miércoles, 21 de febrero de 2018

Reflejada en un vaso

Buenas tardes, renacidos. Hoy hace un día extraño, ni llueve ni deja de hacerlo. Al menos por Barcelona, claro... Pero me gusta esta pequeña pausa, esa sensación de estar en el margen de lo que está ocurriendo y de lo que puede o ocurrirá. ¡Hay tantas cosas en el tintero, renacidos!

Podría hablaros de millones de cosas. De cosas nuevas que están pasando y de cosas que espero que ocurran de aquí a poco. Por el momento, os cuento que seguramente apareceré menos por aquí. Sí, me temo que sí. Si todo va bien, empezaré un voluntariado que me tiene muy ilusionada. Es en un hospital e implicaría una labor preciosa que me tiene muy emocionada!! Aún espero respuestas, pero todo a su tiempo. 

Por otro lado, sigo probando suerte enviando mensajes a más editoriales. En concreto, tengo una a la que ya he enviado mi manuscrito y que por el momento, tiene interés por saber más de mí. Ojalá, crucemos los dedos!

Y poco más que contar por hoy... Os traigo una nueva reseña, la primera que publicaré en Edición Anticipada, un espacio de la editorial Caligrama que, si no os he comentado en otras entradas, consiste en que me envían libros y yo debo leerlos y hacer reseñas. Demasiado renacer como para dejarlo escapar, ¿no creéis? Así que en eso estamos. 

¡Espero que os guste y os anime a leerlo! 

¡Feliz miércoles! 



SINOPSIS
Hace tiempo que Rubén Alday busca refugio en el fondo del vaso. Sus tiempos de escritor de éxito han quedado atrás y solo el alcohol logra llenar su vacío. Por eso acude cada tarde al mismo bar en busca de la anestesia que le calme el dolor. Y todos los días la chica de mirada triste se sienta frente a él, escondiendo su pena tras un libro.


Poco a poco el novelista acaba idolatrando a esa curiosa musa, hasta que descubre que ella es su última oportunidad para escapar del abismo. Pero cuando al fin reúne valor para hablarle, la chica no se presenta en el bar. Al descubrir que su musa ha sido asesinada, Rubén inicia una desesperada investigación para encontrar al culpable y vengar su muerte.



RESEÑA ENTRE PALABRAS

Reflejada en un vaso. Esa es la sensación que he tenido en todo momento al leer este libro. Al principio, no obstante, creí que me sentía en el fondo, dónde la mirada melancólica de Triste, perdía toda esperanza de salir de él, dónde el protagonista ahogaba sus penas y sus palabras por el miedo o la vergüenza de enfrentarse a la vida. En el fondo creo, que todos se van ahogando en cierta manera en una historia que parece triste y dramática, dónde el autor nos narra la vida de un hombre fracasado que sólo sabe encontrar consuelo en su rutina alcohólica y denigrante. 

Pero no. En todo momento, nos encontramos reflejados en el vaso, quizás más detrás de él que en el fondo. Nos encontramos nosotros y los mismos personajes, pues Triste, no deja de ser el reflejo que da Sílvia sobre el cristal que ahoga sus penas. Es la apariencia que se gana por la tormenta que vive, por el dolor que mantiene su corazón encogido y que refleja en cada uno de los vasos que visten su garganta. Pero, ¿y Rubén? Quizás el reflejo que ve en aquella chica, a través de su vaso, no deja de ser el reflejo que él mismo proyecta en el mundo. Quizás no ve en el vaso de Sílvia tristeza, sino en el suyo propio; en el de un hombre triste que ha perdido la inspiración, la emoción por la vida y las palabras de camino a una rutina manchada y marcada por la bebida y las decepciones. Además, incluso la obsesión de Rubén por la desconocida, nos puede recordar al reflejo que hace él mismo sobre Triste del amor incondicional, a primera vista o real. Él refleja esa emoción en una desconocida que no hace sino beber en un lugar frío de Vitoria. 

Y, a la vez, nosotros y el autor, reflejamos en el personaje central tristeza, lo culpamos de la rutina que mantiene viva su existencia y le cargamos de todos y cada uno de los prejuicios que aprendemos de la sociedad, reflejando nuestra propia opinión sobre un personaje que bien puede ser feliz en esa vida, pero que a nuestro parecer y al del propio autor, no es así.
Quién sabe...
En cualquier caso, el libro habla de vasos que reflejan, de espejos con olor a resaca y de la obsesión de un escritor por aclarar la muerte de aquella que cree estar enamorado. 

Sin embargo, desde una mirada crítica, considero que la historia podría dar mucho más de sí. No estoy diciendo que sea necesario escribir demasiadas páginas para conseguir un mejor resultado, pero creo que la forma de narrar los hechos es demasiado rápida. Y es que, desde mi punto de vista, el género de novela negra, merece más. Merece parar atención a cada momento de la trama, a engancharse en cada nuevo punto al que se llegue y no encontrar de forma tan rápida todos los acontecimientos. Quizás lo que necesita es tiempo, tiempo para hablar pausadamente de quién es Rubén, quién es la inspectora, quién es Silvia y qué ocurre alrededor mientras se mantienen los diálogos.

Como conclusión final, os recomiendo leerla. Todo escritor merece ser leído y toda historia merece ser contada. Lo que yo he encontrado en este libro es una reflexión acerca de cómo entendemos la vida, cómo comprendemos el amor, y de qué manera todo lector acaba reflejado en el libro que lee. 


Sólo me queda desearos que os reflejéis en el vaso de esta novela negra y disfrutéis de la melancolía que baña cada palabra en tinta. 

lunes, 12 de febrero de 2018

¡Llora!

Buenas tardes, renacidos. Mi idea de ir pasándome cada semana de momento se está cumpliendo. Y sí, sigo esperando noticias. Noticias para mí, para vosotros y para todos. De momento, toca esperar. Sin desesperar si es posible.  

Para no irme enrollando en explicaciones de mi vida que seguramente interesan poco, os introduciré mi nueva entrada. Es la tercera entrada con homenaje a poemas que os presento y estoy muy contenta de ello. Esta vez os traigo un poema de Gustavo Adolfo Becquer, uno de los más grandes de la historia. Y, de nuevo he homenajeado uno de sus grandes poemas, en concreto, rima XVIL. Lo he homenajeado como con los otros precedidos, usando su esquema de base, pero variando en cierto modo la forma de expresarse. Yo no soy Becquer, ni podría serlo aunque quisiera. Él es único y yo solo una renacida que ama su trabajo, su poesía, sus palabras. Por ello, espero que guste y no sea para nada un insulto al maravilloso poema que él nos escribió. No hay que hacer comparaciones, solo leer y dejarse renacer.

¡Espero que hayáis pasado un buen martes y hasta la próxima!

¡Gracias por las 5840 visitas, sois muy grandes!




Como en un libro abierto con olor a olvido, sangrando por el fino hilo que antes cosió su cubierta, ahora rasgada, leo en tus pupilas una lágrima quemada. Y sé que la quemaste intentando engañar al espejo que tienes delante, que te lee con guantes de plata mientras tú esquiva, te deshaces las lágrimas a sonrisas. Sin embargo, ¿qué gana fingiendo el labio, risas que desmienten tus ojos? ¿Te piensas que no lo noto? ¿Qué pasa para mi desadvertido ese brillo empolvado? ¿Esa mirada de tus ojos? 

¡Llora! No sientas vergüenza de gritar con sollozos que me quisiste un poco. O que fue demasiado. No hay nada de malo en amar desfasado o con sobrepeso. 

¡Llora! Nadie te escucha. No pueden juzgarnos. Nadie puede decir que lloramos en vano. Y si lo hacen, ¿qué nos importa? ¡Qué hablen, qué nosotros lloramos por algo más importante!

¡Llora! ¿Qué más da si nos miran?

Ya ves; yo lloro... y no lo hago a escondidas. 

martes, 6 de febrero de 2018

¿Enteros o no?

Buenos días, renacidos. No hay nada más bonito que escribir o vivir bajo la lluvia. Llevamos unos cuántos días en que el cielo está encapotado pero nadie lo quiere desencapotar. Me alegra saberlo, porque la tranquilidad de un día de lluvia, no se puede comparar con ningún otro. No sé si es el silencio en las calles o el sonido de la lluvia al impactar contra el cristal, lo que crea esta tranquilidad. Pero me encanta. 

Antes de empezar a introducir mi nueva entrada, me gustaría agradecer a los seguidores que se han incorporado nuevos que hayáis decidido dar el paso y cruzar el umbral. Somos 23, pero yo sé que hay más gente que escondida lee este íntimo blog. Sois increíbles y me hacéis tan feliz que creo que las palabras vuelan... Muchas gracias, chicos. Hacéis de este, mi pequeño sueño, una realidad cada día.

Además, también me gustaría añadir cositas nuevas que están ocurriendo esta semana y que me tienen algo ocupada. Las necesito contar para creérmelas un poco más y manteneros informados sobre lo que pasa a mí alrededor. La primera de ellas es que esta tarde voy a enviar mi manuscrito por fin a una editorial. No es nada seguro. De momento solo quieren leerme, saber un poco más sobre Anna, la protagonista de este libro. Lo importante es que va a sobrepasar un poco más la frontera que existía. A día de hoy solo he compartido esta historia con mi madre, la mujer que ha hecho que me enamore de las letras desde que era pequeña. Pero ahora, eso se ha acabado. Y estoy muy emocionada!! Cuando reciba noticias, os iré comentando. Lo prometo.

Otra razón de que esté tan ocupada es que estoy pensando nuevas secciones para el blog. Quiero que siga creciendo, que tenga más contenidos para ampliar el repertorio. Entre ellas, voy a dedicar un pequeño espacio de audiopoemas a narrar con otras personas, las entradas que voy publicando. Creo que es una bonita forma de presentar las palabras, viniendo de la voz de personas tan increíbles como las que os presentaré en cada audio. 

Y bueno, de momento poco más os puedo contar. Hay más cosas en el tintero, pero ahí siguen, entre tinta. 

Espero que os guste esta nueva entrada que como veréis no mantiene tanto la línea de prosa poética, sino que incita más a la reflexión sobre cómo entendemos el mundo y cómo nos venden este. 

La imagen que hace de portada de esta nueva entrada, es una fotografía tomada en mí bonito viaje a Calella, un lugar que hay que visitar.

Espero que os guste y si os animáis y queréis, dejad vuestros comentarios. Pensad en qué opináis vosotros sobre la vida y las mitades. 

¡Feliz martes y gracias por las 5765 visitas!



Inclinada sobre un ángulo recto, formado por el paralelismo infinito que existe de vida y de descanso, descubrí que ni nos sumamos ni nos restamos, nos multiplicamos por uno. Por un beso a ciegas, por una foto descalzos, por un paisaje en llamas, por un recuerdo borroso... Y de esta manera no vamos siendo más y más, no empezamos siendo poco y acabamos siendo mucho. No necesitamos más cantidad de estímulos para crecer, para dar frutos. Sino que, poco a poco, aquello que siempre fuimos termina siendo el resultado de lo que vamos siendo al largo de la vida. Siempre diferente, pero con la misma esencia. 

Sin embargo, no es así para el resto del mundo. Fuera de ángulos y geometrías, como si esto fuera tan sencillo, nos dicen que somos la suma de cada una de las cosas que vivimos al largo del día, al pasar la semana, al llegar al año. Nos sumamos y restamos con cada acción que pasamos, como si fuera tan fácil alterar nuestro resultado. 

Dejamos a nuestra pareja, lloramos por la muerte de alguien, nos equivocamos de puerta, y esto nos lleva a restarnos. ¿A ser menos nosotros? ¿Y más como quién? Porque la conmutación es así en todas partes. ¿O es que acaso sólo nos quitamos? Nos bajamos durante un instante del tren de madurar y crecer, y ¿en qué parada subimos? ¿En cual nos hayamos? ¿Dónde se quedó aquel tren que nos dio cobijo, que nos guiaba hacia un destino que ahora está alterado?

Yo considero más sencillo creer que somos lo que siempre fuimos, pero con un sinfín de números por el medio, desordenando nuestra cabeza y nuestro bolsillo. Dejando que se nos pierdan hilos y nos deshilachemos, pero que siempre seamos nosotros; el mismo ovillo con el que empezamos a enredar la vida. Porque nadie nos quita o nos suma tanto como para perdernos. ¿Realmente alguien siente que antes era menos? ¿Que ha ido subiendo desde cero? ¿Y qué pasaría si no lo hiciera? ¿No sería el mismo? ¿Y entonces quién sería?

Es complicado entender cuánto nos mienten diciendo que somos una mitad incompleta. ¿Incompleta de qué? ¿Qué significa estar entera? Muchos dirán que el amor nos hace completos, que saber de ciencia o de lengua nos hace ser un producto entero. Pero, ¿de verdad lo pensáis así? ¿Que sin esas cosas, sin todas esas sumas que no son más que una multiplicación por uno, no seríamos nosotros? ¿Estaríamos incompletos?

Seríamos igualmente nosotros. Porque nada nos da ni nos quita tanto como para perder quienes somos. 

Y a mí, personalmente, me fue bien saber que ni nos sumamos, ni nos restamos, nos multiplicamos por uno. Por todos y cada uno de nosotros, de lo que vivimos, de lo que no, de lo que deseamos o de lo que nunca quisimos. Y siempre tendremos el mismo resultado, pero la magia de la diferencia, se centra en que no todos multiplicamos 
                     con los dedos.