miércoles, 19 de julio de 2017

Audiopoema: el hombre que bronceaba su corazón


Buenas tardes, renacidos. ¿Habéis sido alguna vez la tirita para alguien? Esa que intenta coser heridas, sanarlas o hacerlas cicatrizar. Esa que suspira en la nuca de alguien para quitar los nunca de su vida, para ser los para siempre... 


Puedo imaginar esa sensación de hormigueo en los dedos, ese agotamiento de intentar algo imposible. Y es que muchas veces, el amor trae consigo barreras, obstáculos y muros. Y nos volvemos tan obstinados que chocamos y volvemos a chocar una y otra vez, hasta que al final, las heridas son nuestras.


Hoy, 19 de julio, os traigo un nuevo audiopoema que habla sobre ello, que pretende aterciopelar las crudas palabras escritas en la entrada: el hombre que bronceaba su corazón. Deseo que os guste, que no os defraude con este intento de ponerle voz a las palabras, de poner ritmo a los versos. 


Espero que os guste renacidos. La música utilizada de fondo se titula "Don't cry" y encontramos su enlace más abajo. Por otro lado, la maravillosa imagen es un cuadro de Leonid Afrémov.


¡Feliz miércoles!


https://www.youtube.com/watch?v=puYRe3YbZRg


PD: Aquí tenéis el vídeo, que lo disfrutéis!









jueves, 13 de julio de 2017

Después del amor II

Buenas tardes, renacidos. El calor cada vez  es más insoportable... Odio el verano, decidido. Será muy bonito ir a la playa, las noches de fiesta, la piscina, el sol, pero... Bueno, quizás no lo odio. Pero le tengo un poco de manía... Estoy intentando escribir y no hago nada más que sudar! 
En fin, espero que a vosotros se os esté dando mejor el verano que a mí, porque no soy muy buena con esto.
Mi nueva entrada, renacidos, es una segunda parte de una entrada que ya escribí hace un tiempo. Esta primera entrada se titulaba "Después del amor" y hoy he decidido darle una segunda parte, ampliar más el contenido de esta. Aunque se pueden leer separadas y no se altera nada el sentido. 
De nuevo contamos con una estructura parecida en la que cada "estrofa" empieza con la palabra cuentan o con algo parecido. No quiero dar muchas pistas, prefiero que lo leáis y juzguéis vosotros.

Os dejo, pues, mi nueva entrada: Después del amor II. Adjunto de nuevo, una ilustración de Sara Herranz y os animo a echar un vistazo al libro: todo lo que nunca te dije lo guardo aquí. HIPER RECOMENDADO!

Y, además, añado una canción que me encanta y que creo, va muy acorde con la nueva entrada. Se llama ahora quién y es de ZPU. Si podéis, oídla! 

¡Feliz juernes!
https://www.youtube.com/watch?v=sjEtJr_Od2Y



Cuentan que ya no te valen las estrellas para pedir deseos, que perdiste la ilusión en ellas hace demasiado tiempo. Que eres más de contar los días, despedidas y premios. Que te vale con un pedacito de vida, que ya no tienes sueños...

Cuentan que ya no besas con los ojos cerrados, que siempre los mantienes abiertos por si el amor decide escaparse, para que puedas atraparlo y mantenerlo a tu lado, escondido en la sombra de tu árbol, camuflado. Y con ello pierdes los latidos y los besos se hacen más amargos, más fríos, más esclavos. Y con ello pierdes la noción de todo creyendo que los largos son cortos exagerados. Hiperboleando.

Cuentan que me has olvidado, que fue cuestión de tiempo, que pasaron otros cuerpos y te ayudaron. Curaron y sanaros tus heridas con tequila barato, con te quieros de segunda mano. Pero estos están demasiado usados y pican. Pican los para siempre desgastados en tus bolsillos, unos para siempre que se han ladeado y roto sus esquinas. Unos para siempre en los que solo quedan las esquirlas cuando se han marchado pasando por la cocina. De lado a lado y tiro porque me toca, porque me hubiese gustado que me hubieras seguido tocando. Pero yo ya no tocaba, me habías cambiado.

Cuentan que tu ventana siempre está cerrada para que el viento no traiga mi fragancia, que te da miedo salir a la calle por si te cruzas en mi camino, que no quieres beber aquel vino que conjuramos entre sábanas. Si te sirve de consuelo, no he vuelto a probarlo, ni abrir mi ventana, y cuando salgo a la calle me aseguro que sea tu hora de trabajo, y así no nos encontramos.

Pero cuentan demasiados cuentos de nosotros. Cuentos en los que no se huele ningún fueron felices, sino se comieron las perdices y se fueron a casa, cada uno. Olvidándose las coronas, los dragones y las torres en el rellano de la puerta, junto con las armaduras y los hasta nunca. 

Cuentan que ya no cuentas tus penas a nadie, que ahora eres silencioso, que te gusta caminar solo y que el sol sea tu cuna. Que no has vuelto a sentir amor por ninguna, pero sí has vuelto a conocer a otras. Que duermes con un ojo medio abierto por si alguna día te descubro desnudo junto a otra dama, por si algún día vuelvo y pido mi cama... Pero no lo haré. 

Yo les he contado que prefiero no volver, que no podría aunque quisiera. Juré que no volvería a doler, que el querer era mucho más que eso, era mucho más que nosotros. Y que este no se desbordaba por el vaso medio roto, y manchaba todo a su paso. Juré que aprendería a no descorcharme el corazón, a no fusilarme a lágrimas el pecho y a no anudarme más en el lecho que iba tejiendo con cada nueva discusión. 

Yo les he contado, amor, que no podemos volver a vernos. Que quizás nos vemos en otras manos que acaricien nuestros cuerpos o en otros vasos que sostengan los te quiero. O quizás te vea paseando otro vestido y tú me veas a mí con otros zapatos. Pero en realidad, no nos veremos. Mantendremos ese contacto en la retina, en el plato que nunca sale de cocina pero se mantiene tibio, a la espera.

Por eso, si te cuentan que te he olvidado has de saber que están mintiendo. Olvidarte sería olvidarme y aunque cuentes a la gente que tú ya lo has hecho, sé que en realidad, nunca podrás hacerlo.

Y que le cuenten ese cuento a otra.

lunes, 10 de julio de 2017

El hombre que bronceaba su corazón

Buenas tardes renacidos! Hoy que quería un poco de sol, ha durado nada y menos. Vaya con el verano, se ha puesto graciosito! Y yo me he levantado con muchas exclamaciones!!!!¡¡¡¡Así que voy a controlarme.
Ya que el día va de playas y de veranos, a partes iguales, os traigo una entrada que habla sobre... TACHÁN-TACHÁN... El amor. No digáis que como siempre, porque a veces vario. Y además esta entrada es algo diferente, no os quejaréis. Habla sobre el amor y utilizo la playa y el verano como recursos para explicar una corta historia de amor. 

Y bien, además os traigo una canción que me encanta desde que la oí y que creo que va muy acorde con la entrada: Malibú, versión Bely Basarte. Os la recomiendo.

Espero que estéis pasando un bonito verano, pequeños renacidos. Os merecéis un verano eterno.

PD: La foto soy yo en Mallorca. Bonito lugar.

https://www.youtube.com/watch?v=chLwsFeFB_A&t=57s




Y me invitó a bañarme en las costas de su playa como quién ofrece café tras la batalla, en son de guerra, en son de empezar a luchar con las palas aun sin saber las reglas, aun sin saber las bandas. Y juro que naufragué en el minuto que toque con un dedo su iris, en el minuto en que se hizo más eterna la frontera entre el mar y el río; la lluvia y el cielo; el arroz y el trigo. 

Busqué sombra entre sus hombros pero lunas de otras noches me avisaron que no quedaba grano de arena sin conquistar, que todo se había reducido a un absorbente sol, que pronto absorbería al mar, el amar y toda la vida a su paso. Que se derramaría el vaso que yo sostenía. Que no servirían algunos 'quizás' pasados por agua. Que más valía un NO, que un puede pasar. Y que yo pasaría y terminaría de pasar, como las olas que rompen el mar en mil pedazos. 

Acurruqué mi palidez en su espalda, por si el sol decidía acariciarme, contando las quemaduras y cicatrices que cosechaba, que hacían de ella una tabla para saltar crestas, una roca para las sirenas, y una pequeña amordaza para el alma. Bebí la espuma salada que salía de su piel quemada, y me llenó de nostalgia. De una nostalgia que una no puede librarse ni con crema solar, ni esperando cuatro horas y medio después de 
                                                desayunar-
                                                       -te.

Le pedí que bronceara su pecho, que buscara el anclaje perfecto para unir nuestros dos cuerpos, que yo podía hacer más agua en aquel desierto, más lunas en aquel infierno. 

Pero poco se puede esperar de un hombre que deja conchas en su camino para no perderse, que se quita la arena de sus chanclas y que nunca deja ni rastro de sal en sus labios, olvidándose de otras bocas, de otras promesas. Que quizás la orilla se lleva la marea pero siempre deja un rastro agridulce tras su partida. 

Y es que, a fin de cuentas,  poco se puede esperar de un hombre que se broncea el corazón para no quemarse, para pasar de puntillas y no tambalearse en el trampolín de la vida. 
Poco se puede esperar de aquel que se pierde en el mar siendo tan océano...