lunes, 30 de noviembre de 2015

Hay lugares secretos

Buenas tardes, hoy es el último día de noviembre del 2015. ¿No os parece increíble que el tiempo pase tan deprisa creyendo que pasa tan lento? ¿Cuántos de vosotros no se os ha hecho larga una hora y pensabais que el tiempo se había paralizado, que las manecillas no se movían? Creo que a todos aunque haya sido una sola vez en este mes. En mi caso ha pasado más de una...
Ahora me pongo a pensar y se me viene a la cabeza que nunca más volveré a hablar sobre el 30 de noviembre de 2015 sino es en forma de pasado. Y es muy posible que hoy haya sido un día increíble para muchas personas. Y para muchas tantas habrá sido un día normal, o malo. Pero jamás volverá a repetirse, como tampoco se repiten los mismos hechos, frases, momentos, casualidades... Es curioso como es el tiempo, los días, los segundos que vuelan sin cesar. Van y vienen, pero nunca vuelven.

Bueno, hablando ahora sobre mi entrada, esta se titula "hay lugares secretos" y trata sobre la magia, la fantasía y las leyendas. Esto se debe al acercamiento de la época más mágica del año, en la que los sueños se materializan o no, en cierto modo: la navidad. Con el paso de los años vamos dejando de lado nuestra parte más irracional para empezar a medirlo y calcularlo todo. Pero nunca podemos dejar de creer en el país de Nunca Jamás, en el conejo debajo de la chistera o la puerta que nos lleva a Narnia. Hay que mantener la mente bien abierta y los sueños bien arriba. A raíz de esto nace mi entrada, que espero que os guste y os acerque aunque sea un poco hacia vuestra infancia. Como base encontramos un fragmentos del ballet de Peter Pan, un ballet que me encanta. Feliz tarde y aprovechad de estas horas que nunca más se repetirán. 





Hay lugares secretos, que nadie conoce porque nadie lo ha permitido. Fuentes que parecen cascadas de eterna juventud, que traen brillo al más profundo ataúd. Caminos que parecen eternas bifurcaciones y que te hacen pensar sobre si el más corto es realmente el más seguro, el más apropiado, el menos oscuro.  Sendas sacadas de cuentos, supervivientes de momentos, de fechas, de sueños. Hay castillos inmensos que se es esconden entre los muros de piedra, y otros que lo hacen entre apariencias, tanto si son o no ciertas. En cambio, hay otros tantos transparentes, incapaces de ocultar sus haces de luces, sus armas, sus tenaces almas. Existen también seres extraordinarios perdidos entre las montañas, escondidos entre cada una de las casas. Mitos y leyendas que se ocultan bajo una mascara, y que creemos que son ficticias, que son falsas, cuando en realidad explican unos hechos contrastados, confirmados, extirpados. Los espejos llevan a la perdición, nos hacen creer en su ficción, en el horror que cierne cada mala decisión. Hay esencias que se esconden entre cielos u océanos, fortunas o desastres, costureras y sastres.  Existen sendas jamás encontradas, con guerreros, magos, ninfas y hadas. Historias que se confeccionan en cada casa, en cada pequeña estancia y que muchas veces no salen de su fachada.  Hay lugares que se esconden en una mirada, que tienen acceso con una llave mágica, confeccionada con las palabras. No existe el abracadabra, pero sí la cueva macabra en la que matan por dinero, que se congelan por el dorado, que llevan tesoros, anillos, y mucho monedas de oro colgando. Los trucos se inventaron para desprestigiar el don, para creer que todo es ficción con un mal telón. Hay colinas que ponen la zancadilla, ardillas que hablan, que cantan, que bailan. Existen las sirenas, los monstruos, las arañas. Los tres tejen mentiras para huir de las manos humanas, pero sólo las arañas caen en su propia trampa. Pocos conocen poblados encantados, perseguidos por fantasmas, espíritus, antepasados. Ellos moran hasta encontrar su salvación o la perdición de aquellos que le dan captura ya que nadie puede pedir ayuda. Hay puertas que llevan a otros lugares, a otras épocas, hacia traspasar los cristales. Aquellos que muestran una cara, sin su moneda, o una cruz sin pensar sus consecuencias. 

Hay lugares secretos, que nadie conoce porque nadie lo ha permitido. Quizás la solución sea huir o acercarse al abismo. El mismo que nos ata o nos suelta para sí, sin mentir, ni desistir, sin huir o dejar de insistir. De todos modos, si algo sé es que los lugares secretos son para que nunca dejen de ser así.

domingo, 29 de noviembre de 2015

Un eterno verano

Buenas tardes, hoy en un día marcado por el descanso del domingo me he puesto a confeccionar una nueva entrada. La confección ha tenido lugar en mi habitación sin parar de recordar el total de visitas que lleva renacer entre palabras. Es maravilloso imaginaros en vuestras estancias buscando en el ordenador o teléfono móvil mi página (y vuestra) y dejándoos seducir por aquellas palabras que salen de mis dedos, de mi mente y claro está, de mi alma. Os agradezco tanto esas 1140 visitas. Implica tanto esfuerzo por vuestra parte y tanta felicidad por la mía. Sois la consecuencia de mi felicidad, del cumplimiento de mis sueños poco a poco. Miles de gracias renacidos. 

Mi entrada, en esta tarde de domingo se titula "un eterno verano" y hace referencia al amor y desamor, dos temas que por desgracia están muy relacionados.  No obstante, en esta historia no hablo sobre dos personas que se dejan de querer sino en como el tiempo ayuda a que se separen. Hay tantos amores que se quedan perdidos en las agujas del reloj... Quizás porque en el fondo no sean tan amores, o quizás porque no son conscientes de todo lo que pierden. Bueno, esta entrada tiene como música de fondo la banda sonora de "The reader" y una pintura de Dorina Costras. Espero que paséis un feliz domingo, una buena semana y os agrade la entrada. 

https://www.youtube.com/watch?v=AtEOegVwF1c 



Nos conocimos en nuestro verano eterno, en aquel junio que parecía el foco de todo lo que existe en esta Tierra. En aquel parque que permanecía gracias a la fuente que daba frescor a aquel ambiente, sueños a todos los durmientes, cobijo a los supervivientes de la primavera, del tiempo que no espera, de las personas que no conocen de terceras. Las horas eran marcas a fuego lento en nuestra piel, en nuestro cuello, en aquel cielo que traía una felicidad inexistente en días de invierno. Los segundos paralizaban el verano invitando a Julio a quedarse, a permanecer, a nunca marcharse. El parque se convirtió en nuestras citas, en nuestras idas y venidas, en cada una de nuestras sonrisas. Llegamos a pensar que aquella fuente nos proporcionaba el agua de la vida, que no sólo nos hacía compañía sino que nos proporcionaba paz, seguridad, eternidad. Día a día construimos un jardín en aquel paraíso, lo llenamos de besos, de caricias, de compromisos. El calor que reinaba en aquella estación nos confundió las ideas, nos convirtió en prisioneros de la vida, felices por haber encontrado entre los jardines a dos personas que se querían, que no se fallarían que acabarían con el invierno, con su frío consuelo, con su eterno duelo. Entre las gotas que caían de la fuente como gotas de mayo, nos confesamos que nos amábamos, que en poco tiempo habíamos conseguido algo diferente, algo que no se confecciona con simples miradas, vanas palabras, triviales hazañas. Pero sin querer, entre sonrisas que esconden verdades, entre caricias que dicen las que esconden, nos olvidamos del tiempo y su paso, del reloj que no nos deja llegar hasta el ocaso o que nos empuja hacia él como un amargo después. El otoño lo mató todo. Entre hojas caídas en combate, pisadas por los pies fríos del Destino, quemadas ante la putrefacción de sus almas, dejó de salir tanta agua de aquella fuente. Con la muerte de todo lo bello, de todo lo eterno, llegaron los reproches, los celos, el desorden. El sonido de las hojas chafadas, pisadas y olvidadas, eran el único ruido que se escuchaba en aquel parque mientras se gritaban, mientras dejaban a un lado las noches de verano y su color, girando la cara hacia el otoño y su traición. La fuente dispersaba sus gotas hacia las diferentes direcciones, esperando llamar la atención de los amantes y hacerles entrar en razón, olvidar los errores, pensar en sus tantas razones. Insultos, lluvia, y piedras que se acumulaban, era lo único que mantenía vivo aquel jardín, un jardín manchado por la desconfianza, la duda, la ignorancia. Los dos se amaban pero ya no lo decían, intuían que ya lo sabían. Con el invierno el parque se cerró, incapaz de soportar tanta miseria, tanta tristeza y violencia. El sonido de las hojas que aún quedaban y que se movían, daban al lugar una sensación de soledad, de abismal acantilado de imprudencias, de crueles actos del pasado. Nunca volvieron, nunca se acercaron a la fuente que se había congelado, que había esperado y esperado sin remedio, que ya no escupía nada más que hielo. Siempre soñaron con que volviese la dulce primavera y les invitase a oler las flores, a abrazar los arboles, a bañarse en la fuente. Y con el paso de los años aprendieron a no esperar pasar el tiempo, sino a soñar con aquellos días en que juntos rozaban el calendario y hacían de su vida un eterno verano.

miércoles, 25 de noviembre de 2015

Sé tu propia historia.

Buenos días, aunque esta sea una de esas mañanas que deberían ser tachadas y guardadas en el pozo del olvido. Sí, en efecto, hoy es el día declarado por la ONU contra la violencia de genero, y aunque creo que está bien demostrar la importancia que tiene acabar con esta lacra para la sociedad, desearía que no existiese. Lo desearía porque de este modo, significaría que no habría este tipo de asesinatos, este tipo de horribles y atroces muertes que se realizan año tras año, día tras día, en una casa y en otra. Hechos como este, que se repiten y repiten sin apenas remedio, me hacen creer menos en la humanidad y en su bondad infinita. Ningún otro animal, más que el hombre, mata por razones de superioridad de genero, por razones calificadas como "amor" que siempre "daña", por explicaciones tan repugnantes. Tras cada historia, tras cada nuevo caso me arde la sangre por las injusticias, la tristeza y la rabia. La fuerza, la violencia y la sangre nunca pueden ser razones para nada, nunca pueden ser justificables. Aquel que mata o pega a una mujer no deja de ser hombre, sino que deja de ser todo para pasar a nada, a ser aquello que fue y dejó de ser. El amor nunca puede ser motivo de una muerte, porque eso no es amor, no es cariño, no es nada. Los nombres de tantas víctimas de estos crueles asesinatos seguirán manchando los muros de la humanidad, seguirán firmando los días de horribles pesadillas y bañando las estrellas de hechos atroces contra la vida y la justicia. Mi entrada, en cambio, va hoy para todas aquellas que son capaces de frenar esta barbaridad, para todas aquellas que con gran valor y lágrimas en los ojos llaman al 016 y consiguen evitar que su nombre caiga en manos de un asesino más. Princesas, sois lo que sois por aguantar tacones y una corona, no por aguantar insultos y desprecios. Ser fuertes, y todas lo seremos por vosotras. Os adjunto con la entrada la canción "que nadie" de Malú y Manuel Carrasco, que para mí es un símbolo para entender y evitar que nadie calle tu verdad:





Ella era insegura. El nacer en una ciudad donde la tristeza parecía un sentimiento inconcebible no hacía más que afligir y empequeñecer su corazón. Su vecindad paseaba rutinariamente la sonrisa cada mañana, por costumbre, por necesidad. Ella lo envidiaba. El sufrimiento que su endeble corazón soportaba a menudo, fragmentaba a la joven en pequeñas piedras, piedras tan frías y duras como lo son con las que se construyen los altos y poderosos muros. Toda ella era un muro. Un muro doloroso que parece proporcionar la entrada al padecimiento, a la ira. Aquel muro estaba cubierto por una gruesa capa de enredaderas donde se guardaban todas las actitudes que ella necesitaba, pero que no alcanzaba. En su interior revivía a cada segundo el retrato de la noche estrellada. Remolinos en su cuerpo la confundían, la asustaban, la desestabilizaban. Cuando caminaba su cuerpo desprendía vulnerabilidad, fragilidad, miedo. Temía todo aquello que le rodeaba, pero era por una razón que ella jamás confirmaría. Se lamentaba de haber nacido, de que alguien le hubiese creado. Habían fabricado con sucias y terribles manos una figurita de cristal que paseaba su tristeza y melancolía por las calles. Lo hacía pintada con manchas que había impuesto su libro, porque en su vida siempre avanzaba acompañada de un libro, un cruel y terrible libro que relataba la supervivencia propia y la tortura proyectada. 

Cada minuto parecía un golpe seco e incesante del tiempo sobre su existencia, que hacía desequilibrar su estabilidad sobre aquella cuerda que representaba la vida, su vida. Pero no era el tiempo quien movía su cuerda, sino el libro que ella más amaba.
Era débil, muy débil. Siempre le había gustado empaparse de todo tipo de historias y poemas que hablasen por sí mismas. pero que no necesitasen portadas para ser mejores. Ella no creía en las portadas. Cuando le conoció a él entendió porqué. Nadie le animaba a su compra. Todo el mundo parecía repudiar a aquel libro, intentar que eligiese otro con una tapa menos dura y con una tinta menos agria. Pero ella, presa del amor, de los sentimientos que renacían cuando lo leía, no escuchó a nadie. Comprando aquel libro se olvidaba de todos los que existían a su alrededor. La prohibición de hacerlo fue como un recordatorio de aquello que ella creía que quería. Con el tiempo aprendió a  identificarse con el libro, pero cuanto más leía más se entristecía su pobre alma. Ella era débil, pero no tonta. Las prohibiciones que ejercía aquel libro sobre su vida comenzaron a limitar demasiado su pensamiento, su corazón. Ya no era ella, era parte del prólogo. Comenzaba a obsesionarse con aquel libro. Cuando paseaba lo hacía abrazada a él, dejando que su crueldad invadiese su brazo, su pecho, su cuerpo. Aquel libro había dejado manchas de pintura en su cara y en su brazo. A elección del libro debían de ser moradas. Con el tiempo la muchacha dejó de leer cualquier otro que no fuese él. No tenía permitido ni enterarse de las noticias a través de un periódico, ni siquiera leer sus propios escritos. La gente la observaba mal. Sabían lo que le ocurría pero nadie dijo nada. Ella necesitaba aprender, avanzar, acabar con aquel libro que le entristecía y le hacía sentirse débil, tan débil. Pero no tenía a nadie. Ya no le quedaba ni las letras. Todo parecía girar entorno a aquel libro. Las horas eran crueles azotes, los minutos eran largas desesperaciones, los segundos inacabables manchas. A veces se sentaba y pensaba. Durante unos días, se olvidó de como se hacía, de como se pensaba. Todo era demasiado para ella. Debía de acabar con aquello. Pero desconocía como hacerlo. Grandes fueron las ideas que perturbaron su mente aquellos días. Quemar el libro sería imposible, desaparecer inconcebible, difundirlo la mejor opción. Buscaba el momento oportuno, el momento en que el libro no fuese consciente de aquella cruel traición que él mismo había fabricado con sus manchas, con sus insultos, con sus desprecios. Cada vez estaba más segura de aquello aunque el miedo paralizase su piernas para correr y sus manos para defenderse. Marcada por las manchas y por la tristeza que desprendía el libro lo hizo, llegó a su destino, a una papelería que con justicia calificaba a los libros. Cuanto más pensaba más asustada estaba. Había llegado a temer aquel libro aunque lo amase. Las manchas y el alma destrozada de la joven eran la sentencia más que evidente. Los minutos ya no eran azadas, sino desahogos. Alguien le escuchaba, alguien le ayudaría, alguien le entendía. Le explicaron que aquello no era amor; que el amor no duele, no teme, no hiere. Poco a poco ella fue entendiendo. Y aunque era débil, muy débil, vendió aquel libro que tanto quería. 

Cuando comenzó a despertar del desenlace de aquel fatídico libro se dio cuenta de que muchas veces las cosas que más queremos son las que más nos dañan, pero también comprendió que antes de cualquier cosa debía de amarse a sí misma. No hubieron más libros dramáticos en su vida, pero un simple libro puede marcar una vida para siempre. Ella decidió vender aquello que le hacía daño y siendo valiente ahora es capaz de leer de nuevo. Jamás permitas que alguien te corte las alas o te obligue a hacer aquello que no deseas. Eres alguien y eres especial. No dejes que te hagan ser un prólogo de tu propia vida. Sé tu propia historia.


lunes, 23 de noviembre de 2015

Lágrimas como símbolo de lo que perdí

Buenos días renacidos, hoy es 23 de noviembre de 2015 y podemos empezar a decir que se acerca el invierno. Si digo esto es porque la confección de esta nueva entrada la he hecho abrazada a mi bufanda y para mí es un claro símbolo de la proximidad de la estación más congelada del año. Como ya habréis comprobado me encantan los símbolos, sus significados y la relevancia que tiene en nuestras vidas. Es increíble como un simple dibujo o un simple objeto lleve consigo tantos valores, tantos recuerdos. Yo tengo varios símbolos que son muy importantes en mi vida. Por ejemplo mis collares, mis chapas, mis piedras con formas extrañas que representan diferentes cualidades, diferentes caracteres. Pero también poseo varios objetos que no se pueden calificar como símbolos y que son muy importantes para mí. Uno de ellos, que mantengo siempre muy cerca de mí, representa el sol después de una tormenta, la mejora, el prosperar después de un día lleno de llanto, después de los problemas que trae consigo la vida. No os creáis que es algo que nadie más pueda poseer, pues se trata de un simple peluche, pero un peluche regalado en un momento que jamás olvidaré y que me ayudó a superar aquellas malas sensaciones que me producían, y que a día de hoy me produce felicidad. De pequeña, abrazada a él, aprendí a aceptar las cosas como venían y a no resentirme con la vida por cada mala acción que pintaba en mi día a día. Ahora sólo puedo decir gracias. 

 Y bueno, después de este brote de sinceridad, pasemos a la entrada de hoy que se llama "lágrimas como símbolo de lo que perdí". Cómo veis, toda la explicación inicial se relaciona con la entrada y por lo tanto no he dicho cosas tan desubicadas. Con esta nueva publicación comparto una composición de Ludovico Einaudi que se titula Nuvole Bianche. Como escuchareis es una preciosa canción, que a mi parecer, es perfecta para mi publicación. Ya solo me queda esperar que os guste y agradeceros que me leáis, que intentéis y consigáis renacer entre palabras cumpliendo así mi sueño. Diría muchas cosas más pero hasta mis manos se resienten al frío teclado. Pasad feliz lunes, ¡qué no se diga!

https://www.youtube.com/watch?v=BCGmfC1y3lQ




Cae una lágrima en forma de recuerdo, en forma de momentos que pasaron a ser parte de un pasado que jamás será futuro y que quisiéramos que fuese presente. Hay veces en que nos paramos a pensar, a recapacitar para buscar aquello que hicimos mal, para conocer los errores que cometimos, para comprender todo lo que vivimos. Mientras pensamos, el cielo va cambiando de azul esperanza a oscura realidad, pasa de felicidad a tristeza, de sonrisa a llanto, de agua a marea. Mientras pensamos, la vida sigue pasando sin pasar, como pasaban los segundos esperando tu respuesta, negándonos a creer en nuestro final. Reflexionando encontramos matices en nuestras vidas, en las de los demás, en aquel lienzo que comenzamos a pintar sin imaginar que agarrábamos los pinceles, sin pensar que cada mancha correspondía a nuestros fallos, que cada blanco era un nuevo cambio y que cada negro era el final de un largo comienzo. Cierras los ojos mientras otra lágrima se vierte de tus ojos, aquellos que inmortalizaron noches de insomnio, mañanas de ensueño y tardes dormidas, sin ira, con reposo. Los vuelves abrir para ver lo que se cierne delante de ti, el jardín que nunca quisiste esculpir, que siempre te negaste a construir. Perdiste a tus pasajeros sin saber que la vida no hace descansos, no para en andenes, no recoge a personas. Simplemente los sube a formar parte de su cuerpo, a formar parte de aquel juego diabólico que les hace creer que comparten una eternidad de asientos, de momentos, de experiencias, de destinos. El mismo juego que les hace cómplices de los segundos, de los pañuelos intercambiados, de las sonrisas inseguras, de todo aquello que desemboca en tragedia, en miseria, en histeria. Los perdiste demasiado pronto, negándote a la rapidez con que se fueron y a la lentitud con la que nunca más volvieron. Con otra lágrima recuerdas las semanas abrazadas al tiempo, rompiendo las cadenas que te aprisionaban en la cárcel formada por el muro de las dudas, de las injusticias, de las ataduras. Sabes que llorar no servirá de nada, que cuando un amigo se va es porque algo fallaba; pero eres incapaz de cesar tu nostalgia, tu rabia, tu desconfianza que crece y crece cuanto más tiempo pasa. Sabes que cuando un amigo se va todo se acaba, para iniciar otra nueva partida, sin fichas en sus casillas, sin dados girando en el tablero, con tu vida en el punto de mida. Sabes que cuando un amigo se va algo de ti se rompe, se vuelve agua perdida en el porche, se convierte en lluvia de primavera, en un vecino dentro de una isla desierta. 

Entre las sábanas marcadas por el llanto se encuentran tus manos, abrazadas a recuerdos, a fotos, a largos veranos. Días de calor que se convirtieron en días del pasado. Piensas en la vida, en su increíble descaro, en su cruel verano sin estar a su lado. Piensas en ella y en como nos acerca a personas que sabe que se escaparan, que dejarán una bomba en nuestras almas y que acabarán con todo lo que encuentren en su interior, en el corazón, que acabarán con todo lo que crean vivo, feliz, decisivo. Cuanto más piensas en la vida, en las decisiones que comete y cometidas, te atormentas más pensando en el ayer, intentando llevarlo hacia el mañana, hacia un momento que dirías que no acaba. Sabes que ella no tiene la culpa. Porque ella, la vida, no conoce las estaciones que diferencian un mes cálido de otro frío, los días depresivos, el alcohol que impregna de olor un intento de suicidio. Por ello, tampoco reconoce el destrozo interno que supone la separación, la traición, el recordar una canción. 

Después de tanto llorar, llega un momento en que cesa el llanto. Resignación podría llamarse, brote de realidad dirán otros tantos. Miras por la ventana, encontrando escapes en cada pequeño agujero, en cada luz de tu lampara. Por mucho que cierras los ojos, los vuelves a abrir, porque sabes que nadie va a venir, que nadie te va a oír cuando llores sola, cuando las mariposas comiencen a volar, a soñar, a inmortalizar tu llanto. Cuando hasta tu propia sombra te deje abatida, abandonada al destino cruel machacado por la esperanza, por la paz, por la huida. Poco a poco comienzas a concluir tu vida, tu desdicha, tu deshonra suicida. Bajas las persianas, cierras la puerta, escondes el felpudo, tapas tu almohada. Naces solo, buscas compañía, la encuentras, la pierdes, y mueres sin perder la esperanza de volver a encontrarla, de volver a abrazarla, de vivir siempre acompañada. Pero la vida no está hecha para grupos, sino tejida para individuos que siempre estarán solos. 

viernes, 20 de noviembre de 2015

Las dos caras de las decisiones.

Buenos días, antes de nada me gustaría empezar esta entrada preguntándoos algo: ¿Creéis en el Destino o en las casualidades? Es complicado posicionarse en alguna de ambas. El Destino implicaría que todo está predeterminado, todo tiene un orden, un momento, una fecha y un proceso. Nada pasa por algo sino que todo tiene una razón de existir. Las casualidades, en cambio, nos presentan un mundo imperfecto donde las oportunidades y los errores son causas de tus decisiones y no predeterminado por una fuerza superior. Causa y efecto, sería la relación entre ambas. Y bien, os preguntaréis que a qué se debe esto, esta cuestión antes de empezar la entrada. Tiene un porqué. Ayer me topé de frente con una situación que me hizo replantearme estas ideas que nunca antes me habían sido necesarias para explicar y entender los acontecimientos que me trae la vida. Brevemente, como un pequeño matiz, diré que encontré algo que perdí una noche, hace cuatro años, y que ha aparecido cruzando varios caminos y kilómetros. Para ser más claros, lo perdí en un lugar situado a 1070 kilómetros de donde estoy ahora, de donde apareció el objeto ayer a la mañana. Este fenómeno es imposible si nadie lo ha movido de aquel lugar donde se perdió, pero es que, realmente el objeto que apareció ayer no era el mismo, sino que era uno exactamente igual que aquel, pero sin las deformidades creadas por el desgaste y el tiempo. Ahora creeréis que me he vuelto loca porque efectivamente hay millones de objetos iguales en el mundo y no es tan raro que se encuentre uno igual. Bien, lo extraño de todo es que dicho objeto no es común. No se trata de una muñeca copiada millones de veces y distribuida a diferentes lugares, sino que es un objeto que si me apuro a decir, creo que hay menos de diez en todo el mundo, ya que es un objeto poco tradicional y hecho a mano. 
Me apetecía compartir este hallazgo con vosotros, mis renacidos, quizás porque necesite leerlo para creerlo todavía o quizás porque necesite ver opiniones de otras personas. Aunque sea cual sea la razón, sé que la ilusión que me ha producido reencontrarme con él no se puede comparar con nada. Y ahora, os presento mi nueva entrada. Valorándola, considero que mis pasos van esta vez, un poco más allá desembocando hacia una canción más que un escrito. Sí, lo reconozco, es una entrada extraña, pero me he negado a borrarlo o modificarlo porque he conseguido nuevamente renacer entre los sonidos que producían las palabras, entre los enlaces y relaciones que se establecían. Sólo me queda esperar que os agrade y desearos un feliz viernes, que el Azar o el Destino os acompañe. 




https://www.youtube.com/watch?v=VFeRTANr_sw

El Destino siempre nos manejó, nos ató hacia el eterno infinito, hacia las despedidas antes de tiempo, hacia el sol que absorbe el frío, hacia tu cabello ensombrecido. Él nos construyó con los papeles sobrantes de la hoguera, con los clavos ardientes que disparaban sentencias de amores imposibles, de esperanzas truncadas, de hielo en la calzada. Él nos hizo, con sus manos de plata, personas que nunca podrían ser algo más que simples estatuas, firmes piedras de porcelana. Confeccionó nuestra ropa de negativa amenaza, de heridas disecadas, de arañas atacadas por las azadas del tiempo y de su efímero consuelo. Lentamente nos negó las alas, negándonos a la vez el hecho de cumplir sueños de hojalata, de rozar con nuestros dedos el arpa, aquel que hacía sonar la alarma de la ignorancia, del respeto, de la muerte anunciada. Rápidamente nos dejamos seducir por sus consejos y cortejos, por sus arreglos y destrozos, por sus traiciones y sonrojos. Creó para nosotros un mundo paralelo lleno de insonoridad culminante, que sólo alcanzábamos con pasos de gigante y que nos anunciaba lo dicho antes, una muerte triunfante y rebosante de victoria, aunque para nosotros fuese una clara derrota. Éramos sus peones. Nos movía por su pista llamada vida, por su vida que no era más que otra pista de lo que nos deparaba el futuro. Un futuro que prometía como lo hacen las estrellas fugaces antes de su caída. Éramos su poesía. Nos leía cada tarde, cada día, explicándonos como movernos por la vida, las decisiones que tomaría.  El Destino nos manipuló, nos hizo creer que las realidades eran sueños y que los sueños dejan de ser ilusiones cuando el corazón se opone. Finalmente nos convertimos en su canción: 

Sabíamos que juntos no éramos nada y que nada éramos sin estar juntos. Cruzábamos las puertas que nos impedían cruzar, batíamos las alas que nunca nos llegaron a colocar. Por culpa mía, un día, cruzamos el umbral, descubriendo un paraíso que mucha gente logra pisar, donde la vida se confecciona por el Azar, donde la razón deja de hablar para dar paso a la Casualidad. Ella es una mujer con zapatos de cristal, morena alta y sencilla que nunca ha sabido bailar, pero que se niega a aceptar que algo no sea cosa del Azar. Tanto ella como él juegan a la par, están enamorados de lo que nunca se predirá, de la vida no marcada por su rival sino por las fichas que mueven sin más, sin razón, a veces por error, pero siempre con y desde el corazón. 
Nosotros, hijos del Destino y amigos del Azar, comenzamos a pensar en todo lo que conllevaría vivir gracias a la Casualidad. Pensamos en ella muchas noches, mientras la vida seguía su lugar y desde entonces dejamos de soñar, porque creímos que el mejor sueño era vivir y dejarse llevar por la Casualidad.   

miércoles, 18 de noviembre de 2015

La culpa fue del amanecer


Buenos días renacidos, hoy es dieciocho de noviembre y ante nosotros se abre un nuevo día en el que podemos realizar nuevos cambios, nuevas expectativas, nuevos triunfos. No hay que permitir que los errores de un pasado condicionen nuestro presente y mucho menos nuestro futuro. El pasado es una huella que hemos pisado, el presente una que estamos confeccionando, el futuro una incertidumbre. Pensad que no hay nada mejor que el no saber que ocurrirá hoy, que el no saber que se espera de nosotros y que esperamos nosotros del día de hoy. Carpe diem. Y bueno, quizás relacionado algo con este tema, nace hoy mi nueva entrada titulada "la culpa fue del amanecer". ¿Nunca habéis deseado que un día jamás acabase? ¿Que aguantase para poder mantener aquella felicidad prolongada durante unos instantes más? Ese es el motivo de mi entrada. Aunque no lo creamos, el tiempo transcurre muchísimo más rápido de lo que creemos. Un día estás corriendo por el patio del recreo, y al otro estás preparando un examen para la Universidad. Sí, así de relativo es todo. Bueno, pues de ello trata en parte mi entrada, que una vez más está marcada con el amor y con la separación (en cierta manera). Esta está confeccionada con la banda sonora de One Day, con interpretaciones de Rachel Portman, una de las grandes y con una imagen que adoro porque proviene de aquel lugar que tantos sonrisas ha llevado a mi vida. Mi Extremadura, un lugar que siempre llevaré en mi corazón. Espero que os agrade, renacidos y gracias por hacer crecer más y más la página de visitas. Sin vosotros nada de esto tendría sentido, gracias.

https://www.youtube.com/watch?v=HP6SHn2fZhk



Ojalá hubiésemos amanecido antes, aprovechando el descuido del sol en nuestras almas, el reflejo de la luna en nuestros dedos que bañaba aquella mañana sin día, sin noche; que bañaba aquella mañana proyectada entre dos mundos, entre dos líneas, entre el vacío de la incertidumbre. Y no esperando a que los segundos fracasasen su intento por hacernos permanecer en el pasado, en aquellos años en que no nos conocíamos, en que no nos amábamos. Recuerdo aquellos tiempos en que sonreía sin motivo, en que lloraba en un descuido, en que entendía por vida el paso de un día después del otro. Recuerdo que soñaba con crecer, con conocer la eternidad que traen las palabras, que se llevan los suspiros y que entierra la muerte. Vivía al resguardo de los enfados, escondiéndome de las inclemencias de un gigante que pisaba aquello que veía hermoso, que crecía entre la maleza, que era de un olor de verde esperanza. Moría al encararme con mis miedos, al plantarle cara al gigante con pies de plomo que atormentaba mis oraciones, que escupía mis deseos hacia el abismo del futuro. Pero todo aquello cambió, voló como diente de león en medio de un huracán, en medio de su final. Amanecí a tu lado, dispuesta a enterrar todo mi pasado, a dejarme llevar por aquello que era indiscutible, que traía mi muerte y mi vida, que asustaba y protegía. Quizás amanecí tarde, y en cambio, si hubiese amanecido antes, sé que hubiéramos conjugado besos, hubiéramos desayunado caricias y limpiado las lágrimas que caían sobre la cama y que olían a triste despedida. Una despedida amarga que se hubiera prolongado entre el triste amanecer y el crudo atardecer. Una despedida que nos alejaría para nunca más volver y que nos ataría a las decisiones de una vida solitaria, amarga y déspota. Una vida que no permite que sigamos siendo uno y que amanezca después de lo que deseáramos, de lo que esperáramos, de lo que ansiáramos. Una vida que cosió más tarde de lo que esperábamos nuestro atardecer, que pintó de color ocre el bosque que pisé y que juntos soñamos con algún día volver a recorrer. Perdiéndonos entre limoneros con olor a naranja, entre castañas con formas de esperanza, entre ríos que nunca serpenteaban. Perdiéndonos entre las noticias que explican cuando llueve, entre sueños con olor a hojalata, entre la canela en polvo que siempre nos despertaba. Sé que quizás es tarde para necesitar saber las horas que besamos, todos y cada uno de los segundos que se transcribieron mientras nuestros dedos seguían unidos, mientras nuestras miradas carecían de unidad, de diferenciación, de individualidad. Sé que quizás me perdí durante el camino y tomé la salida equivocada que nos alejaba de aquel paraje insólito y desafortunado del Destino. Pero mi error no fue el camino, ni haberte conocido, sino pensar que la culpa fue de haber amanecido.

lunes, 16 de noviembre de 2015

Debería, sí, debería.

Buenísimos días mis renacidos. Hoy gracias a vosotros sé que va a ser un día especial. El primer lunes que tomaré como un sábado, pese a las obligaciones, a los estudios y a la gran caminata que implica el inicio de la semana hasta llevar al finde. Tenemos 1003 visitas, una cifra que me ilusiona más cuanto más la pienso, cuanto más la visualizo. El paseo por las palabras, por los sentimientos y por las experiencias se está viviendo lentamente pero ya podemos decir que hemos llegado al segundo peldaño. Un peldaño que nos presenta una escalera enorme de nuevas ilusiones, sueños y momentos que jamás olvidaré y espero que jamás olvidéis. Este peldaño tiene fecha, 16 de noviembre de 2015, una fecha que no olvidaré. Gracias. 
Entrando en materia, mi siguiente entrada se titula "debería, sí, debería". Es una obra que nace a raíz de una bonita canción de Pablo López, un gran artista y con el que me siento muy identificada al oírle cantar. Con él, siento que las palabras renacen y toman otro significado. La canción de Pablo es "Debería", y por ello, se nota claramente que ha sido influencia de mi texto. Gracias Pablo. ¿No creéis que hoy estoy demasiado agradecida con todo? No dejo de dar las gracias aunque no es para menos (1003). Bueno, sin ser más pesada os presento mi siguiente entrada que tiene como inicio la canción de Pablo y una imagen que a mí me gusta mucho. Disfrutad del lunes y muchas gracias por todo, renacidos.






Debería haber impedido que las nubes tapasen tu cielo, aquel cielo que llenabas de gorriones dispuestos a picotear todas tus imperfecciones, todos tus delirios y ambiciones. Aquel cielo que me acogió a mí cuando huía del tiempo, de las cadenas que me atan a los segundos, de los ladrillos que construyen las horas pasadas, de las ventanas que encierran mis ansiados minutos a tu lado. Aquel cielo que me observaba mientras yo miraba el suelo, que me llamaba mientras yo escuchaba los ecos que trae el silencio, que fundía en cada beso los escombros de mi cuerpo. 

Debería haber aprendido de los errores. Reconocerlos como imperfecciones, como piedras del largo camino que trae la vida, y no pararme a recogerlos en medio de mi trayecto, en medio de aquel miedo insoportable de saber que después de mí ya no hay nada más. Debería no haberme guardado todos y cada uno de ellos en los bolsillos de mi alma, no haber cargado con su peso durante años soportando torrenciales que me anclaban más a la tormenta a causa del peso que llevaba, a causa de las piedras que soportaba, que aguantaba como aguanto mi vida, mis sueños, mi alma. Quizás si no lo hubiese hecho, no me hubiera ahogado en el mar de los problemas, donde el peso de los errores te sumergen en la profundidad de la depresión, de la obsesión, de la tristeza de una canción.

Debería haber bailado por la cuerda floja de mis deseos, de todos y cada uno de mis sueños realizados, de mis problemas contrastados. Sí, lo debería haber hecho, debería haber bailado un lento, un pegado, amarrado a la cuerda que me ataba a todo lo imaginario que nos atrapa y nos distorsiona aquello que es real, aquello que era solo suyo, aquel corazón que no latía sino estaba con el tuyo.

Debería haber cortado nuestros lazos, aquellos que nos ataban a un pasado, a unos recuerdos compartidos que dejaron de ser sólo tuyos para ser también míos y de ellos, del presente oprimido por el fracaso, por los jarrones derramados, por las flores que se mataron.

Me debería haber marchado cuando estaba a tiempo, cuando el tiempo estaba a mi lado, cuando tus ojos no eran sólo brisa de mayo, lluvia de Egipto, presa de un avaro.  Lo debería haber hecho al cruzar el puente, aquel que nos impedía avanzar hacia la muerte pero que nos engañaba haciéndonos creer que se acercaba, que nuestro fin llegaba y que finalmente te dejaba, me dejabas, y todo se acababa. 

Debería haber fraccionado mi orgullo, guardar los pedazos en la fosa de la esperanza, de la rabia que consume no poder tenerte cada día, verte solo entre semana, y esperarte siempre cuando la lluvia amaina. Quizás si lo hubiese hecho, si el orgullo no hubiese podido con lo tuyo, con lo nuestro, con lo suyo, hoy no estaría escribiendo esto, ni pensando en todo lo que debería. Porque yo debería haber hecho tanto mientras sólo pensaba en tu rostro mientras lo perdía, en quererte para luego olvidarte, en esperarte para nunca encontrarte. Y así pasaron los días, entre segundos que se mecen con el "quizás", el "hasta siempre", el "nunca volveré a verte". Y puede que por eso, por aquellas palabras que conjugaste mientras perdíamos apuestas al otro lado del teléfono, por aquellos suspiros que se evaporaban entre los silencios, sé que debería, debiste y debimos tanto. 

martes, 10 de noviembre de 2015

La urna de cristal

Buenos días, hoy es diez de noviembre de 2015 y al despertarme he descubierto con gran asombro e ilusión que renacer entre palabras tiene 956 visitas. No sabéis lo que significa para mí esta cifra. Este bonito número representa el inicio de mi sueño, de mis ilusiones, de mis aventuras a vuestro lado. Desde hace muchos años he soñado con poder tocar y acariciar las palabras escritas por mis dedos en un libro. Poder sentir su tacto suave y embriagador entre mis yemas. Sé que no es un sueño fácil de conseguir, pero día a día puedo notar como las cosas imposibles no son más que cosas difíciles de conseguir. De verdad que no tenéis ni idea de lo que significa una visita más para mí. Ese número que se va añadiendo, que va haciendo crecer mi sueño, lo es todo. Hace unos meses inicié este camino esperando obtener comentarios, respuestas, pero no me imaginaba cruzar ese pequeño umbral. Sé que todavía no es más que el principio, pero este principio no sería nada sin vosotros, sin vuestras molestias de mirar mi página, de intentar o conseguir renacer entre palabras. Miles de gracias, las mil visitas están cerca y no puedo más que soñar con el momento de que llegue. 
Después de todo esto, os voy a presentar mi nueva entrada. Esta se trata de una breve narración, de un cuento escueto pero que me parece muy reflexivo. Explico pocas cosas, doy pocos detalles de las razones que llevan al único personaje a su situación, pero creo que no hace falta. La verdadera importancia de esta historia recae en las sensaciones, en el frío que se transmite, en la tristeza, en la injusticia. El personaje podría ser cualquiera de nosotros. No tiene nombre, no tiene historia, no tiene a nadie, solamente es ella. Ella y su soledad, y su vida empapada por las crueles decisiones que ella no cometió, que le fueron impuestas. Con esta entrada espero conseguir vuestra reflexión sobre la vida que lleváis, sobre vuestro contexto y vuestros sueños. A veces, sin darnos cuenta o sabiéndolo, somos presos de una urna de cristal y desconocemos la manera de romperla. Quizás porque no sabemos de su existencia, quizás porque no sabemos de la existencia de una forma o instrumento para fracturarla. Esta entrada la encontramos recalcada por la música de César Benito titulada "Sentimientos". Es una canción preciosa que sin letra nos trasporta hasta ese bosque en mitad de la nada, en mitad del silencio. Bueno, sin seguir extendiéndome más os dejo mi entrada titulada: la urna de cristal. Espero que disfrutéis y tengáis un feliz martes.

https://www.youtube.com/watch?v=WBJ4BAwnvT0



En mitad de un perdido y oscuro bosque, almacenada en una frágil y fría urna de cristal cuyas paredes eran inquebrantables, vivía encadenada al reloj una joven de aspecto  tan delicado como el mismo cristal que la encerraba. Sus manos eran blancos copos de nieve unidos en finas tiras. Sus ojos eran dos nubes paralizadas ante el miedo. Con sólo observarla se podía notar la fragilidad de un espejo, de una equivocación, de una mentira. Había sido liberada a vivir dentro de aquella jaula en mitad de un bosque, envuelta por aquel manto de árboles y aquel cielo que la confundían. No sabía que era el miedo. No sabía que era el sonido, pues estos eran paralizados por la capa que envolvía su vida, por la urna. Ella era la culpable y la víctima de aquel encierro. Ambas, la urna y ella, habían sido abandonadas en mitad de la compañía de los árboles, en mitad de las disconformidades del tiempo. Sus pensamientos nacían y morían en su cabeza, sus palabras se generaban y yacían en sus labios, sus sentimientos casi eran inexistentes. No sabía que era correr, saltar, trepar. Nadie le había enseñado a bailar, a cantar, a silbar. Tarareaba sonidos sin sentido, sin ritmo. Sabía hablar, pero nunca lo hacía. Su único entretenimiento consistía en contar las estrellas del cielo. Aquellas estrellas que caían sin freno hacia su propio final, que marcaban su destino, que eran libres. Las contaba sin conocer los números, sin saber de su eternidad, empleando los dedos como única herramienta y las palabras y sonidos para nombrar a cada una de las estrellas. Ella soñaba con ser una de ellas, inmortalizarse en el cielo, conocer el mundo desde su altura, desde su poder. Quizás, si hubiese sabido que por cada una de las que caía se podía pedir un deseo, hubiese pedido ser libre, romper la urna, cada una de las cadenas que la mataban en vida, que la hacían vivir en la muerte. Quizás, pero no lo sabía. Ella sólo las miraba, las contaba, las hablaba. A veces jugaba con ellas. Otras tantas le hacía preguntas esperando que contestasen, esperando recibir un mensaje desde el cielo, desde la oscuridad profunda del universo. Nunca lo conseguía, pero ella había creado un código. Un código que le servía para conocer respuestas, para invadirse de explicaciones. Cuando brillaban más de lo normal era un sí, cuando se difuminaban correspondía a un no. Ellas nunca le fallaban, pues cuando una desaparecía nacía otra en su lugar brillando con más fuerza y energía que la anterior. La acompañaban en medio de la soledad, en medio del silencio, en mitad de la calma. Muchas noches intentaba alcanzarlas, llegar hasta ellas y acariciarlas, pero jamás lo lograba. Lo único que conseguía era chocar con el delicado cristal y sentirse más y más insignificante. Obstinada en sus sueños, cuando pasaba un tiempo volvía a intentar alcanzarlas. Aquella joven era como aquel pez que busca día tras día una vía de escape, un agujero en mitad de la pecera, aun sabiendo que es imposible. Cuando volvía el sol, la cristalina y pálida joven dormía. No le gustaba ver la luminosidad que traía la vida, la felicidad que conllevaba a su alrededor, pues nada traspasaba ese muro que la ataba, ese débil cristal que le hacía prisionera de su propia hábitat, de su propio espacio, de su propio mundo. Nada, ni siquiera la alegría. Todos esos sentimientos, esas emociones se quedaban en el umbral, atrapados por el cristal con el que chocaban. En cambio, la cruda y real tristeza se retenía en el interior, viendo imposible su escape hacia el exterior, provocando en la joven años de tristeza, soledad, lágrimas. Incluso la tristeza lloraba por aquel cautiverio. Era horrible aquel sufrimiento, aquella prisión. Pero las lágrimas de la muchacha tan rápidas como se creaban caían sobre el frío y despiadado cristal. Con el paso de los días se secaban en aquel lugar, provocando la acumulación de cadáveres de lágrimas por las paredes de la urna. Ahí yacían las tristezas, ahí yacían los días, ahí yacía la joven en vida. Nadie conocía de su existencia, ni siquiera aquel que la abandonó en aquel frío y desértico bosque, pues se dice que el destino no atiende a razones cuando perpetuar la tristeza se refiere.

domingo, 8 de noviembre de 2015

La vida como un sueño, el sueño como una vida

Buenos días, hoy el sol nos trae un día marcado por el positivismo que proporcionan los rayos de este. No existen nubes en mi cielo, no hay más que luz y claridad. Internamente la cosa es igual, mi cielo también se encuentra despejado, feliz, libre. Es por eso que creo que no existe nada mejor que un buen día, un día de estos que sonríes por el simple hecho de ver brillar el sol, de escuchar el sonido del viento pasar por las ventanas, de ver a la gente pasear sus cuerpos por la calle. Es embriagador. Espero que vuestro día también se encuentre marcado por estas agradables sensaciones, por ese empujón para la nueva semana que se nos viene encima y que nos hace tanta falta. Bueno, entrando en materia, hoy os traigo una entrada que me parece muy tentadora y que apareció en mi mente mucho antes de que la escribiera. Todo vino a raíz de un maravilloso libro que me alteró la razón y me hizo pensar profundamente sobre cuan real es aquello que vemos. ¿Nunca os habéis hecho la pregunta de si realmente esto es lo que es o simplemente no es cómo lo creemos? Vale, dicho así suena algo extraño y abstracto, pero mi idea no es tan descabellada si lees "La vida es sueño" de Pedro Calderón de la Barca. Este libro destacado por sus monólogos, soliloquios y frases celebres, hace reflexionar tanto, te hace pensar tanto... A partir de una serie de confusiones, el protagonista se plantea la realidad de todo aquello que ve, la ficción de todo aquello que sueña. ¿Qué pasaría si este día en realidad no existe, si realmente sigue siendo parte de un sueño? ¿Podrías volver atrás? ¿Cambiar algo? ¿Y si este sueño del que aún no has despertado se prolongase durante toda la vida? ¿Y si todo lo que has vivido no es nada más que un sueño, una ilusión? A partir de esta reflexión, trato un poco este tema sobre la dualidad: realidad-ficción. Espero que os guste, y como siempre, adjunto una canción a la entrada y esta vez viene de la mano del cine de nuevo. ¿Hay algo mejor que juntas escritos, imágenes y música? En especial este se trata de la banda sonora de Titanic que sumada a la entrada presentada espero que os transporte hacia el renacer entre palabras que tanto necesitamos. Y bueno, poco más que decir, espero que paséis un feliz domingo y os acordéis de vivir vuestras vidas como si fueran un sueño, un maravilloso sueño del que siempre pudiésemos despertar  pero del que nunca quisiéramos hacerlo.


https://www.youtube.com/watch?v=6wz1xA5kxVI


Si nadie despertase la vida sería un sueño que nunca se cumpliría, que siempre se soñaría. Sería una hoja de papel en medio de un huracán de llamas, ardiendo en silencio sin poder expresar en un grito todo su dolor, toda su rabia, toda mentira. Sería una roca congelada en la mirada del tiempo, de los años, del viento; del guión que nos controla más y más, limitándonos poco a poco. Quizás desde esa realidad paralela, esa realidad ficticia e irreal, seríamos felices. Felices en un mundo tejido por cuerdas artificiales, débiles y cristalinas que se deshacen con un suspiro, que son como plumas cayendo de las nubes. Felices en un mundo de sueños, de trampas, de esperanzas imposibles pero eternas. O quizás no, quizás ansiáramos la verdad, la libertad, la cruel realidad.  Quizás buscáramos los problemas superficiales de la piel, las heridas marcadas con carmín en el corazón, los pétalos que indicaron el compás de nuestros errores, de nuestros actos, de nuestros delirios. 

Si  nadie despertase la vida sería un sueño que nunca se cumpliría, que viviría atrapado en la portada de un libro oculto entre las tinieblas, entre la oscuridad infinita de los engaños, de los para siempre. Seguiría atrapado durante siglos en su desván abandonado y polvoriento, amainado y quieto, esperando el momento exacto para atacar, para tirarse a las garras de las promesas sin cumplir, del exilio de nuestras miradas.  Los sueños no existirían, la vida sería un cuento, nosotros una ilusión. Soñaríamos una vida y viviríamos un sueño, sin llegar a diferenciar ambos, sin prestar atención a las señales que advierten de falsas esperanzas, de choque inminente contra una realidad sometida, presa en el túnel del pasado. 

Si nadie despertase la vida sería un sueño convertido en pesadilla, una pesadilla en medio de una vida de ensueño o un sueño viviendo en una pesadilla. Extrañaríamos el olor asfixiante de los azotes del destino, de los golpes contra los muros de la inocencia, de las palmadas contra la falsa apariencia. Bendeciríamos la miseria, la esclavitud, el miedo, la pobreza. Seríamos peones de ajedrez sin un rey que nos guíe, sin una reina que nos salve y sin un sicario que nos aprisione. Viviríamos llorando, lloraríamos viviendo; creando un ciclo de vidas desconsoladas y fragmentadas, rotas por la realidad de toda ficción, por la ficción de cada pequeña dosis de realidad. 

Si nadie despertase la vida sería un sueño fugaz, inmortal, efímero, eterno. Sería blanco, sería negro. Sería llorar, sería consuelo. Sería cantar, sería callar con un beso. Soñaríamos sin saber que era vivir y viviríamos sin conocer que es soñar. Bailaríamos en medio de un acantilado escarpado por tus imperfecciones y por tus fallos, y buscaríamos la forma de encontrar un puente que nos guiase hasta el final del punto y a parte que siempre se escribe cuando no se sabe que más decir, cuando se quiere expresar un vacío, una nada. Nadaríamos por encima del hielo que creamos mediante las palabras en las noches de verano, en las tardes de otoño, en las mañanas de primavera, en las madrugadas de invierno. 

Si nadie despertase la vida sería un sueño que nunca se cumpliría, nosotros soñadores que nunca descansarían y el tiempo estaría paralizado entre las horas dormidas. Seríamos sonámbulos de la vida, sin el consuelo de beber café para quitarnos los recuerdos, la nostalgia, la rutina. Seríamos presos de la almohada que nos ata hacia una vida dormida, paralizada, asfixiante. Una vida sin vida, un sueño sin sueños. No viviríamos, no soñaríamos, ni hablaríamos de ambas cosas. No conoceríamos la vida, los sueños, nuestras vidas, nuestros sueños.  Y es que, si nadie despertase la vida sería un sueño que nunca se cumpliría, que siempre se soñaría porque como bien dice Pedro Calderón de la Barca:

"¿Qué es la vida? Un frenesí.
¿Qué es la vida? Una ilusión,
una sombra, una ficción,
y el mayor bien es pequeño:
que toda la vida es sueño,
y los sueños, sueños son."



miércoles, 4 de noviembre de 2015

Te olvidas de tantas cosas...


Buenos días, hoy es cuatro de noviembre de 2015 y mi entrada nace a raíz de una serie de imágenes presentes en nuestra vida cotidiana que me hacen reflexionar sobre la importancia de las decisiones y el camino que escogemos. Mi entrada habla sobre las drogas y la gran perdida de velas humanas que implica ello. Esto se debe, a que en un primer momento, la toma de contacto con las drogas es una simple experiencia, broma o diversión,  pero con el paso del tiempo, la importancia recae gravemente hacia las personas que lo consumen y a la vez, hacia las personas que lo rodean. Quiero partir de la base de que nunca he probado las drogas y siento que he vivido todo lo que tengo que vivir, sin contar con las miles de experiencias que me quedan por recolectar. Pongamos de ejemplo, que una persona nace y necesita obligadamente confeccionar una lista con las cosas más importantes que hacer en su vida. Mi lista para esa nueva persona sería: nacer, reír, trepar, cantar, bailar, probar una gran cantidad de deportes y comida, estudiar, salir de fiesta, asentar la cabeza, llorar, enamorarse, viajar, desenamorarse, trabajar, cuidar (animal o persona), equivocarse, arrepentirse, cumplir sus sueños, bromear, volverse a enamorar y morir. Como podéis comprobar en ninguna parte se encuentra el verbo "drogarse" y estoy casi segura que si un niño naciese nuevo, nadie explicaría que probar las drogas es algo necesario. Partiendo de esta base las drogas no son necesarias; pero en cambio hacen mucho daño cuando se consumen. No me refiero a la primera vez y única. Me refiero a la costumbre, a la necesidad, a la dependencia. Es una cruz en nuestra sociedad porque lo peor es que es algo que se busca, que se ansia y que finalmente confecciona sus vidas. Antes de dar paso a mi entrada, quiero recalcar mi total tolerancia a los consumistas, pero mi claro posicionamiento hacia el otro lado. Feliz día y no permitas que nada ni nadie maneje tu vida.





Buscas la muerte en cada uno de tus actos. Amas aquello que te está matando lentamente, que te ciega, que te atormenta, que nos aleja. Sueñas con alcanzar las estrellas y con lo que tienes entre tus dedos sientes que te acercas a ellas, que las rozas, que las besas. Pero realmente no te acercas a ellas. Solo te vas consumiendo en tus vicios, en tus deseos inoportunos, en tus triunfos convertidos en humo que inhalas, que te atrapa y acorrala, que te arrincona y aprisiona. Caes en tu propia trampa, en tu propia jaula invisible cubierta por tus miedos e inseguridades. Añades que lo haces por evadirte, por volar, por no continuar en un mundo de hipocresía, de dolor y rabia. Por descubrir aquello que se cierne después de las montañas heladas de las dudas, de los mares inexplorados, de las islas desérticas de tus esperanzas. Explicas que es temporal, que es un sueño con zapatos de cristal, que se convierte en ilusionista de tu vida, en mago que hace desaparecer tus conflictos. Pero cada día se vuelve más necesario para respirar, para avanzar, para continuar. Pero cada día te convierte más y más en esclavo de su atracción, de su imán que te recuerda que nada es posible sin fumar, que nada alcanzarás sin rozarlo, sin poseerlo, sin ansiarlo y amarlo. Crees que con cada suspiro convertido en humo perfumado conseguirás romper tus cadenas, acabar con tus preocupaciones, cumplir tus metas. Crees que con cada color que se inyecta en tu piel vivirás más feliz, esquivando más tus errores y tus miedos, escupiendo tu deshonra, evitando las promesas rotas. Día a día tejes tu tela de araña y la llenas de insectos que caen en tus redes, que mueren atrapadas en ellas como lentamente tú estás muriendo. Pero no eres consciente. Piensas en que uno más no te hará nada, que eres inmune a ese dolor que paraliza tu vientre, que con él te harás más fuerte. Piensas que con ello eres feliz, que creas un universo mejor que el Nunca Jamás, que viajas a rincones donde las sirenas no saben cantar, donde los niños ríen sin parar y donde los problemas vuelan hacia la eternidad. Sin creerlo tiras la llave de tu vida al mar y un pez hambriento de buscar alimento durante días la encuentra al naufragar, se la queda, la esconde y finalmente se la come sin más. Imaginas que con cada inhalación tu mundo real desaparece y atrapa tus problemas en una coraza imposible de traspasar, que nadie jamás encontrará. Pero te olvidas que en ese mundo sigo yo, y él, y ellos, y nosotros. También que seguías tú y que podías seguir en mi mundo, en el tuyo, en el de ellos y en el de nosotros. Te olvidas que continuamos en pie, esperando ver tu siguiente jugada para abandonar o continuar, para abrazarte u odiarte, para ayudarte o desistir. Te olvidas que hay fronteras que no se deben traspasar, que los miedos existen para que se puedan afrontar, que una bala nunca te hará mejorar y menos si esta es invisible a tus ojos y aparece en forma de paloma blanca buscando paz y tranquilidad. Te olvidas que todavía hay quien te quiere, te necesita, te perdona. Pero que te quieren, te necesitan y perdonan en base a tus acciones, a tus decisiones, a tus aciertos y errores. Que no piensan en el interés ni en conseguir más de ti que una sonrisa, una broma o un "lo sé, no lo hice bien". Te olvidas, a la vez, de que aquello no te sirve para nada, que lo único que te hace es enfermar, desconfiar, ansiar más y más, romper las ilusiones en mil pedazos y hacerlas volar. Te olvidas que ello no te quiere, que solamente te quiere ver acabar. Acabar con tu vida, con tu futuro, con tu cuerpo, y con el mundo. Acabar con tus amistades, con tus sensaciones. Puede que temporalmente, también acabe con tus decepciones, pero sin quererlo decepcionas a tu vida, a tu alma, a tu familia. Aquella que solamente te quería ver crecer, soñar, abandonar tu niñez, volverla a revivir, sentir, sufrir y finalmente siempre sonreír. Aquella que te dio pies para caminar y te privo de alas para volar con el único objetivo de no chocar con las nubes, de permanecer de pie ante las crudas decisiones. Aquella que no quiso verte así, anclado a una necesidad que te mata lentamente. 
Te olvidas de que te quiso, de que te podía seguir queriendo, de que hay quienes te quieren, te seguirán queriendo y de que hay quienes te dejarán de querer. No por tus vicios, ni por tus errores, sino por tus palabras llenas de mentiras, de crueles ambiciones, de abandonos. 
 Sin querer queriendo, te olvidas de tantas cosas y no te acuerdas de muchas otras, como que el para siempre se rompe con la desconfianza, con las reglas incumplidas y con las malas palabras. O como que la amistad es eterna pero en un mundo de lealtad, de cariño y de seguridad. Y que tu vida no depende de una decisión entre sí o no, entre cogerlo o dejarlo, entre ansiarlo y repudiarlo. Te olvidas de tantas cosas...

Y sin querer, aunque aún no lo sepas, te olvidarás de muchas cosas más. Te olvidarás de mí, de lo que fuimos, de lo que soñamos, de lo que pedimos a las estrellas tantas noches, de lo que yo nunca olvidaré. Te olvidarás de ellos, de tus risas, de tus miedos. Te olvidarás de las lágrimas de tus padres, de la impotencia de ellos, que irán lentamente al cubo de los deshechos, como fueron las fotografías, los sueños, las promesas, los siempre eternos. Sé que quizás en este momento te estés consumiendo lentamente una vez más, pero si una pequeña parte de tu corazón, aquel corazón que me brindo tanto calor en días de invierno, sigue atado a esta tierra, grito para que vuelva y acabe con este demonio que algún día apareció para hacer desaparecer todo lo que éramos y lo que podíamos seguir siendo.

lunes, 2 de noviembre de 2015

Me llaman, llamo y me dejo llamar

Buenos días, ya es noviembre y aunque ayer también lo fue no he caído en la cuenta de que comienza un nuevo mes hasta que ha empezado de nuevo la semana. Por suerte, empieza cargado de lluvia, empapando los cristales con ilusiones, sueños y nuevos comienzos. Espero que aquello que dejaste para mañana sea conjugado hoy, en este dos de noviembre o en lo que queda de mes. Espero que aquello que esperabas conseguir en tu pasado, aparezca en tu presente, en tu futuro inacabable. Y bueno, después de este pequeño empujón de animo para empezar la semana os presento mi nueva entrada titulada: "Me llaman, llamo y me dejo llamar." En esta pretendo mostrar la gran mayoría de portadas que adjudicamos a las personas, las etiquetas que colocamos a cada uno de ellos. Estas etiquetas en la mayoría de casos condiciona la vida de jóvenes, adultos y ancianos. A veces, los paraliza y les obliga constantemente a romper con ellas, a demostrar que son prejuicios sin sentido, ideas absurdas que alguien invento. Negaos a colocar carteles a las personas, a inventaros falsos mitos sobre su forma de actuar, de hablar, de ser. Cada uno es como es y no necesita ser llamado de ningún modo. 

Para la lectura de esta entrada os he añadido la banda sonora de una de mis películas favoritas "El laberinto del Fauno". Esta película me enamoró desde que la vi y creo que nadie puede vivir sin haberla disfrutado. Por otro lado, he puesto una pintura de Leonid Afremov, uno de los mayores artistas que sabe captar los colores y las sensaciones en sus obras. Feliz lunes y renaced entre palabras.

https://www.youtube.com/watch?v=JktNRlNTfMs





Me llaman, llamo y me dejo llamar; de muchas formas, con variados estilos, de todas las maneras. Hay quienes me llaman a gritos, escupiendo palabras injuriosas y crueles por aquellos labios que antes me llamaron susurrando, evitando ser oídos, a escondidas. También los hay que me llaman sin hablar, sin usar palabras, encadenados al silencio inoportuno de una caricia, de una brisa, de un quizás. 
La vida me llama muerte, mi muerte llama a la vida y yo busco la vida que llame a la muerte. Constantemente soy llamado por mis sueños, requeridos por cada uno de ellos. Intentan atraparme, hacerme caer en sus finas redes de fantasía y ficción, encerrarme en su prisión. Pero no lo consiguen, porque me llaman realidad. Me llaman ese botón que se acciona cada día al aterrizar tus suaves pies sobre el suelo, esa ley que nos impide volar, conseguir, realizar. Me llaman intento porque nunca desisto, porque persisto y porque nunca me rindo.  Me llaman música, porque cautivo, enamoro y sueño. Me llaman diente de león, vela y estrella fugaz porque en mis manos tengo tus deseos y los distorsiono, manipulo y esculpo. Me llaman oportunidad, casualidad y maldad. 

Me llaman desde muchos sitios. Desde un escarpado y temible acantilado que va a parar a tu sonrisa, que se desvanece con los días y que sueña con tu vida. Desde un pasado que parece llamarme incesantemente para que te regrese y  regrese al presente de tus palabras, para que te atienda, te mime y te ilusione. Me llaman desde un dibujo que se escapa del folio, que trasgrede los margenes, que se niega a seguir las leyes. Desde un todo que nace de la nada y una nada que aparece del todo. Me llaman desde la niebla, desde otras tierras, desde la idea. Soy llamado desde el futuro inoportuno de tus desdenes, desde el presente inacabado de tus lágrimas, desde el pasado infinito de tus miradas.  

Me llaman infinito porque sé donde, cuando y por qué muero. Me llaman mar, océano y río porque fluyo entre las palabras y no me dejo llevar por el agua, por las miradas. Me llaman frío porque congelo, me llaman fuego porque caliento. Me llaman tiempo porque nunca termino, porque limito, porque reprimo, porque hago de tus días una línea marcada por el destino.  Me llaman caos porque destruyo, construyo y siempre vuelvo a destruir para no limitarme a sólo construir. Me llaman publicación, erupción y error.  Me llaman cielo, infierno, miedo y seguridad. 

No me dejo llamar crueldad, tortura, falsa cultura. Me niego a llamarme de este modo, porque no tengo nada que ver con la masacre, con el hambre, con la sangre. No me llamo torero, sicario, terrorista; me llamo bombero, voluntario, veterinario, dentista. Esos son los verdaderos artistas, los que llevan la bondad en su vida y en la que les rodean. Los que no bombardean las flores, las calles, sino que las mira, las cuida y las protege. Me llamo como ellos, a escondidas, sin reconocimiento, pero con orgullo, felices, sin olvidarse de los suyos.

El sol me llama noche porque desconoce su forma, sus manos, su derroche. La luna me llama día porque sabe que resplandezco, que brillo como los diamantes, como los amantes que se enamoran al alba. Los problemas me llaman solución porque acabo con la discusión, con la preocupación y busco encontrar ese punto de satisfacción. Las soluciones me llaman problema porque acabo con la armonía, con la sonrisa, y lleno la vida de tristeza, reproches y objeciones. 

Me llaman, llamo y me dejo llamar; sin anestesias, sin preguntas, sin respuestas. Me llaman por llamar, llamo sin llamar. Acepto las etiquetas, los nombres, a los hombres. Acepto que me llamen, llamar y que nunca cese este ridículo circo de llamar cada cosa por su nombre aunque cada nombre no tenga adjudicada su cosa.



domingo, 1 de noviembre de 2015

Quiero dos o tres eternidades juntos

Buenas tardes y feliz Halloween. Adoro esta fiesta, quizás porque se mezcla con el cumpleaños de mi gran tesoro o porque se entrelaza con el cine, el dulce, los disfraces y los sustos. Pero sea por lo que sea, las noches de Halloween hacen de la oscuridad un color diferente, lleno de misterio, leyendas y sobresaltos. De pequeña me gustaba pasar estos días viendo películas en las que saliesen calabazas con ojos, asesinatos, esqueletos, brujas. De todos los factores y elementos que hay en Halloween, este último era y es mi favorito: las brujas. Esas mujeres dotadas de poderes que pueden realizar conjuros, que son inteligentes y en mayor parte crueles. Me encantan. No obstante, mi siguiente entrada no habla de ellas sino de los vampiros. Esos seres oscuros que chupan la sangre y que solamente se pueden derrotar con una estaca, con ajo o con luz.  Y aunque al hablar de ellos nadie puede ignorar la Saga Crepusculo, ni siquiera yo con la imagen que he colocado para introducir mi entrada, esta no habla sobre vampiros como Edward (aunque dejo a la imaginación de cada uno este hecho). 
Bueno, como no tengo muchas ganas de enrollarme hoy con la introducción os dejo mi siguiente entrada y os adjunto una canción que es la banda sonora de Leyendas de Pasión, película que he disfrutado hoy por primera vez.  Feliz domingo y Halloween 2015.  

https://www.youtube.com/watch?v=YGSTlm0yEaU




No me conformo con tener solo una vida. Una vida frágil como las alargadas copas que se caen después de un largo brindis. Una vida llena de hojas caídas, de esperanzas rotas, de impedimentos contrastados. Me niego a conformarme con una vida marcada por el compás de las horas que nos acercan al pozo del olvido, al agujero de la oscuridad, a la ruptura de nuestras cadenas. 
No me conformo con tener sólo una vida por delante y no dos o tres eternidades, y en gran parte es por ti, porque estas serían a tu lado, abrigadas sobre tu pecho, sobre tu corazón bombardeado, sin sangre, sin calor, sin vida. Sé que con dos o tres eternidades pasaría muchas tardes agarrada a tus heladas manos, anidada por las ilusiones de un alma vacía, que desapareció mucho antes de que el sol comenzase a caminar por la cuerda de la vida, anidada en tu alma. Viviría millones de mañanas ocultándome de la luz con lágrimas en los ojos por perder la oportunidad de ver amaneceres, de tocar los rayos del sol, de sentir su calidez. Pero me conformaría siempre que me ocultase en el bosque que forma tu cabello despeinado, tus rizos que caen por la cascada de tu blanca y poderosa frente, por tu sonrisa torcida. Estoy segura de que con dos o tres eternidades juntos, pasaríamos las noches admirando las estrellas, dejando que la poca luz que emiten nos llenaran de esplendor las almas inexistentes que nos completan volviéndonos seres incompletos eternamente. Ellas son y seguirán siendo eternidad tras eternidad fugaces y efímeras, diferentes a nosotros. Sé que si lo consiguiese, si rompiese la conformidad y traspasase las barreras que me impiden cumplir mis sueños, las contaríamos, hablaríamos con ellas, les explicaríamos nuestros errores y nuestros temores. Sin olvidarnos de nuestros sueños y nuestras ilusiones; de como las cosas pequeñas a veces son las más grandes y las cosas grandes se pueden volver tan pequeñas. No me conformo con tener sólo una vida y no dos o tres eternidades a tu lado, aunque sepa que en los espejos nunca me reflejaría, nunca me confundiría, siempre serían paredes de lo que fue mi rostro, mi vida, mi despertar. Quizás de aquella manera los prejuicios morirían como lo haría mi vida, siguiendo las pautas que acabaron con la tuya. Quizás, pero lo que sí que sé es que si tuviéramos dos o tres eternidades juntos, aprenderíamos a vernos reflejados en los ojos del otro, empapados por los copos de nieve que forman nuestro calor, nuestra relación, nuestro todo. Huiría de la tenaz madera que impide nuestro amor, que coloca paredes de metal inquebrantables. Huiría de las estacas que se forman tras cada discusión cuando nos odiamos sin dejar de amarnos y que se afilan con los reproches, con los gritos, con las confusiones acercándonos hacia la muerte del acantilado que forma tu espalda. No me conformo con vivir una sola vida y no dos o tres eternidades a tu lado porque implicaría temerte, soñarte y no tenerte. Sé que si siguiese en vida me negaría a beber del espesor amargo y oscuro que se producen en las heridas, que saltaría, trabajaría y moriría sin más, sin pensar, sin dejar de respirar. Sé que plancharía, me peinaría y cantaría notando el bello órgano latir en mi interior, invadiéndome de calor. Pero no me conformo con ello cuando se plantea la posibilidad de vivir en el lado pálido de la vida, en la frialdad del verano, en el helor del silencio que se clava como agudos colmillos sobre una piel blanca y fina. Sé que mi vida estaría oxidada, sé que temblaría cada mañana y que debería matar para permanecer a tu lado. Imagino que dormiríamos en ataúdes separados y que soñaríamos con abrazarnos sin poder evitarlo. La lluvia ya no sería lluvia cuando se deslizase por mi blanca y fría piel; el frío y el calor no existiría, se evaporarían. Sé demasiadas cosas, intuyo otras tantas, pero de todo lo que sospecho solamente tengo clara una cosa: te quiero, y quizás por eso no me conformo a no vivir dos o tres eternidades a tu lado.