miércoles, 27 de marzo de 2019

Buenas tardes, renacidos. Os echaba de menos, mucho, demasiado. Tengo el día algo completito estos meses. No soy capaz de sacar tiempo o de guardarlo cuando debo. Sin embargo, aquí estoy. Toda para vosotros,  como siempre.

Hoy os traigo una entrada que habla sobre la infidelidad y la mezclo en parte y enteramente con una metáfora sobre trenes, estaciones, etc. Espero que os encante y prometo pasarme pronto por aquí. 

¡feliz día, renacidos!

Echaste la culpa a la primavera como si aquellos días solo formaran parte de una estación
Sin trenes.
Sin raíles que conduzcan a un destino y que no se salgan
Del folio.
Como si una copa de vino se vaciase sin la ayuda de unas manos, que arañan y marcan; de unos labios que no gritaban mi nombre, sino el de ella.
Y ni tú sabes cuántas veces lo hiciste... en la primavera.

En la primavera, me repites. Y como si no hubiesen otras estaciones,  te grito, te insulto, te echo de mi vida. Pierdo las hojas que crujían bajo nuestros pies en otoño, pierdo helados bajo una manta entrellada en verano, pierdo la cuenta de todas las veces que pegué mis pies a los tuyos bajo las sábanas mientras tú te quejabas del frío en el invierno más cálido de mi vida.
Y te pierdo a ti, de paso.

A mí no. A mí nunca.

Porque tú nunca me tuviste. Tuviste lo que era un nosotros,  lo que hicimos juntos y que seguirán recordando las farolas. 

A mí no. A mí nunca.

Porque el amor no se pierde en andenes  o vaivenes, el amor se busca hasta en la última parada.