sábado, 24 de septiembre de 2016

Acuérdate de olvidarte de mí

Buenas tardes, renacidos. Os escribo un sábado 24 de Septiembre, fecha que coincide con muchas cosas. La primera, con mi día de la semana favorito. La segunda, con mi número obsesivo, mi 24 que hace que el amor crezca con el paso del tiempo. Hoy gracias a esta fecha cumplo 13 meses con la persona que más he querido nunca. Y te quiero, Uri, muchísimo. La tercera es que cae en las fiestas de mi pueblo y todo huele a Feria con algodón de azúcar (¡umm!) y a fichas de atracciones, a adrenalina. Y por último, con el día en que consigo 3206 visitas. ¿Sabéis acaso cuántas visitas son esas? Muchísimas. Esto es un sueño, renacidos, un sueño que espero que no tenga final. GRACIAS.

Mi siguiente entrada habla sobre una ruptura donde el amor y el dolor se mezclan. Adoro escribir sobre el lado trágico de las cosas, creo que ya lo he dicho. Lo mío es el drama, sin duda. Os adjunto a esta entrada el enlace de una antigua canción de Andy y Lucas llamada: tanto la quería. Sé que muchos de vosotros la conoceréis. Espero que os guste el resultado.

¡Feliz sábado de bonitas fechas!
  
https://www.youtube.com/watch?v=b81kOviE7EI&index=1&list=PL7E8B755F2A15EE23




Acuérdate de olvidarte de mí cuando la brisa te recuerde mi nombre. Haz que borre el aire todo rastro de que yo era tu mujer, y tú mi hombre. Utiliza tu manga para hacerlo, haz borrones y pocas cuentas, no utilices la goma, ni ninguna otra herramienta. Intenta no oír al cielo cuando amanezcas temprano, pues él te recordará que siempre estoy cerca agarrada de tu mano en otro planeta donde tú y yo seamos menos nosotros.  

Acuérdate de olvidarte de mí aunque de vez en cuando te acuerdes de mi rostro. Porque ya no quedará rastro de lo que éramos y la resta habrá podido con nuestra suma. 

Acuérdate de olvidarte de mí cuando pases delante de la feria que hace esquina con tu casa, aquella donde nos conocimos sin esperas, ni llamadas. Donde coincidimos con medias sonrisas, un algodón de azúcar y muchas prisas por conocernos. Llegamos lejos sin imaginarlo, vivimos lento aunque no lo fuera tanto. Aquella noche fue para largo, y no acortó nada. 

Acuérdate de olvidarte de mí cada madrugada porque ya no estaré contigo, al otro lado de la cama. No podrás girarte y abrazarte a mi espalda, no podré besarte cuando agaches la mirada. Sé que no te será difícil adoptar otra compañera. Ella te preparará la cena, te querrá a su vera y te contará sus problemas. Será todo aquello que yo ya no era.

Acuérdate de olvidarte de mí a tu manera. No a cuartos, ni en primaveras, sino todo el tiempo que nos queda. Pero a tu manera. Haciendo sencillas las cosas que no lo eran, soportando la soledad hasta que al final ya no se queda. Vaciando las copas que se llenen de lluvia, vaciando de cenizas las pequeñas hogueras.

Acuérdate de olvidarte de mí, porque lo prometiste, porque me hiciste jurar que me dejarías de amar cómo yo debía de hacerlo contigo. Acuérdate de no acordarte de la forma en que te quería, en que te decía que nunca nos separaríamos, cuando te explicaba que eras el hombre de mi vida. Acuérdate de no acordarte de mi risa, de mis despistes, de mis prisas por quererte más y más. De que éramos uno pese a que teníamos dos sombras, cuatro manos y dos ombligos. De que nunca seremos amigos, porque no se puede. Acuérdate de cómo eras antes de conocerme. Quítate esas manías que te pegaste y que eran solo mías, esa forma de lavar los platos, de curarte las heridas, de entender con cuatro palabras las penas que me consumían. Acuérdate de no quererme tanto como me querías, de olvidar nuestros abrazos, de esperarme cada día. 

Créeme cuando te diga que si te pido que te acuerdes de olvidarme no es porque me acordé yo de olvidarte a ti. Es más, creo que tengo poca memoria para hacerlo. Quizás, incluso, tenga poca memoria en muchas otras cosas. En demasiadas. Porque si sé de algo que sí que me olvidé, fue de recordarte que te quería y de pedirte que nunca te marcharás. 

miércoles, 21 de septiembre de 2016

Y volví

Buenos días, renacidos. Creo que es buen día para sonreír. Incluso el cielo lo cree así, ya que brilla más que nunca. Pero me entristece el hecho de que no pueda estrenar por completo mi sonrisa. Hay millones de cosas que no lo hacen posible, que la invierten unos cuantos grados hacia la izquierda - nunca hacia la derecha -. Unas cuantas cosas que tiñen de tristeza el mundo, de injusticia. No hay más que leer o ver las noticias para darte cuenta de ello:
"Nuevos datos sobre la desaparición de..."
"Más aportaciones sobre el caso de corrupción..."
"Un nuevo caso de violencia de género en..."
"España lidera el negocio de los espectáculos con delfines y ballenas en la Unión Europea..." 

Más y más, y más noticias horribles, pintadas con permanente, con datos y más datos... Ay, tan buen día para sonreír, y en cambio, tan pocos motivos para hacerlo...

Pero bueno, dejando de lado todo lo horrible que tiene el mundo, os presento mi entrada. Esta habla sobre el amor, en su faceta más triste y nostálgica, pero sobre el amor. ¡Mi tema preferido!

Junto a la entrada, os dejo el link de la canción "Ahora que no puedo hablar" del prometedor grupo Morat - que, por si a alguien le interesa, irá a cantar en la festa de la Mercé (BCN) mañana día 22 a las 21h - que es de verdad, preciosa.  Espero que os guste, renacidos. Y que pese a todo lo negro del mundo, podáis pintar de amarillo vuestros días. 

¡Feliz miércoles, y ante todo esperanza!

https://www.youtube.com/watch?v=DNGoPtF2G_8


Y volví. Después de tanto tiempo sintiéndome perdida en la felicidad, abrazada a ella como una bombona de oxígeno en pleno incendio emocional. Y volví. Antes de siquiera abrir los ojos para reaccionar, sintiendo el vacío vaciar, dejándome seca y mojada de lágrimas. Sintiéndome nada, viviéndolo todo como una larga nevada que me mantiene alejada del mundo, helada. Muriendo estrellada en la triste realidad. ¡Y qué ciertas son estas palabras! Porque volví.

Volví a la cruda pesadilla del armario sin su ropa, desordenando cajones buscando alguna cosa que me oliera a él, a su camisa. Recobrando el sentido cuando la brisa me trae su perfume en manos de otro hombre. Sin sentir lo mismo, aunque lo buscara, cuando este me toque. Esperando ver su cara, su cabello, su mirada... Y sintiéndome decepcionada, cuando después de tanto, él sigue siendo nada, porque no eres tú.

Y volví. Al baño vacío sin su cepillo, a la bañera estúpida sin su esponja, a la toalla sin sentido que ya no se moja. Y lo peor de todo es que intento volver pocas veces, aunque sea mi casa. Porque las paredes me recuerdan cosas que ya no están, que ya no se hacen. Las peleas y las paces, las reconciliaciones, el bizcocho de chocolate. 

Y volví. Al pasillo sin su risa, perdiéndome en el eco de las carcajadas que me hipnotizan recién despierta. Llorando entre las esquinas cuando la música de su sonrisa se para, se tranquiliza y ya no suena. Cuando el polvo trae silencio ensombrecido, luces apagadas, miedo en un pasillo que ya no dice nada.

Y volví. Sin usar la mesa sin sus llaves, sin abrir la puerta sin sus cascabeles, sin usar la vida cuando duele. Durmiendo despierta entre las cuatro paredes donde hicimos fiesta, siestas y ensoñaciones. Atrapada en un pasado que no vuelve, en una esperanza truncada, en una mesa sin sus llaves.

Y volví a las mañanas sin sus besos,
                          a las tardes sin sus besos,
                                           a las noches sin sus besos.

Y volví al punto exacto donde todo acaba, poco empieza, y mucho se para. Donde nada existe, donde tú lo dejaste. Pulsando el botón pause y vean el desastre. Leyendo en braille las gotas de lágrimas que decoran mi escenario, como un sastre.

Y volví, pero ahora sé que nunca regresé.

domingo, 11 de septiembre de 2016

Frases del mundo injusto en el que vivimos I

Buenas tardes, renacidos. Es curioso cómo de rápido pasa el tiempo. Pasa volando y nunca despega a tiempo, y nunca sabes alcanzarlo. Escuchas un motor que arranca, un soplo de aire, una última bocanada y... ¡zas! Ha vuelto a pasar otro tren a mil por hora, sin descarrilar nada más que fotos y un poco de pólvora, por si las moscas. Sin esperar que te detengas en el andén o sin imaginar que tú querías que él lo hiciera. El tiempo es tan relativo, tan impresionante. A veces no me explico como dos años pueden ser lo mismo, porque está claro que no lo son. No es lo mismo vivir dos años pasados que dos años presentes. Sé que es raro de entender, pero creedme, es más raro de explicar. Ah..., el tiempo. Ojalá alguien lo entendiera, ojalá alguien pudiese verlo. Pero ni se ve, ni se huele, ni se toca. Solamente se ve su sombra y su reflejo. Me gustaría escucharlo a lo lejos, para verle venir y parar a tiempo. Pero eso nunca ocurre. Así es el tiempo.

Y después de esta reflexión tan esporádica, os presento mi entrada titulada: frases del mundo injusto en el que vivimos. Espero que os guste, os haga reflexionar y os anime a cambiar si es necesario. A diario decimos miles de frases interiorizadas que son injustas y crueles, esta entrada es solo una pequeña crítica a ello. Y, bueno, me gustaría también agradecer las 3.038 visitas que tiene este pequeño y discreto blog. No sabéis la felicidad que me hace ver crecer el marcador más y más. Os lo agradezco enormemente, enserio. 

Junto con esta entrada adjunto la composición del fabuloso Yiruma, River flows in you.

¡Feliz domingo y feliz semana!

https://www.youtube.com/watch?v=XsTjI75uEUQ






Hablamos de un mundo justo, lleno de personas justas sin justicia, que hablan lo justo para destruir el mundo, justo cuando menos lo necesita. Y lo destruye. Con palabras que dinamitan, soltando bombas que explotan casi tanto como lo hizo Nagasaki e Hiroshima. Y lo desmoronan, lanzando frases como pólvora, criando niños que sueltan las sobras de sus neuronas. 


"Has engordado un poquito, ¿o es cosa mía?"

¿De qué alardeas? ¿Acaso es mejor morirte de hambre en la azotea, vomitando los complejos de un mundo que te exige un cuerpo que él desea? Porque tú no lo haces. Te obligan a que pienses que es mejor pasarte las horas de entre clase y clase leyendo una revista, que yendo a una nutricionista. Quieren que te imagines más obesa de lo que eres, porque es eso lo que les interesa. Desde hace tiempo no sabes mirarte en el espejo, porque te ves diferente. Y tus amigas o amigos te dicen que tienes que hacer frente a tu peso. ¿Y qué sabrán ellos? Solamente son comentarios hirientes que tú terminas analizando en el baño, apretándote el vientre. ¿Y de qué sirve?


"¿Pobre animalito? Pues que no se hubiera puesto delante."

¿Y quién te puso a ti detrás? Hay cosas de este mundo que mucha gente comprenderá mientras yo siga buscando la verdad. Atropellas a animales por haber llegado tarde de los bares o por creerte Fernando Alonso corriendo por los valles. Yo tengo un patio, un coche y una calle donde moverme, pero ellos ¿por dónde se desplazan? Ellos no quieren una terraza donde ser libres, sino compartir la tierra que les ha dado cobijo, poder criar a sus hijos en los prados, en los montes, en los lagos. Trepar arboles que no sean talados, cruzar carreteras sin que hayan disparos, nadar a contracorriente sin chocar con una fuente de metal que les impida navegar por donde quieran. Ellos no ponen límite a sus metas, corren, reptan o hacen lo que puedan para desplazarse. ¿Quién eres tú para impedirles que vivan, quién eres tú para impedirles que pasen? Ellos merecen tanto como tú, la tierra que pisas. Sin ellos no vivirías. Así que la próxima vez que te encuentres en su camino, se amable y comprensivo; porque uno nunca sabe que te puede deparar el destino. 

"Ella se lo buscaba por ir así vestida."

¿De veras? ¿Acaso me insinúas que por llevar la camisa abierta estoy pidiéndote algo indecente? ¿Quién me prohíbe cómo debo caminar, vestir o hablar a la gente?  Yo no busco nada que no pida con palabras. Puedo ir con falda donde me plazca, y no por eso tienes el derecho de cruzarte en mi camino. Yo no me cruzo por el tuyo cuando vas bebido. Quizás la culpa la tenga aquel que piensa que maneja a las personas o que estas están dispuestas a quitarse la ropa solamente porque lo pidas. No pidas cosas que tu conducta no exija. Si yo quiero desabrocharme la camisa, lo haré y no por eso seré menos mujer. Pero si no quiero ni que me toques, no tienes derecho a tocar mis botones. 

"A mí me da igual lo que hagan, pero si los veo besarse delante mío, me da asco. Es antinatural."

¿Antinatural? ¿Prefieres que bese a otra de forma artificial, engañándose a sí mismo? Yo agradezco que se quiten los complejos y sean capaces de mirarse al espejo diciendo: Yo puedo. Nadie más que yo me puede prohibir no hacerlo. Y lo prefiero. Siempre preferiré ver el amor en los besos, que un amor en los huesos o a escondidas. La vida es para liberarse, no para utilizar parches o etiquetas. Bésalo o bésala sin el miedo a qué te dirán. Todos buscamos el amor y yo quiero que este sea de verdad. No te cohíbas porque te miren de otra forma, es la envidia de aquellos que no arriesgan y por eso no perdonan. Cualquier persona que conozca el amor os entenderá. No verá géneros, sexos o ilegalidad en vuestros besos. Entenderá vuestras miradas, vuestros juegos. Y si no lo hacen, es cosa de ellos. A mí me enamora veros besaros, porque entonces estáis haciendo justo lo que vuestro corazón os ha ordenado. 

"En el amor hay que sufrir."

Pues entonces me niego a amar. Me gusta disfrutar de la felicidad tranquila de mirar al mar, con un amigo, sin tener miedo de que me pueda pegar o decirle yo algo para herirlo. El amor es una tirita que no quema, que no pega, que no duele. Te cose las heridas pero sin alambres ni pesticidas. No te daña, porque sino no te ama. No se burla de cómo caminas ni de cómo hablas. No busca paréntesis para encerrar tus ideas; las entiende, opina y siempre anima. No te encierra en cuatro paredes con la excusa de que ya no puedes beber o vestirte como quieres. No te corta, no te sangra, no te pega, no te mata. El amor no es una araña ni una trampa. El amor quiere y desea, ayuda y aconseja. En el amor se pelea, pero no se sufre. No existen armas dañinas ni chalecos a prueba de balas. Por eso, no escuches frases que te digan lo contrario, en el amor todo lo vale menos cuando te está dañando. 

"No es que sea racista, pero prefiero que trabajen antes los de aquí que los que vienen de fuera, la verdad."

¿Bromeas? ¿Acaso eres mejor por tener otra bandera? Yo apuesto por un mundo sin fronteras, con colores y nuevas lenguas, con platos que te enseñan el poder de la variedad. Me gusta pasear por las calles y escuchar nuevos acentos, saber que no todos somos hermanos pero que venimos del mismo sitio. Entender cada costumbre, religión; y entenderlo de corazón, no a voces. Quiero un mundo con y sin colores, con pieles que no nos juzguen, con ojos que nos engatusen. Me gusta conocer nuevas palabras, que tejan cumplidos de otras naciones. No tenemos porque hacer daño o dañar a aquellos que solamente buscan un plato y trabajo. Todos tenemos necesidades parecidas pero hay quienes no conocen siquiera que es una cocina. ¿Qué te cuesta trabajar con alguien de otra ciudad? Puede cambiar algo su mentalidad, pero como en todas las personas. Nadie es igual que nadie. Y ahí radica el encanto. No todos somos blancos, ni todos norteamericanos. No todos estamos pasando el mismo verano. Hay quienes venden pañuelos por las carreteras y otros que se alimentan de cosechas de dinero. Y todos nos mudamos, algún día. ¿Cómo te sentirías si no te dejarán alquilar una vivienda o conseguir un trabajo? Creo que si piensas en eso, quizás comprendas un poco como se sentiría cualquier ser humano.


"Ellos no sufren."


¿Se supone que esto lo reconocen aquellos que no están en sus pieles? ¿Cómo tenéis el poco juicio de decir que un animal cuando sangra no siente como se queman sus entrañas? Es absurdo y de estúpidos creer, que la agonía de un animal existe para nuestro propio placer, para que la humanidad pueda crecer. Porque agonizan. ¿Qué es sino esa mirada cristalina, esos gritos que agudizan, esos imploros de su piel divina, esos llantos de miedo tras la cacería? Tienen miedo de perecer y huyen, atándose con cuerdas de alambre al barrote que los enjaule. Se supone que no sufren, pero su sangre se derrama. Cae como una cascada por su piel morada, ensangrentada. Sienten cada punzada, cada espasmo, cada apuñalada. Sus gritos se clavan en el alma cuando les envisten, cuando un ser vestido galante, de forma espeluznante, le ataca. Se retuercen, sintiendo la sal en sus llagas, la maldad cerrada en una palma con su instrumento. Podéis decir lo que queráis, pero nadie calla el tormento de un animal cuando el dolor tiñe toda su realidad. 


Frases. Frases como aves que vuelan a tu cabeza, anidando tu razón, manipulando tus sentidos. Frases. Frases que tú haces sin mala intención, que disparan al corazón cuando apuntas con el láser. Frases. Frases inventadas a punta de espada, clavadas en un colectivo que las cosecha y regala; dando lecciones equivocadas. Frases. Frases comunes, frases realzadas. Frases que disfrazas con palabras trucadas. Frases que hieren, frases como lanzas. Frases. Frases que pasas por fases hasta que el corazón te cambia las vocales. Frases que te ofenden hasta que dejan de importarte. Frases. Frases de veneno que repartes, con las que debemos acabar antes de que sea demasiado tarde.  

miércoles, 7 de septiembre de 2016

Despedirte

Buenas noches, renacidos. Hoy os vuelvo a hablar desde mi nido, en aquella ciudad de aviones catalanes que esperan llegar hasta vuestro destino. Me entristece regresar por el hecho de tener que partir de mi segundo hogar. Mi querido pueblo es la segunda versión de mí misma. En él he vivido momentos y hechos que de no ser allí, jamás habría vivido. Estoy segura de ello. Pero del mismo modo que todo empieza, todo acaba. Y para mí, el verano acabó el lunes. Así que a partir de ahora estamos en la franja entre el verano y el otoño, algo así como el veroño. Aunque suene horrible... Pero bueno. Bienvenido, veroño. 

Os traigo una despedida. Aunque no será la única que haré. La escribí la última semana que estuve allí y por eso quiero escribir otra que empape de sentimientos de nostalgia, la entrada de este blog. Espero que os guste, renacidos. Vengo con las pilas cargadas y espero que vosotros igual. ¡Empieza la nueva temporada! ¡Feliz miércoles!





Despedirte y marchar. Marcharte lejos, fuera de aquellos prados amarillentos, de aquellos ríos con los que sueñan en el desierto. De aquellas miradas que invitan al frío a colarse por tu abrigo. En verano. Arrastrar recuerdos, momentos y pasados. Como una cadena que se va enganchando por donde pasas, que se queda anclada en las palabras que dijimos. Y que se marchan.


Despedirte y no callar porque de nada serviría mentirte. No callarte todas las lágrimas que anidan en tu pecho, desnudo o envuelto; lo que querías decirle; o el blanco de tu techo, el que habla de momentos irrepetibles que tú piensas repetir, pero que ellos no quieren llegar. A ninguna parte, a ningún sitio. Que se pierden en las vías, intentando un reencuentro que no llega a buen puerto. Porque hay barcos que se hunden antes de aprender a zarpar. Porque hay despedidas que llegan y no se pueden callar.


Despedirte con el arrepentimiento en los bolsillos, a punto de caerse, de perderse en aquel orgullo que cosiste a tu espalda. Para que nadie viera pero que te lleva de cara a decisiones que no te aportan nada. Y te apartan, porque te dejan a un lado como cuando quitas una coma al cero que llevas delante. Dejándolo aparte, insignificante. Y te arrepientes de no haberte despedido antes.


Despedirte y caer. Caer en la cuenta de no saber contar más que los latidos que bombean tu corazón, de no encontrar la razón del porqué te fuiste sin revolver la ecuación. Caer sin caparazón, con capa, multiplicando por diez el error. Y te equivocas, cayendo de nuevo en el dolor de la nostalgia. Despidiéndote caída con la capa. 


Despedirte y voltearte. Moviendo el cabello para despeinarte y sentir la pena amaestrarte; para saber que sigues viva y que sea cual sea la parte que aún te anima, seguir adelante. Porque la vida no está hecha para cobardes y a veces es mejor hacer mil despedidas necesarias cuando te das cuenta de que no te aportan nada.


Despedirte y acabar. Sin acabar tarde.