sábado, 30 de diciembre de 2017

Por qué...

Buenas tardes, renacidos. Por fin os vuelvo a leer, y vosotros a mí. ¿Cómo va la vida? ¿Preparados para patear al 2017 y dar un buen beso al 2018? Yo no es que tenga ganas, pero tampoco las he perdido. Es emocionante pensar que una hora te cambia de un año a otro. Pero, sin embargo, es triste pensar que acabamos de perder otro año de nuestra corta y maravillosa vida... En fin, no estoy para explicar mi vida ni para deprimir a nadie. Espero que estéis pasando una preciosa navidad con la familia, con vuestra pareja, con vuestros amigos o... con un buen libro. Quizás, si hay suerte, el año que viene tenga la oportunidad de encontrar el mío en alguna estantería o entre los brazos de algún renacido!! Sería precioso... De momento, a seguir currando y a intentar cumplir mi sueño. 
¿Cuál es el vuestro de cara al nuevo año, renacidos?

Y bueno, para no alargarme más, os explicaré de qué va mi nueva entrada. Cómo veréis es un pelín corta. Bueno, en realidad bastante. Mi intención ha sido esta vez, igual que ya hice con otro poeta, cambiar un poema popular por un poema renacido. No voy a conseguir que sea mucho mejor, para nada. Solo lo hago para jugar un poco con las palabras y la poesía, algo que me fascina!!!
Esta vez lo haré con el fantástico Bécquer (espero no ganarme su odio con esto, es un pequeño homenaje). Concretamente, con su poema Rima XXX. Creedme, si lo buscáis veréis un poco la razón de todo este poema y podréis comparar SI QUERÉIS! 
Y bueno, no me alargo más que el turrón me espera. Espero que paséis un feliz cambio de año y que todos vuestros sueños se cumplan tras las campanadas.
PD: cuidado con las uvas que las carga el diablo!
PD2: la fotografía está tomada en el lugar de mis sueños, y una de las dos soy yo.



Asomaba a sus ojos una lágrima fría, que afilada quería caer. Y por más que le besaba, ahogando mis penas en su piel, él más callaba, haciéndome temer que posiblemente todo lo que habíamos jurado, todo lo que habíamos logrado, se iba a perder. A romper en mil pedazos. Intentando evitar todo ello, acudió a mi labio una frase de perdón. Tú te levantaste enjugando nuestro amor y serio, apuntándome como si fuera un cañón. Enseñaste tu arma haciendo salir al orgullo y borrando todo rastro de mi humilde perdón. Ya nada era mío, todo era tuyo. ¿No te bastaba con decirme adiós? 
Ahora cada uno eligió su camino. Y camina por los prados buscando otro amor. Pero cuando nos giramos para contemplar el rastro, para saber que ocurrió. Yo sigo pensando, por qué no dije nada aquel día...
Y él pensará por qué no lloré yo...