jueves, 3 de noviembre de 2016

Qué guapo te pones

Buenos días, renacidos. Hoy mi entrada es un grito hacia la belleza. Hacia la belleza de la rutina, de la vida, fuera de los cosméticos que nos reprimen y nos hacen pasar por un sistema de discriminación continua. Cada día somos sometidos al juicio de las personas. Vestimos mal o bien, nos peinamos o no adecuadamente, llevamos o no los zapatos correctos, usamos o no bien el pintalabios. Cada día, si podemos, nos miramos miles de veces en el espejo para gustar, para que los demás puedan decirnos: qué guapo estás. Pero nosotros, no nos lo creemos. Siempre necesitamos más aprobaciones de las personas, más juicios del mundo que de nuestros ojos. Hay veces que ni siquiera sabemos si algo nos gusta y necesitamos la aprobación del otro, el punto de vista de otras personas. Todo es culpa del bombardeo de la vida, de los anuncios, de la búsqueda de la belleza. Todo es culpa de pensar que una persona es guapa cuando alguien dice que lo eres. O cuando muchos lo dicen.Y no es así, aunque lo creamos. Una persona es guapa por cómo piensa, por cómo lucha, por cómo vive. Una persona es guapa cuando come tranquila, cuando duerme roncando o cuando ríe sin freno. Somos guapos por naturaleza. Y sí, podemos maquillarnos y vestirnos como queramos. Pero siempre por nosotros mismos. De la otra forma, es un error.

Y bueno, quiero dejar por escrito que la creación de esta entrada viene inspirada por un texto de Defreds que empieza igual que yo lo hago "Qué guapa te pones". Os animo a leer este escrito, porque es precioso e inspirador. Y, claro, también os animo a leer el mío. La canción que adjunto es La Belleza de Rozalén.

Espero que penséis en estas palabras, renacidos. Mirar al espejo por vuestros ojos, por vuestras opiniones. Sé que no es fácil, en realidad es muy difícil. Pero nadie dijo que la vida fuera fácil, ¿no?

¡Feliz juergues!

PD: La fotografía es de mi guapo, a quién dedico este escrito, claro está. Uri, te quiero.

https://www.youtube.com/watch?v=rQq8Jc6BECg




Qué guapo te pones cuando crees que no te miro y me miras de reojo, viéndome vestida y desvistiendo mis sonrojos. Y cuando te equivocas y en vez de besarme en la mejilla, lo haces en la boca. Como aquella noche perdida en que nos encontramos. Me pillaste desprevenida y aún juro que puedo verlo: el beso llegando despacio, perdiéndose en los margenes de un caluroso verano. 
 Juro que me he enamorado mil veces cuando te he oído reírte. Se me ha acelerado el alma y solamente tenía ganas de desvestirte, para que te sintieras incómodamente observado. Eres guapo hasta recién levantado, y eso tiene delito. Porque no intentas conseguirlo y lo consigues. No te hacen falta dietas absurdas de revistas baratas, mentiras sobre quilos de más o de menos. No te echas cremas para parecer menos viejo, aunque aún seas joven. 

Qué guapo te pones cuando tu equipo termina ganando. O cuando pierdes entre mis brazos. En ambas ocasiones tu sonrisa activa un nuevo escándalo en la prensa. Las noticias vuelan y los periódicos comentan que se han parado las guerras y ahora se hace el amor en las carreteras, a plena luz, en medio de las tinieblas. Hasta las farolas dicen que te queda bien cuando no te peinas. Te hace sencillamente encantador, despreocupado, descarado. 

Qué guapo te pones cuando te cepillas los dientes, cuando comes, cuando cierras la puerta o la abres. Me encanta mirarte leyendo, sumergido en las historias ficticias de cuentos que no se parecen a tu vida pero que te descolocan. O cuando sacas al perro, caminando de espaldas al pasado, mirando de frente al presente, sin importar lo que pueda decir de ti la gente. Y eso te hace además de guapo, inteligente.

Qué guapo te pones cuando lloras, cuando tus lágrimas expresan horas de aguante, romper el esmalte de tu cuerpo. Te resquebrajas sin dejar de ser igual de guapo. Quizás te vuelvas vulnerable, pero eso te hace ser humano. Aunque no lo seas.

Qué guapo te pones cuando piensas, cuando te rompes la cabeza pensando en una solución correcta, la perfecta. O cuando me besas a cámara lenta, dejando que me funda en tus labios y admire tu belleza.

Qué guapo te pones cuando te conozco, cuando no lo hago. Qué guapo te pones cuando me aparto y te acercas, cuando me acerco y te aparto. Qué guapo te pones cuando entiendes mis rarezas, cuando me aceptas y te acepto, cuando ves en mí la luz de tus tormentas. Qué guapo te pones cuando decides quererme, cuando me quieres sin decidirlo. Qué guapo eres sin saberlo ni decirlo. 

Qué guapa me pones por tus comentarios, tus miradas y tus besos. Por como me quieres en exceso, sin trampas ni aciertos. Haciendo de esto, un certamen de belleza dónde no aparecen jueces más allá de la certeza de que te quiero y tú me quieres. Y qué guapos nos ponemos cuando lo sabemos. 


Porque no hay mayor belleza que aquella que se ve cuando quieres que se vea. 

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