como excusa.
como razón.
como premio.
Perdóname tiempo si te pierdo o lo hago yo mismo, si no entiendo el sentir de sentirte o de no hacerlo, si me enfado por no verte o descubrirte a mi lado cuando me miro y me veo con tus ojos. Debes entender que me falta tiempo para entenderte y entenderlo, para describirme como cambiante, como ser manejable a tus manos, a tu ojos, a mi forma. Sabrás que de nada importa conocerte porque nunca se termina de hacer ya que cambias, como lo hacemos nosotros, como yo mismo lo veo cuando el viento se mueve y yo me quedo quieto. Entenderás que debo buscarte aunque estés a mi lado, aunque nunca te hayas ido... Quizás sea la única forma de entender que siempre te escaparás de mí cuanto más cerca te tenga, porque igual que yo me escurro entre tus dedos, tú lo haces entre los míos.
Perdóname tiempo, por no perdonarme a mí primero, por esperar que aparezcas y no me desaparezcas de tu duelo, por crearme una imagen que de nada se parece a la que luce el espejo. Que ya no tengo todos mis dientes, que tengo menos largo el pelo, que me sobran arrugas y ahora me pinto los labios. Pero...
¿Qué soy? ¿Qué tengo? ¿Qué parte de mí creo?
No me despedí de ti, al menos no en otra de tus formas. Te descubrí entre cremas demasiado altas, entre noticias de sobremesa, en velas que se apagan. Te descubrí pero no a mí mismo, ni a la simbiosis que formaríamos desde aquel momento. Te descubrí sin describirte y no me despedí porque antes lo harías tú, de mi otro cuerpo, al menos.
Quizás hasta se me olvide esperarte. Quizás no te busque en mi reflejo. Quizás solo seas otro tiempo que en nada se parece al que ahora celebro. Quizás ahora te entienda porque ni yo mismo me entiendo...
A destiempos y con prisas.