yo he pensado durante cada uno de mis minutos a tu lado o sin él, la palabra que diga cómo me siento. Quisiera gritarla, que la oyeran los cuatro vientos y si existe un quinto, pero no puedo, porque tampoco existe. ¿Y cómo decirle a ese órgano que late tan fuerte, que teme por su vida cuando te pìensa o te tiene delante, que no sabes explicarte? Y es que faltan palabras. No conozco ninguna que hable de tormentas en la garganta o de retortijones en el vientre. Siento una risa potente cuando me hablas o te recuerdo, dime que sabes como se llama eso. 

¿Sabes qué? También sé que faltan días. Si te soy sincera no llevo la cuenta de todos aquellos que me han visto con vida, de todos aquellos que amanecieron descalzos y mojados, o vestidos y soleados. Pero sé que faltan días como también faltan horas. Pasan en un abrir y cerrar de ojos, y siguen pasando aunque los tengas bien abiertos. Los días pasan cada cierto tiempo y no avisan, no tienen horarios de abertura ni de cierre, no ponen carteles para avisarte, simplemente pasan por delante tuyo. Así que, más vale que estés atento, porque faltan días. Faltan días para reír en el parque de pequeños, para jugar al balón prisionero, para saltar de charco en charco. Faltan días para quedarte sin trabajo, para encontrar atajos, para peinarte con el viento. Faltan días para correr sin movimiento, para sonreír al invierno y tiritar al frío. Faltan días para vivir y restan mañanas para soñar. Porque es mejor sentir que imaginar.


También, puedo asegurarte que sobran kilómetros y fronteras. Yo quisiera pegarme a tu espalda y despegarme cuando los continentes ya no fueran planetas aislados, que chocan por ideales o dinero. Deberíamos vivir en un mundo donde se pudiera caminar desde China hasta San Petersburgo, donde no hubiera problemas de ilegalidades, de razas, de seres taciturnos, de personas cualquieras con nombre y cargo en su chaqueta. Nos sobran números en las carreteras, tanto de víctimas como de kilómetros recorridos. Tendríamos que estar tan lejos como quisiéramos y no como decide nuestro destino. Solamente me gustaría contar los metros hasta tenerte de frente y que estos, sean pocos. No me gustan los muchos si te separan de mi lado, no me gustan los kilómetros que no piensan en los enamorados.

Si te soy sincera me sobran adjetivos, etiquetas. Ya hay bastantes en las camisetas como para recortarlas con tijeras en forma de lenguas. Cada día escucho insultos que provienen de adjetivos utilizados como serruchos, para hacer daño. Y nos duelen. Por eso sobran más adjetivos que motivos para usarlos. 

Me sobran odios, mareas, miserias.

          Me faltan orgullos, sonrisas, ideas.

                       Me sobran guerras, problemas, insultos.

                                  Me faltan besos, pasiones, ilusiones.


Si te soy sincera, creo que pierdo la cuenta de todo lo que me sobra y de todo lo que quisiera. Pero si hay algo que borraría sería la riqueza, pues nos hace empobrecer el alma y ensombrecer la pobreza. Y de todas las cosas, si hay algo que quisiera por encima de todo, es que supieras todo lo que te quiero y lo mucho que te añoro.

Uri, va por ti, como casi todo.

domingo, 20 de noviembre de 2016

Mírate en el espejo

Buenas tardes, renacidos. Hoy os traigo una entrada deprimente que muestra el carácter cruel y doloroso que tiene la sociedad. Una sociedad marcada por los estereotipos, por los metros, por los cosméticos y la crudeza de los cuerpos. A veces, parece que el valor de una persona se mide en una balanza, en un peso, en una talla. Y no es así. Existen espejos que te dicen cómo te sientes esa mañana o toda tu vida: fea, guapa, flaca, gorda. Y no sé cual de todas estas palabras es más cruel y despiadada. Todas tienen un doble hilo que está a punto de cortarse. Y creemos que el espejo es objetivo, que nos dice la verdad y que nunca miente. Cuando en realidad, es el único que siempre oculta el rostro de las personas. El espejo no te enseña como eres por fuera, sino como te sientes por dentro. Da igual que te hayas levantado con mala cara, si el día te sonríe, te verás guapa. Da igual que seas la belleza que todo el mundo espera ser, si no lo ves, serás fea hasta que mires con tus ojos hacia dentro. El espejo es subjetivo. No te mide por fuera, lo hace por dentro. Como pasa con la anorexia. La anorexia distorsiona la realidad, porque la realidad es distorsionada. Lo único que cambia es que añade hipérboles a sus pensamientos, y los mueve. Hace todo más extremo, más exagerado. Y duele. Pero todo no empieza porque sí. De pequeños creemos ser guapos, altos, perfectos. Y vamos creciendo escuchando palabras, comentarios sobre nuestros cuerpos; escuchando apelativos sobre las mujeres del telediario, sobre los presentadores, sobre concursantes que necesitan perder peso. ¿Perder peso? Y dejas de ver las golosinas como algo fantástico, como un tesoro, Lo ves como un pecado, un vicio que pasa factura. Esa factura la mides en la balanza, la cual te dice con números, con algo objetivo, aquello que no lo es y nunca lo ha sido. Y empieza a lloverte dudas, miedos y complejos. A todos nos pasa, todos tenemos. Por estatura, peso, color de piel, nacionalidad, voz, manos, nariz, pies, pestañas, tos, bostezos, por la manera de caminar, de reír, de superarnos; por nuestro barrio, nuestros padres, nuestros amigos, nuestros miedos; por nuestra tendencia sexual, política; por nuestras ideas, por nuestras aficiones...
Todo es objeto de burla y de complejo. Todo tiene su cabida en el medidor de la vergüenza o del miedo. Y sin querer, empezamos a decir las mismas palabras que ellos, a insultarnos igual. POR LO QUE SEA. TODO VALE. Nos insultan e insultamos. De forma explícita, implícita, a la cara o a escondidas. Y nos vamos tragando y tragando más la idea de que el único que siempre tiene la verdad es el espejito, como pasa en Blancanieves. Y del mismo modo que la bruja, cometemos locuras. Locuras por la belleza, por seguir las reglas, tendencias y ataduras. El holocausto del metro. 

Pues bien, mi entrada habla sobre ello, sobre los complejos. Esas malditas líneas que nos hacen deprimirnos y no ver nuestra belleza, aquella que traspasa la piel con una sonrisa.

Con esta entrada, pretendo hacer ver a las personas nuestros propios engaños, como nos martilleamos los dedos y nos pillamos las manos al meternos en berenjenales sobre la belleza. LA BELLEZA ES UNA FARSA, NO SE PUEDE COMPRAR NI VER, SOLAMENTE SENTIR. Así que siéntela cada vez que te mires el reflejo, la sombra o por el espejo. Si tú te quieres, lo demás no importa. Pero quiérete. Nada de tu cuerpo falta o sobra.

Pensad en ello, renacidos y ¡Feliz domingo!




Tengo un metro lo suficientemente largo como para medir todos tus complejos y te puedo asegurar que no encuentro las imperfecciones. Quizás las corté con las tijeras cuando me dijiste que te sobraba cadera y yo vi que te faltaban besos. Quizás desaparecieron cuando el exceso de mimos te hizo olvidarte por completo de esas arrugitas debajo de tus ojos. Yo no veo quilos de más, veo besos de menos. Y por eso voy sembrando te quieros por tu espalda descalza. No desvestida. Porque sigue vistiendo manías y complejos, porque sigues tapando la belleza de tu cuerpo con palabras manchadas a fuego. Y queman. Queman tus sonrisas y las vuelve cenizas, quema tus sábados volviéndolos negros. Haces ver que no lo sabes, pero tus huesos te gritan que pares, que no pulses el botón de debajo de tu vientre que enciende la fuente en la que nunca ganas. Y te ahogas en ella. Como en aquellas palabras que recortaste de la revista y las pegaste en tu muñeca, queriendo ser de porcelana, y siendo más frágil de lo que te hubiera dado la gana. Pero nunca lo haces, nunca ganas. Siempre te escondes en disfraces, en mentiras cobardes. Gritas pero hay alguien que te presiona la garganta, que no te deja respirar todas las cosas positivas que tienes y te hace vomitar sangre en forma de comida. Te vacías. Más como recipiente que como persona. Más como consecuencia que como causa. Y abandonas. Abandonas tus sueños y metas, tus esperanzas. Abandonas el mirarte en la balanza y prefieres hacerlo en el espejo, a oscuras, con lanzas en tus dedos, con dudas en tu cabeza. Y abandonas. Pero yo no lo hago.

Tengo unos brazos suficientemente fuertes como para borrarte los miedos, como para ayudarte a que te escondas en ellos y pases a otro mundo. Pases a otro mundo mientras yo recorro tu cuerpo dejando gotas de chocolate en tu torso desnudo. Cada vez que me dices que no te gustas, yo te subo hasta el techo porque no puedo a la Luna, para que veas lo grande que eres, hasta donde puedes llegar. Después te bajo al suelo, para que entiendas que solamente tú eres dueña y señora, y tú debes alcanzar el cielo. 

¿Un consejo, amor mío? Vive quemando las dudas. Dejando de vestirte a oscuras. Rompe cremalleras, cadenas y ataduras. No aceptes que te digan que eres una talla más o menos, vive sin freno. Pero con cordura, o sin ella; haz lo que tú quieras. Pintándote en el espejo sin miedos, sin vergüenzas, sin complejos. Dibujando tu reflejo en el agua, haz caras largas, pechos pequeños. Enrédate el pelo al tirarte por el tobogán. Grita desde dentro y explota por fuera. Que no te importen tus manos, manchate de barro por completo. Saca la fiera que llevas dentro. Come cuánto quieras sin el sabor ácido en la garganta. 

Sé feliz y conmigo a tu lado, no te harán falta espejos para decirte: lo guapa que estás esta mañana. 

viernes, 18 de noviembre de 2016

Ya no estaba.

Buenos días, renacidos. El frío ha llegado para quedarse, eh. Me encanta el otoño y sus hojas caídas. Me encanta el color de los árboles, el pasar de los días con una bufanda y con el frío colándose por las rendijas de la chaqueta. Me encanta vestir con lana, oler la tierra mojada y que el sol brilla pero helado. El otoño es precioso, renacidos. Creo que es la mejor época de todas, si me permitís decirlo. Es una época mágica, llena de colores y de olores preciosos. Solamente nos hace falta mirar un poco por encima del hombro para descubrirlo. Solamente necesitamos parar los demás pensamientos negativos y creer en la vida, en el resurgir - como pasa con las hojas -. Ellas caen con duelo en sus extremos, pero saben que no será eterna su pena, que volverán a explicarlo de viejas gracias a su árbol.

Así es la vida.

Y bueno, hoy os traigo de nuevo un drama romántico. La sensación de vacío cuando alguien nos deja. Puede extrapolarse al amor o a la perdida, cada uno que renazca como quiera. Con ella os traigo una imagen evocadora, para mí. Y una canción preciosa que hoy he descubierto. Es de Pablo López y se llama: Hijos del verbo amar. Espero que la disfrutéis.

¡Feliz viernes, renacidos!


https://www.youtube.com/watch?v=Xre1ME1Uazs&feature=share 



Y me desperté. Todo había sido un sueño. Tus zapatos no estaban en el suelo, cerca de los míos. Tus calcetines se habían perdido más allá de la cama, más allá de la lavadora que los unía con los míos. Caminé descalza, buscando algo que sirviera de manta, que me cubriese por completo, que ya no me hicieran falta tus brazos ni tus besos. Y no escuché tu voz en el pasillo, no noté el olor a café recién hecho, ni tu cuerpo hecho un ovillo, cubierto de bostezos, con tus parabrisas rodeándote el cuerpo. Me tumbé en el suelo, sintiendo el frío en los huesos, congelándome el alma, con lágrimas en mis cuencos vacíos y sin ganas de nada más que de dormir y llorar todo el mar Mediterráneo. Era raro sentirme drogada por una pastilla llamada nostalgia. Y lo peor de todo es que no existen remedios que te vendan en Farmacias. Todo es llorar y expulsar la rabia, caer y levantarte con ganas de volver a chocarte contra la tierra. Duele tanto la vida, que a veces, parece que no lo sea. Que nos mienta y nos trague, que nos engañe y nos ate con una cuerda al paso de los días. Y nos ahogamos. No con agua ni alcohol, sino con la melancolía de tiempos mejores, de calendarios con menos rencores, con flores en los tapices de color ocre.

 Me sentí mareada, anestesiada. El mundo me daba vueltas y yo seguía parada, estacionada en un lugar donde ni las grúas te echan en falta, donde los papeles te reportan a países sin nombre, a nombres sin países, a lugares dónde las directrices que más cuentan son todas las cicatrices marcadas en el vientre. Y yo no tengo ninguna visible, todas se enmarcan bajo carne, bailando con sangre, aprisionadas. Me pisaba el pelo con las manos para no levantarme, para sentir el dolor. Quería ser consciente de forma física de aquello que llevaba en el corazón, de forma psíquica. 

Me volví loca esperándote, sentada en el umbral de mi casa, con las manos frías y con la bufanda en el cuello, deshilachada. Y la bufanda también lo estaba. Caían hilos y quilos con cada hora que pasaba. Mis vecinos me miraban y agachaban la cabeza. Quizás ellos se quedaron despiertos durante la tormenta, mientras yo dormía bajo tu pierna. 

¡Qué rabia no haber sido testigo de tus dudas! Quizás con mi locura y dulzura hubiera conseguido que lo repensarás, que te quedarás más tiempo en mi cama, amoldado a una almohada que siempre te había esperado, que siempre había estado a tu altura. 

Ahora todos los perfumes de la calle, llevan tu nombre y apellido. Ya no huele en mi pasillo, pero aparecen en mi bolsillo cuando saco tu foto. En ella guardo momentos rotos, como las copas de vino, momentos sumergidos en un pasado que vimos pasar sin pensar en que no volvería a hacerlo. Como todo en esta vida. He puesto un pie la vía y sé que podría hacerlo, dejar pasar el tiempo, esperar el claxon molesto de una locomotora que viene a cien por hora y no piensa detenerse. Y yo no la detendría, la dejaría pasar encima de mi cuerpo mientras mis labios recuerdan tus besos y suspiran tu nombre. ¿Pero de qué me serviría? Seguiría sin verte cada día al despertar, seguiría sintiéndome vacía por las mañanas, abandonada en una realidad que no se ajusta a mi gusto, que no es justa. Y por eso quito el pie de la vía, subo hacia el andén y recorro la vida. Porque es verdad que una vida sin ti no vale nada, pero menos valdría sin la mía.

miércoles, 16 de noviembre de 2016

Cuando la h empezó a sonar

Buenas tardes, renacidos. Hoy estallo en alegría por completo, hoy soy como un bote de confeti agitado, a punto de estallar en nada, a punto de asustar al mundo. Euforia lo llaman algunos, así que me referiré como tal. Es impresionante la bipolaridad de la vida. En nada estás exhausta, sin ganas de levantarte de la cama, con el frío en los huesos y el aburrimiento en el alma; y de golpe, todo lo contrario. Te sientes excitada, eufórica, feliz... Todo depende tanto de cómo focalices el día... Pero es que es casi imposible cambiar nuestra actitud sin nada que lo motive, ¿no es cierto? ¿Cómo vas a pasar de las lágrimas a las risas si no hay motivos para hacerlo o no los ves? Por ello, una nunca puede elegir cuando va a ser un día bueno, aunque haya algo bueno en todos los días, por ejemplo, esa respiración que tienes mientras estás leyendo esto. Esa respiración hace que todo sea posible, y que nada resulte inalcanzable. Ni siquiera la felicidad temporal. Por ello, necesitamos buscar motivos para dedicar cinco minutos del día, aunque sea, en reír, en estallar nuestro bote de confeti. 
Mi motivo de hoy es la persona de la que estoy enamorada y de mis recuerdos a su lado. ¿Sabéis algo? Es increíble, pero creo que cada día estoy más enamorada, subo más la escalera hacia lo inalcanzable. Quizás me entenderíais si lo conocieráis. Es todo lo que cualquier persona pudiese desear. Le quiero muchísimo y sé que nunca lo habré dicho las suficientes veces ni lo suficientemente alto. 

Mi entrada, no obstante, juega con la lengua. Es decir, con las palabras, las frases, los sonidos, las letras... Y el amor, aunque desde una perspectiva más negativa. 

Queridos, renacidos, espero que os guste y disfrutéis de este miércoles, porque recordad:

"Sólo se vive una vez."

Pd: quizás dos si renaces entre palabras ;) JAJA 




Todo se remonta atrás, cuando la h empezó a sonar. Y gritaba. Haciendo tiritar hasta el más fuerte de los muros. Haciendo estallar la guerra de las palabras que no esperan a un futuro, y luchan por romper las reglas y las cadenas con todo el sudor del mundo. 

Pasamos a ser dos lenguas marginadas, clásicas del olvido, sin otro cometido que quemarse en la boca con suspiros atragantados. Ya no teníamos párrafos donde escondernos, solamente un margen demasiado largo, demasiado eterno. 

Manchaste de faltas de ortografía cada uno de nuestros besos y mis labios se quedaron llenos de acentos mal colocados, de B que son V, de signos olvidados, de te quieros forzados. Y mis manos quedaron tiritando por todas aquellos cambios que tienen los diferentes idiomas.

Es extraño enterarte por culpa de un diccionario, que la palabra te amo va sin engaños de por medio, sin comas entre letras, sin zetas ni eses curvadas. Hace mucho que nuestras silabas están separadas, ya no forman solo una palabra, sino sustantivos con adjetivos crueles y adictivos. Adictivos porque con cada uno que se nos ocurría, el otro inventaba uno nuevo. Porque lo más bonito de nuestro duelo, fue cuando el silencio lo inundó todo por completo, junto con las huellas en el suelo. 

Durante un tiempo, conjugamos en presente, pensamos en un futuro. Vivíamos intensamente, sin importar lo que decía la gente de normas semánticas, léxicas y ortográficas. Pero todo eso se delató cuando los verbos ya no eran de acción sino de pasotismo. Hicimos caso omiso a los gerundios, a sus participios. Participamos en mil peleas, por llegar a compromisos inútiles y sin sentido. 

No era disléxica, pero me confundías. Sabía leer entre líneas, pero prefería hacerlo diagonalmente leyendo solamente algunas palabras que veía en tu frente, sin mirarte a los ojos. 

Dicen que las fases con que aprendemos a leer empiezan con la descodificación de las palabras para poder entenderlas, analizarlas y después usarlas. Continuamos aprendiendo con ellas, usándolas como elementos para entender el mundo, para entendernos a nosotros, para perdernos a menudo pero pudiendo encontrarnos. Y, finalmente, las utilizamos para ser libres, para romper las cadenas, para reflexionar sobre los límites. Con el amor pasa algo parecido: lo descodificamos como niños, lo usamos como novatos, lo aprendemos tropezando y finalmente lo dejamos, renaciendo cada vez que lo recordamos.


   es
       por 
            eso           la h
                  que             no                                              estáis
                                         debe                      realmente
                                                 de              si
                                                      sonaros,                     
                                                                                        enamorados.

martes, 8 de noviembre de 2016

Para cuando baje la marea

Buenas tardes, renacidos. Hoy quiero empezar esta entrada con una reflexión importante sobre el tiempo, al menos importante para mí. ¿Nunca os habéis dado cuenta de lo relativo que puede llegar a ser? Hay veces, que pienso en mi pasado y casi todo lo puedo apelar a mis recuerdos de cuando tenía ocho años. Es decir, por mucho que sea un recuerdo de cuando tenía cinco, de cuando tenía once o de cuando tenía seis; siempre lo apelo a que fue con ocho años, y realmente lo creo así. ¿Os ha pasado alguna vez o es que es otra de las razones por las que estoy loca? En fin. Esta es solo una de las muchas razones por las que veo la relatividad del tiempo. Otro ejemplo sería cómo pasa este de rápido en algunos momentos y de lento en otros tanto. Cuando estoy escribiendo, por ejemplo, el tiempo vuela demasiado rápido, cuando estoy en clase despacio (tengo que reconocerlo, sí). En fin, es un tema hiper interesante el tiempo, y demasiado extensivo como para resumirlo en una pequeña introducción, pero quería hacer un pequeño inciso a ello.

En relación a la entrada, hoy os traigo algo sobre el querer a alguien que no te quiere. Creo que es de las peores cosas que puede sentir un corazón en relación al amor, el no sentirse correspondida. Sé que con la entrada apelo a un tipo de mujer que acepta ser "utilizada" en cierto modo porque ella no quiere serlo de esa manera. Ella quiere que le ame, pero hay veces que por mucho que hagamos, no podemos conseguirlo. Con esta entrada, pues, no quiero dar a entender que ella hace lo correcto en todo momento. Nadie hace lo correcto en todo momento. Ella quizás intenta conseguir algo, luchar por conseguir algo que no puede ser. En cierto modo, los culpables son ambos (bajo mi punto de vista): él por no ser claro y ella por dejarse llevar e intentar algo que sabe que no va a funcionar. Pero, bueno, ella arriesga intentando ganar, aunque fracase. No te dejes utilizar, ante nada. Sé egoísta y busca tu felicidad. 

La imagen de la entrada es mía y con ello sigo haciendo crecer la lista de entradas con mis fotos (¡bien!). Y la canción que encabeza la entrada es "A que no me dejas" de Alejandro Sanz. Es preciosa, os recomiendo oírla.

¡Feliz martes, renacidos! Os quero.


https://www.youtube.com/watch?v=kIQtB8uRc2E






¿A quién quieres engañar arrodillándote al mar? Los dos sabemos que no me vas a llegar a amar, porque no puedes hacerlo. Se te han metido recuerdos de otros brazos en las pestañas. Y eso son balazos en mi alma desgarrada. ¿Cómo quieres que no te lo eche en cara? Dejé todo por irme a tu cama, por pasar noches entre tus sabanas. Al principio me imaginaba que seguía su cara en mis ojos, que estaban sus labios pegados a los míos. Pero era injusto intentar hacer arder esos recuerdos en milésimas de segundo. Y lo dejé pasar, como lo hacían las olas chocando con las rocas en el mar; como lo hacían los trenes sin descarrilar. Y los meses fueron pasando, con desencantos cuando no me decías "te amo" después de tanta actividad. 

Mientras leía poesía para olvidar, se me empapaban las mejillas. Era complicado no pensar en ti, cuando mis pulsaciones se aceleraban, cuando el mediodía se acababa y llegaba la tarde. Tú entrabas como si nada, dispuesto a callar las voces que te recordaban a ella, dispuesto a desahogar toda tu pena entre mis piernas. Yo cedía porque quería. Quería que me quisieras, que me desearas, que aquel momento del día te hiciera el hombre más feliz de la tierra. Y no lo eras. No lo eras porque no tocabas su pelo enmarañado, porque no olías su colonia en el baño, porque yo no era ella y tú en cambio, eras el mismo. Todo había cambiado excepto tú. Te negabas a aceptarlo, pero la querías. Recurrías a sus palabras cada vez que discutías conmigo, explicándome que ella no lo hacía, que ella no era como yo, que ella no era lo mismo. Y yo nunca he sido ella. Yo no te abandoné por otro, no te dejé esperándome el ocho de una tarde calurosa, escribiéndote una carta y explicándote que hay cosas que no pueden serlo. ¿Qué hay cosas que no pueden serlo? Aquella era tu frase favorita, la enquistada en un tus mejillas, la que no se limpiabni con el lavavajillas

Había meses que no lo soportaba, que vertía el café y rompía las figuritas de porcelana. Me hacía un mar de lágrimas mientras miraba por la ventana a la orilla. Nada había salido como había soñado de niña y aquello me frustraba. Me sentí utilizada, como un papel quemado. Y lo estaba. Quemada por lo que debía de hacer y por lo que de verdad quería. Quemada por lo que decía la gente, mi cerebro y la vida. Pero mi corazón se aceleraba cuando cruzabas la puerta, y es difícil renunciar a ello. Es difícil renunciar a lo bello de la vida, a los escalofríos de piel de gallina, a las palabras metidas en trituradoras, vueltas pequeñitas. Es difícil limitarse a lo que de verdad merecemos, a lo que de verdad nos pertenece y debemos conseguir. 

Otros meses creía que podía. Me enfundaba en purpurina, en medias sonrisas y sonrisas a medias. Me ponía queratina, me alisaba el cabello, me tumbaba esperando a que llegaras con prisas. Y todo corría con ansias, demasiado deprisa. Sonreías después de todo aquello, borrabas aquellas muecas, me acunabas el pecho con solamente respirar cerca de mi cuello. Y creía que lo conseguía cuando por fin te dormías, en silencio podía verte soñar, podía creer que aquello no era un sueño sino real. Pero te despertabas sudoroso, con ganas de irte a pasear, con la pena arrastrando mi felicidad. Y sabía que todo volvía a empezar, que volvíamos a estar en el principio de la historia.

Así que, ¿a quién quieres engañar arrodillándote en el mar? No te puedes comprometer con alguien a quien nunca amarás. No quiero vivir en una mentira mucho tiempo más, y tú tampoco lo mereces. Mereces cambiar, dejar de ser esa persona de cristal que acepta el blanco de las sabanas como alcohol para olvidar. Te he querido mucho tiempo y sé que tardaré aún más en dejar de hacerlo, pero no podemos continuar. No quiero seguir sufriendo, pintándome las mentiras en los labios cuando estos hayan dejado marcas en tu cuerpo. No quiero esperanzarme cada verano y desesperanzarme cada invierno. No sirve de nada esto que estamos haciendo. Así que búscala, quizás aún estás a tiempo. Si tú no la has podido olvidar quizás ella aún te recuerda. Corre, ves tras ellas y otórgale aquello que a nadie más pertenece. 

Recuerda
              que 
                   el amar
                               duele
pero más aún,
                      no poder hacerlo. 

viernes, 4 de noviembre de 2016

No creo en la ciencia

Buenas tardes, renacidos. Seré breve porque tengo poco tiempo para extenderme con la introducción - en nada tengo que ir a clase -. 
Espero que os guste mi entrada muchísimo y que paséis un buen día. 

¡Feliz viernes, por fin!



No creo en la ciencia. No creo en que no pueda pedir y cumplir mi sueño porque la estrella a la que rezo, hace tiempo que ha muerto. Quiero pensar que todos mis deseos están por pasar y no en el tintero. Las estrellas son de verdad, porque las veo. Sé que quizás han dejado de brillar, pero incluso aquel pequeño resquicio de oscuridad, consigue la más bella luz si tiene motivos para hacerlo. Creo en mis creencias, más que en las ciencias. Y sé que puedo hacerlo. 

Me niego a creer que nunca te llevaré a la Luna porque la gravedad me lo impide. Siempre creeré que es más grave no cumplir las promesas, que dejar de hacer caso a las leyes de la naturaleza. Y sé que tú quieres una pequeña casa en ella, con ventanas de porcelana y macetas en la entrada. No clavaré ninguna bandera ni estaca, pero me proclamaré rey de esas tierras igual que tú eres la reina de mi planeta. La reina escarlata de pies fríos.

No creo en la ciencia. Me niego a pensar que el sol me puede abrasar cuando me acerque o que todo esto acaba cuando mueres. Sé que hay algo detrás del telón de la vida, aunque sea una pequeña cuerda que cuando tiras abre un nuevo mundo. No quiero creer que todo después se vuelve oscuro y no hay salidas. ¿Qué sería de todo lo que he logrado, de todo lo que prometían, de todo lo que he aprendido en esta vida? No quiero pensar que somos polvo y en polvo acabaremos. No quiero creer que todo esto sea cierto. 

No creo en la ciencia porque esta dice que si no lo ves, no existe. Y yo siento el viento levantando mi pelo, la nostalgia arrugarme el pecho cuando me alejo de ti y la pequeña sensación de que sigues ahí, cuando te has ido. Todas esas cosas tendrían que ser ignoradas por la ciencia, tiradas a la papelera. Y lo son. Pero como todo en esta vida, aquello que menos ves, que viene de puntillas, es lo más real que te puedes encontrar mientras caminas. Y caminamos a ciegas, hacia el mañana. ¿Dónde está la ciencia para hablarnos del futuro, de la existencia relativa de un tiempo que nos empuja sin apuro? 

La ciencia odia la inercia, lo subjetivo. Y yo odio lo materialmente rígido y cuadriculado. Siento ese magnetismo cuando pasas por mi lado, y eso no lo explica ninguna ciencia. Siento la electricidad en mi mano cuando la rozas, ese calambre en la espinilla, ese nudo que sube a hurtadillas en mi garganta de piel de gallina. 

No creo en la ciencia ni en los microscopios. Sé que existe algo microscópico, algo pequeño. Sé que todos venimos de algo más enano, de tiempos más lejanos. Dicen que hubo un Big Bang que puso en marcha todo lo posible, y yo creo que un Tic Tac es lo que pone en marcha ahora todo lo que vives. 

No creo en la ciencia porque no creo en las mentiras. Y sé que miente. Yo creo que tenemos un lazo que nos llega del vientre a la mano y nos hace enamorarnos, y la ciencia dice que eso es inventado. Quizás yo no usé ratones experimentados, ni mezclé pociones para lograrlo, pero sé que existe; lo noto en mi mano.

No creo en la ciencia, pero creo a ciencia exacta que la vida depende de más cosas. Sé que lo que existe, no tiene porque verse. Sé que lo posible no tiene que obedecer leyes, no tiene que estar marcado por hombres que creen ser más listos y fuertes haciéndonos creer que lo comprobado es lo que realmente ha pasado. Creo en mis ciencias, en mis análisis improvisados. Creo en tus piernas y en lo que sientes cuando el cerebro se siente apagado. Creo en los sueños más que en lo llegado. Porque si la vida solamente fuera lo que dicen los números, las lenguas y las vísceras se hubieran caducado. 


jueves, 3 de noviembre de 2016

Qué guapo te pones

Buenos días, renacidos. Hoy mi entrada es un grito hacia la belleza. Hacia la belleza de la rutina, de la vida, fuera de los cosméticos que nos reprimen y nos hacen pasar por un sistema de discriminación continua. Cada día somos sometidos al juicio de las personas. Vestimos mal o bien, nos peinamos o no adecuadamente, llevamos o no los zapatos correctos, usamos o no bien el pintalabios. Cada día, si podemos, nos miramos miles de veces en el espejo para gustar, para que los demás puedan decirnos: qué guapo estás. Pero nosotros, no nos lo creemos. Siempre necesitamos más aprobaciones de las personas, más juicios del mundo que de nuestros ojos. Hay veces que ni siquiera sabemos si algo nos gusta y necesitamos la aprobación del otro, el punto de vista de otras personas. Todo es culpa del bombardeo de la vida, de los anuncios, de la búsqueda de la belleza. Todo es culpa de pensar que una persona es guapa cuando alguien dice que lo eres. O cuando muchos lo dicen.Y no es así, aunque lo creamos. Una persona es guapa por cómo piensa, por cómo lucha, por cómo vive. Una persona es guapa cuando come tranquila, cuando duerme roncando o cuando ríe sin freno. Somos guapos por naturaleza. Y sí, podemos maquillarnos y vestirnos como queramos. Pero siempre por nosotros mismos. De la otra forma, es un error.

Y bueno, quiero dejar por escrito que la creación de esta entrada viene inspirada por un texto de Defreds que empieza igual que yo lo hago "Qué guapa te pones". Os animo a leer este escrito, porque es precioso e inspirador. Y, claro, también os animo a leer el mío. La canción que adjunto es La Belleza de Rozalén.

Espero que penséis en estas palabras, renacidos. Mirar al espejo por vuestros ojos, por vuestras opiniones. Sé que no es fácil, en realidad es muy difícil. Pero nadie dijo que la vida fuera fácil, ¿no?

¡Feliz juergues!

PD: La fotografía es de mi guapo, a quién dedico este escrito, claro está. Uri, te quiero.

https://www.youtube.com/watch?v=rQq8Jc6BECg




Qué guapo te pones cuando crees que no te miro y me miras de reojo, viéndome vestida y desvistiendo mis sonrojos. Y cuando te equivocas y en vez de besarme en la mejilla, lo haces en la boca. Como aquella noche perdida en que nos encontramos. Me pillaste desprevenida y aún juro que puedo verlo: el beso llegando despacio, perdiéndose en los margenes de un caluroso verano. 
 Juro que me he enamorado mil veces cuando te he oído reírte. Se me ha acelerado el alma y solamente tenía ganas de desvestirte, para que te sintieras incómodamente observado. Eres guapo hasta recién levantado, y eso tiene delito. Porque no intentas conseguirlo y lo consigues. No te hacen falta dietas absurdas de revistas baratas, mentiras sobre quilos de más o de menos. No te echas cremas para parecer menos viejo, aunque aún seas joven. 

Qué guapo te pones cuando tu equipo termina ganando. O cuando pierdes entre mis brazos. En ambas ocasiones tu sonrisa activa un nuevo escándalo en la prensa. Las noticias vuelan y los periódicos comentan que se han parado las guerras y ahora se hace el amor en las carreteras, a plena luz, en medio de las tinieblas. Hasta las farolas dicen que te queda bien cuando no te peinas. Te hace sencillamente encantador, despreocupado, descarado. 

Qué guapo te pones cuando te cepillas los dientes, cuando comes, cuando cierras la puerta o la abres. Me encanta mirarte leyendo, sumergido en las historias ficticias de cuentos que no se parecen a tu vida pero que te descolocan. O cuando sacas al perro, caminando de espaldas al pasado, mirando de frente al presente, sin importar lo que pueda decir de ti la gente. Y eso te hace además de guapo, inteligente.

Qué guapo te pones cuando lloras, cuando tus lágrimas expresan horas de aguante, romper el esmalte de tu cuerpo. Te resquebrajas sin dejar de ser igual de guapo. Quizás te vuelvas vulnerable, pero eso te hace ser humano. Aunque no lo seas.

Qué guapo te pones cuando piensas, cuando te rompes la cabeza pensando en una solución correcta, la perfecta. O cuando me besas a cámara lenta, dejando que me funda en tus labios y admire tu belleza.

Qué guapo te pones cuando te conozco, cuando no lo hago. Qué guapo te pones cuando me aparto y te acercas, cuando me acerco y te aparto. Qué guapo te pones cuando entiendes mis rarezas, cuando me aceptas y te acepto, cuando ves en mí la luz de tus tormentas. Qué guapo te pones cuando decides quererme, cuando me quieres sin decidirlo. Qué guapo eres sin saberlo ni decirlo. 

Qué guapa me pones por tus comentarios, tus miradas y tus besos. Por como me quieres en exceso, sin trampas ni aciertos. Haciendo de esto, un certamen de belleza dónde no aparecen jueces más allá de la certeza de que te quiero y tú me quieres. Y qué guapos nos ponemos cuando lo sabemos. 


Porque no hay mayor belleza que aquella que se ve cuando quieres que se vea. 

domingo, 30 de octubre de 2016

La chica del cabello como la sangre

Buenas noches, renacidos. Llevo bastante tiempo sin publicar nada, lo sé. Ha sido una dura semana, llena de altibajos. Se fue una de las cosas que más feliz hacía al mundo, una pequeña gatita que iluminaba más y más la vida, que hacía que el sol tuviese envidia. Con ella aprendí muchísimas cosas y entre ellas: que la vida es injusta. Es injusta porque tiende a unos las oportunidades que otros no pueden ni siquiera alcanzar. La vida decidió que sería una gata abandonada a su suerte, en un contenedor, que sería olvidada para siempre. La vida había decidido que no sería alguien especial, solamente otra víctima más de la humanidad. Pero no fue así. Consiguió sobrevivir y se hizo grande, de las cosas más grandes que vi - y eso que era enana, y eso que llegó solamente a tener 3 meses -. En fin, la encontramos ahí, presa del destino, de una sociedad que mata aquello que no le interesa. Pero vivió, hasta este pasado 26 de octubre en el que la vida, nos la arrebató. Juro que pensaba que así era, durante algunos días. Fue el viernes cuando comprendí que no se había ido tan lejos de nosotros, y estaba ahí. Estaba en los recuerdos, en las fotos, en los momentos, en las palabras y sobretodo, en mi alma. La sentí. Tan cerca aunque estuviese tan lejos. Sentí que seguía a mi lado, y así quiero sentirla siempre. Porque duele un poco menos, aunque solo sea un poco. Simba, te quiero. Ha sido horrible, de lo más horrible que he vivido, el que te hayas ido. Pero sé que estás ahí, y sabes que siempre estaré a tu lado; pequeña. Siempre juntas, abrazándome las heridas como solamente tú sabes. 

Renacidos, creo que esta pequeña introducción puede servir para renacer mil veces, porque conmigo ha pasado así. Ha sido un duro golpe esta semana, y solamente espero que la cosa mejore - el viernes comenzó a mejorar ya que, ¿adivinad, qué? hay otra loca suelta por la carretera -. Esta pequeña introducción va para todos aquellos que me entiendan, que hayan amado tanto a un animal que cualquiera palabra duela. Ojalá sus arañazos se hubieran tatuado en mi piel. ojalá. 

Y bueno, aquí os traigo la entrada de Halloween. Espero que paséis unas fabulosas fiestas, que os las merecéis seguro. Os dejo una composición muy de estas fechas titulada Zombie de The Cranberries - canción que me encanta, de verdad - en versión cover por una persona que la canta de forma impresionante; y una fotografía de servidora. 

¡Felices fiestas de Halloween!

https://www.youtube.com/watch?v=Yuh-pgsHSfQ




Desangraba sus pecados con cada palabra. Desgranandolos uno a uno, dejando huellas y cáscaras a su paso. Tenía cicatrices en su cuello, en su cara. La vida le había resultado dura, y quizás demasiado. Había intentado evitarla. Fracasando. Cambiando de trabajos, de rutinas, de estancias. Escuchando aullidos en su alma. A duras penas, se mutaba en otras pieles. Se despellejaba de punta a punta. De oreja a mirada. Se había vuelto el lobo que siempre devoraba, persiguiendo capuchas rojas, tragando manzanas envenenadas. Corría por calles estrechas que venían de pesadillas sinceras. Soñaba con duchas acuchilladas, sentencias fracasadas, espadas de acero oxidadas. Goteaba a botones, se enfadaba con su espejo pues su mirada había sido el agujero en el que tropiezas y desapareces. El cruel reflejo de aquel que no se puede ver en el espejo. La perseguían con aguaceros, con fusiles, con antorchas. Quemando iglesias, persiguiendo estrellas, saltando esferas. No tenía cuernos pero fue engañada. No tenía tridente pero pinchaba, cuando cumplía 16 años y lo hacía cada día, cada verano. Manchaba sus manos de negro, su cara de barro, sus pies de descaro. Estaba descalza de cintura para arriba, vestida desde la manga a la rodilla. Se le caían las cartas, los conejos, las estacas. Se rasgaba las mentiras a tiras, en medias verdades, calzando calcetines con cristales. Dormía en vertical, tumbada boca abajo, escuchando el susurro de los murciélagos sin ningún tipo de reparo. Su casa era de cera y vivía en paralelas. Recorría la Sabana africana en chancletas, arrastrándolas por la arena. Disimulaba las ojeras con alcohol barato en las heridas, con pesticidas como primer plato. Sus amígdalas eran de acero. Cantaban al fuego cuando quemaba y siempre lo hacía. Hería solo con nombrarla, quería ser recordada. Su piel translúcida, nunca sangraba, aunque sí sus oídos cuando estos escuchaban te quieros a pie de cama. Solo creía en aquello que veía. No respetaba a los muertos, ni a las palabras. Las utilizaba sin arrepentimiento, sin confesiones, sin lamentos. Visitaba los cementerios como aquellos que pasean sus perros por el campo, cogiendo flores y haciéndose coronas de lamentos. Para ella solamente había tres mandamientos: quererse a sí misma, respetarse cuando nadie lo hacía, y luego al resto. Pero lo último casi nunca lo cumplía y acuchillaba las mentiras en pinchos pequeños. Olía a llaga que escocía, a caída inminente, a agua bendita cogida de la pendiente. Y caía. Odiaba la sangre pero la adoraba. Quizás 
                          por 
                                eso 
                                       el hierro 
                                                     siempre 
                                                                   la temía.

domingo, 23 de octubre de 2016

Arriesgarse

Buenas tardes, renacidos. Llevo tantos días con ganas de publicar algo pero sin conseguir algo lo suficientemente bueno como para mostrarlo... En fin. 
Me gustaría, antes de nada, recomendar la saga After de nuevo. He acabado mi viaje por la vida de Tessa y Hardin, y solamente puedo decir que ha resultado embriagador e increíble. Su relación, su tormentosa y cruel relación, nos hace reflexionar sobre el amor, la obsesión y sobre nosotros mismos. Es precioso ver cómo evolucionan, cómo se aman y cómo son capaces de buscar el lado bueno de las cosas. No es justo decir, como he leído por algunos sitios, que After fomenta las relaciones tóxicas. No estoy para nada de acuerdo. After te enseña la realidad de estas relaciones,  y te muestra realmente lo crudo que es. Yo tampoco pretendo con mis escritos que la gente muera en el río por perseguir a una sirena - cómo explico en una de mis historias - o que odien. Yo no pretendo hacer que con lo que escribo se repitan patrones, solamente que se lea y se sienta. Y eso hace Anna Todd. Por ello, me siento enfadada cuando se critica algo por el mero hecho de criticar.

Bueno, dejando de lado la fantástica historia de After, os presento mi nuevo escrito. Es algo extraño y me gustaría saber vuestra opinión al respeto. 

Hoy tengo poco más que decir así que os dejo con mi entrada. 
¡Pasad un fantástico domingo!



Y todo comenzó en marzo. Vestías con jerseis apretados de pelusas que se perdían, con los bolsillos por fuera. Olías a despedidas, a cenizas esparcidas por la tierra mojada, por tierra de nadie, por tierra prometida. Llevabas dos botones desabrochados en tu chaqueta cuyo hilo se desprendía por la acera, mientras caminabas. Habías decidido salir de casa temprano, tomar un café en un atajo, malgastar el tiempo en vano, con el vahó en las gafas. Te sentaste cerca de la barra, con el periódico doblado. Tu mano pasaba las hojas mientras las horas te pasaban a ti factura. Ese mismo día habías decidido vivir. No había sido una idea fácil de asumir. Estabas cansado de la rutina, de sobrevivir en los márgenes de una vida que no te dejaba sentirla y te obligaba a cumplirla. Siempre pensaste que estudiar, trabajar y pagar era lo que querías, que aquella era tu meta en la vida. Pero te equivocabas. Las marcas que contaban las horas debajo de tu reloj, todo lo explicaba. Eran finas, secas y cicatrizadas. Te recordaban que no eras feliz, que nada te llenaba. Habías decidido acabar demasiado pronto, cansado de un mundo que no se ajusta a tus deseos o antojos, que no es justo, que se limita a obligarte y a despojarte de aquello que más anhelas. Todo te enfurecía. Ver la televisión y su absurda realidad ficticia; caminar o ir en coche hasta la oficina; tener que llamar a tu madre mientras cocinas; no conocer a nadie que te encienda la vida. Y aquello último era lo que más te deprimía. Visitaste decenas de páginas para tener citas y cenas con mujeres. Vivían en calles paralelas a la tuya, no pensaban que la vida era una trampa. Ellas parecían dispuestas a aceptarte, pero no a conocerte y quererte realmente. Nunca congeniabas. Y por eso, ahí estabas. Doblando y desdoblando miradas con alguien a quien no conoces de nada, pero que te observa de lejos. Yo no sabía que tú eras vino añejo y yo sangría destilada. Te miraba tomarte el café con las cejas levantadas, viendo como pasabas las páginas de tu periódico con cara de lástima. Odiabas las desgracias ajenas, te apenaban. Oír hablar de desahucio, de maltrato, de prisiones contra inocentes, de presos en cárceles que no tienen barrotes... Caías en la trampa de las noticias más amargas, en el morbo de la prensa. 
Recuerdo cómo pedías una tostada con mermelada, cómo no sonreías ni siquiera con el gracias más amable del mundo. Yo vestía con corbata, prisionera de mi uniforme. Tú parecías disconforme con aquella atadura que obligaba al hombre a postrarse, a volvernos inferiores. 
Retuve cada centímetro de tu cuerpo mientras comías, absorto en tus pensamientos, sin imaginar que se caían más hilos de tu jersey amarillo. Y no eran sólo de tu ropa. Lucías libres, sin cadenas, sin ataduras ni reglas. Habías dejado el trabajo la tarde antes, habías comprado un billete que sobresalía de tu mano donde el destino a Ninguna Parte parecía complicado. Y lo era. Ni tú mismo sabías qué lugar te esperaba. Y mientras limpiaba la barra, te escuchaba tararear. Era hermoso. Y más lo fue cuando me pediste  la cuenta:

-Hola, camarera, te pediría cuánto me ha costado, pero no llevo dinero ni pienso buscarlo. No se asuste, no voy a ser ningún inconveniente. He venido expresamente para decirle que se venga conmigo. Sé que suena extraño y que no me conoce. Pero me ha mirado como nunca antes lo han hecho y creo que juntos podemos llegar lejos. ¿Qué me dice, se viene a Ninguna Parte?

Me fue imposible negarme, abandonarme a la idea de no guiarme por mis impulsos. Y gracias a eso, ahora puedo escribir este discurso disfrutando de las vistas que tiene el maravilloso viaje a Ninguna Parte.

miércoles, 19 de octubre de 2016

Cuando...

Buenos días, renacidos. Estoy muy orgullosa de poder presentaros la primera entrada que más se pueda parecer a un poema. En esta he jugado con las estrofas, con las rimas y con las letras. He hecho un recorrido por nuestras queridas vocales para hablar de "qué se siente cuando estás enamorado". La verdad es que estoy muy contenta por este primer intento. Creo que es una forma bonita de retorcer las palabras y la vida, para crear algo nuevo. Sé que todavía me queda mucho que aprender y no quiero con esto poner ninguna etiqueta a este escrito - aunque las pondré -. Pero me resulta excitante haber conseguido un primer paso con esta entrada, algo para poder trabajar más este aspecto de la literatura - aspecto que adoro gracias a los grandes poetas con los que he ido amando las palabras y los juegos de estas -. 

Bueno renacidos, espero que os guste tanto cómo a mí me ha gustado hacerlo, buscando las frases correctas y sus queridas amigas, las palabras. Necesito que comentéis esto si os apetece, queréis y podéis. Os lo agradecería mucho porque no quiero dejar de aprender y creo que vosotros podríais ayudarme tanto...

¡Feliz miércoles!

PD: la imagen es de una de las playas de Cádiz, y sí, es preciosa.



Cuando leyendo su voz nunca te quedes callado...
Cuando escuchando el silencio te sientas acompañado...
Cuando queriendo negro, elijes blanco...
Cuando soñando con él, veas lo anhelado...


Es que algo ha cambiado.

Cuando te caigas y te levantes sin ataduras ni cortes...
Cuando te despoje un cielo anaranjado...
Cuando llegues a la colina sin haberte cansado...
Cuando pierdas la llave de tu ansiado candado...

Es que algo ha cambiado.

Cuando te despiertes y busques su aroma...
Cuando un pequeño resquicio de miedo se asoma...
Cuando te asuste el verlo con otra...
Cuando las inseguridades te coman...

Es que algo en ti se aloja.

Cuando te perturben de noche las sombras...
Cuando los árboles ya no tiren sus hojas...
Cuando las flores se marchiten sin llegar a rosa...
Cuando las historias ya no te pongan celosa...

Es que algo en ti se aloja.

Cuando el norte pase a ser el sur...
Cuando su aparición sea tu luz...
Cuando te quedes solo con él aunque estés llena de multitud...
Cuando todo lo que quieres es un plus...

Es que sin querer tienes un nuevo tatú.

Cuando no optes a platos sueltos, sino al menú...
Cuando ya no te hagan falta dulces como el tiramisú...
Cuando te vuelvas como un panda enamorado de su bambú...
Cuando quieras tener con él vuestra propia tribú...

Es que sin querer tienes un nuevo tatú.

Cuando ya no hable con sus amigos de ti...
Cuando sientes que por eso te puedes morir...
Cuando te olvides de la pregunta en sí...
Cuando los gorriones se vuelvan colibrís...

Es que algo hay en ti.

Cuando después de todo solamente te apetece reír...
Cuando aproveches tu vida en hacerle feliz...
Cuando también lo hagas por ti...
Cuando ya no te apetezca dejar de vivir y sonreír...

Es que algo hay en ti.

Cuando tengas miedo de lo que puedes perder...
Cuando mirando por el abismo de sus ojos, te estás a punto de caer...
Cuando después de una pelea solo quieras volver...
Cuando tengas pánico de que algo malo pueda suceder...

Es que tienes mucho que esconder.

Cuando una palabra te puede retorcer...
Cuando te obligas a girar la esquina para no recaer...
Cuando en sus manos puedas para siempre permanecer...
Cuando nada te importa gracias a él, ni siquiera perecer...

Es que tienes mucho que esconder.

Cuando viviendo una mentira, no vives engañado...
Cuando alcanzas las estrellas sin siquiera haber saltado...
Cuando buscas anillos en los bares porque sientes que te has casado...
Cuando tu nombre se mezcle con otro sin poder evitarlo...

Entonces, querido amigo mío, estás enamorado.

martes, 18 de octubre de 2016

Y entonces te das cuenta

Buenas tardes, renacidos. Aquí me tenéis otra vez, dispuesta a abrir el corazón en este 18 de octubre. ¿No os pasa que el tiempo cada vez pasa más deprisa? Tengo miedo de crecer y que al final, enero dure dos días. A este paso, no sería extraño. 

Hoy os entrego una pequeña parte de mí, de mi renacer diario, empapado por los recuerdos de un viaje inolvidable a una de las ciudades más bonitas que jamás he visto: Cádiz. De verdad, que no me esperaba para nada ver aquella belleza en una ciudad que no me llamaba la atención a simple vista. Y ha sido una grata sorpresa. Aquellos puentes, aquellas estatuas, aquellas playas, aquellas casas, aquellos árboles, aquellos parques, aquella gente tan increíble... ¡Precioso! Era como vivir en un sueño, sin más. Cádiz se ha vuelto gracias a estos días, en el sótano de mis fotografías. Fotografías pintadas a tinta en mi corazón, pintadas realistas en mi cámara, y pintadas borrosas en mi mente. Lo siento, Cádiz pero vas a ser muy nombrada en este blog a partir de ahora - aunque solamente sea por las fotos- , quizás te desgaste. Espero que te guste.

Y con esta introducción os presento mi nueva entrada. No sin añadir una de las fotografías tomadas en esta bella tierra - la mano de la derecha soy yo y la de la izquierda es ÉL-. Espero que os guste, queridos renacidos.

¡Feliz martes, a por todas!





Y es entonces cuando te das cuenta de que no todos los caminos llevan a Roma, pero que todos ellos te acercan un poquito más a ese destino. 

Que siempre es más agradable rasgar la primera hoja de un libro que acabar la novela y dejarla en el olvido aunque sea por poco tiempo.

Que no hay mayores rascacielos que aquellos que construimos con nuestros miedos y complejos.

Que la vida es un parpadeo dónde nos pasamos más tiempo con las persianas bajadas, a oscuras; que no aprovechando el sol. Queriendo más a la lluvia.

Que existen paraísos que nadie ha pisado, pensamientos a los que nadie ha llegado, canciones y palabras que nadie ha escuchado.

Que no son mariposas, sino estrellas fugaces que se deshacen en tu estómago cuando estás enamorada.

Que nadie te completa, pero que solamente una persona puede llegar a entenderte entera.

Que somos desconocidos incluso para nosotros mismos, porque no sabemos hasta qué punto podemos llegar.

Que quizás no tengamos alas, pero podemos volar.

Que las heridas que más duelen se riegan como las flores, pero con agua salada.

Que escuchamos canciones que nos depriman porque de esa manera parece que no olvidamos, que seguimos vivas.

Que pintamos puentes para cruzar al otro lado pero a veces, no lo hacemos porque nos da miedo intentarlo, caernos o tropezarnos.

Que soñamos más a lo grande de lo que vivimos.

Que nos da miedo morirnos, pero vivimos sin tocar los margenes.

Que no son padres aquellos que tienen nuestros genes, sino los que nos quieren, nos enseñan y nosotros amamos. 

Que tenemos más hermanos de los que pensamos.

Que escribimos en letra pequeña cuando no queremos que nadie nos escuche o nos lea.

Que sea lo que sea, a veces arriesgamos. Aunque poquito.

Que tiramos más cosas de las que recogen nuestros zapatos. 

Que bostezamos cuando necesitamos más aire y menos sueño.

Que podemos con todo, pero no lo sabemos.

Que queremos saber todo, pero no podemos.

Que no existen "peros" más grandes que el pasado, olvidos más hipócritas que los incrustados y besos más reales que los improvisados. 

Que con una simple mentira arruinamos cien años de verdad.

Que no hay verdad más limpia que aquella que mira de frente, sin pestañear.

Que no es lo mismo aprender que memorizar.

Que no es lo mismo perderse que explorar.

Que taparnos la cara es peor que llorar.


Y que por mucho que intentes evitarlo, de repente, alguien llega, abre la puerta y pierde la llave. Y ni te molestas en buscarla porque sabes que por muchas alcantarillas que la atrapen, siempre será mejor como estás ahora, a como estabas antes.