domingo, 24 de enero de 2016

El final de la película

Buenos días, renacidos. Es increíble como se supone que cada día tiene 24 horas y que por lo tanto sigue un esquema, y en verdad ninguna hora pasa igual. Llevo un par de semanas abrazada a las horas que se empeñan en escapar de mis brazos. Los días pasan lentos o demasiado rápidos; pero nunca como deberían de pasar. Todo depende del observador que miré, todo depende del autor que lo haga pasar. En fin, así van pasando mis semanas de enero, esperando a un febrero que muestra su mano pero que no te deja agarrarla del todo, sólo sentir sus dedos en tu palma. Supongo que es cosa del tiempo, pero me inquieta estas percepciones tan distorsionadas que tenemos sobre el tiempo. El tiempo no es racional, no sigue un esquema de minutos, es lo más irracional que existe. Como el amor.

Bueno, pese a todo ello, mi siguiente entrada no trata sobre el tiempo - aunque no sería mala idea - sino sobre el amor y el cine. Advierto que no será la única vez que mezcle ambos conceptos pues adoro el amor y amo el cine. Son dos de mis debilidades, ya sabéis. Para no dejar de desvincularlo os he proporcionado una composición de la película Cinema Paradiso (película recomendada) y una imagen que corresponde a la película 3 metros sobre el cielo (película más que recomendada).
Espero que os agrade, renacidos y paséis un feliz domingo. 

https://www.youtube.com/watch?v=Rkk0tItcFjs




Deseando no quererte se acabó la película. Y yo no entendí que aquello tenía fecha de caducidad, de emisión, que el para siempre se escribía con mala letra y falta de cohesión, que entre tu pecho y el mío solamente apostaba un corazón. Sé que me precipité en los tráilers, diciéndote te quiero antes de ver rodada la última escena, antes de haber acabado la ronda de mentiras y esperando que tú creyeras que aquella confesión era una más de todas ellas. Pero yo no pude evitar ser sincera, decirte que te necesitaba cada noche como si fuéramos brujas quemadas en la hoguera. Conociste mi tapadera, mi plaqueta convertida en la escena definitiva, en el parón para ir a comer o a estirar las piernas. 

Al principio te resultó divertido, una fan más a la que alimentar con coqueteos, con apuestos encantamientos, con papeles de como actuar hasta en la escena del beso. Yo me limité a aceptar tus frágiles sentimientos, imaginando que con el tiempo las cámaras dejarían de rodar nuestras vidas y nosotros conseguiríamos ser felices como los protagonistas. Yo acepté los agradecimientos finales al final de cada día, aunque no conocía la mitad de los nombres y la otra mitad ni la oía.  

Pero, ay, bendita mi suerte. Me convertí en tu personaje, y tú en el actor que interpreta las constelaciones, que paraliza mi piel con cada arreglo de sonido, con cada modelaje. La culpa fue del tiempo, de no esperar a que acabase mi papel en todo esto y obligarme a confesar mis sentimientos. Sé que me ruboricé y tú deseaste que no lo hubiese hecho. Éramos dos simples actores, pero yo no pude evitar quemar mis apuntes, mis intervenciones y besarte en cada secuencia que aparecíamos juntos para desaparecer separados.  

Sé de sobra que cuando el cine se llene, mi alma se vaciará para siempre. Pues quedaremos el uno con el otro como simples compañeros que exageraron sus sentimientos. Pues quedaremos como dos impostores que vendieron su tiempo a cambio de dinero, de fama y de sonrisas en forma de aplausos.

Quizás exageré el sabor a palomitas pues no eran tan saladas como aquel mar que deseaba visitar a tu lado, como aquella espuma que me recordaba a tu cabello dorado. 

Quizás exageré el sabor del refresco pues no era tan dulce como aquellas palabras que apuntabas entre reglones, como aquellas formas que pudiste haber utilizado para conseguir más seguidores - yo entre los más usurpadores-.

Y si digo quizás no es porque me dé miedo admitir que me equivoqué, que taché en rojo las únicas verdades que me esforcé por aguantar. Sino porque el quizás deja siempre una puerta a mitad de camino entre lo que nunca hemos sido y lo que de verdad será.

sábado, 16 de enero de 2016

Yo no sabía que el amor era así

Buenas tardes, renacidos. Siento como una especie de Déjà vu por repetir de nuevo un saludo en este sábado dieciséis de enero. Pero es que necesitaba seguir expresando cosas, diciendo sentimientos, cambiando mi estrategia de publicar cada día una entrada. Pero bueno, renacidos, sabéis perfectamente que las normas están para romperlas - por favor no os toméis al pie de la letra esta inocente frase, gracias jaja-.  

En verdad, si lo pienso bien y recapacito, no es mi culpa haber repetido publicación hoy. Alguien a quién quiero muchísimo me ha animado a escribir otro tipo de entrada, una algo más positiva y romántica. Si le preguntáis hará ver que no tiene nada que ver con esto pero que a la vez es causante de todo... Y cuando digo todo, me refiero de todo. En fin, que me enrollo demasiado en las introducciones y después la entrada parece incluso más corta de lo que es. Con esta entrada he adjudicado una de mis canciones favoritas. Es de Melendi y se titula el amor es un arte. Por favor, renacidos, si no la habéis escuchado, oírla. No tiene desperdicio, lo prometo. Por otro lado, también os he puesto una bonita fotografía de la película el Diario de Noah - película que cito muy a menudo-. Esta tampoco tiene desperdicio y si la veis entenderéis el porqué lo digo. 

Bueno, renacidos, espero que os guste esta entrada y en especial a ti, amor. Y ahora sí que sí, feliz sábado. Hoy no escribo más y me mantengo quitecita. 

PD: Para ti, Uriet.

https://www.youtube.com/watch?v=YstgZ-ZRzVI





Yo no sabía que el amor era así. Siempre me habían contado historias para dormir sobre princesas, príncipes y parajes perdidos donde las rosas crecían con las lágrimas y dónde los hechizos se rompían con palabras y besos de amor verdadero. Creí en los cuentos, en la fantasía, en aquel niño que se enamora a primera vista. En aquel animal que siempre le hace compañía y que le ayuda a su conquista.

Yo no sabía que el amor tenía olor a manzanilla, a madera mojada, a naranja exprimida. Ni que aparece de la nada y se convierte en el todo; en aquel brillo de cada mañana, en aquel sueño cada madrugada, en aquellas tardes repletas de palabras, de miradas, de sonrisas escondidas, etruscas, condenadas. 
Tampoco imaginaba que me encontraría con esa sonrisa solapada por alfileres a cada una de tus mejillas, que sentencia la creencia en mariposas perdidas en mi estómago, en felicidad en mis días, en palabras prohibidas. Que cambiarías mi mundo, mi paz, mi alegría. Que me harías saltar, soñar, sentir de nuevo como una niña con la corona en sus manitas. 

Jamás imaginé que entre tus brazos hallaría las respuestas ni las preguntas incompletas, jugadas a suertes por Cupido entre copas y copas inyectadas de vino. Ni que dos palabras compuestas por ocho letras pudiesen tener tantas y tan pocas faltas de ortografía que disipa el alma y señala la utopía. Ni que pudieses conocer mis errores e imperfecciones besando esos lugares donde se esconden. Que me hicieras y haces sentir diferente siendo del todo igual en esto de amar. 

Nunca pensé que el café me fuera a dejar de importar, que tú me despertases de buen humor con suspiros que agitan el alma y con cosquillas que desordenan la calma. Que el periódico cada mañana lo trajeras con las olas de tu marea, con la luz de las farolas, con el polvo de las mariposas.

Créeme cuando digo que yo no sabía que el amor era así, que me pilló de sorpresa intentando encontrar las respuestas, que me mintió en el camino que lleva a tu puerta. Y sí, pensé que el amor era como nos cuentan. Con amores eternos, con perdices comiendo... quiero decir: comiendo perdices, y todos por siempre felices. Pero me encontré con la realidad, donde se subestiman los zapatos de cristal, las manzanas envenenadas y las enredaderas que encierran palabras. Pero me encontré en tu casa, soñando descalza sueños de princesa, pensando en lo azul que resulta tu nobleza y en las promesas que quizás no se cumplan pero que nos mantienen personas libres atados al amor que nunca cesa.

El infinito vacío

Buenos días, renacidos. ¿Nunca habéis pensado en la cantidad de sitios que habéis visitado y que todavía os queda por visitar? ¿Y en la cantidad de todos aquellos pueblos o rincones escondidos que nunca visitaréis? ¿O en ese lugar que quizás halléis aquello que tanto buscabais o esperabais? Es emocionante pensar en la cantidad y multitud de lugares existentes que enlazan todo. En esos hilos que nos atan unos a otros, que nos acercan manteniéndonos alejados. Es increíble y excitante. 
Pues bien, en parte, por este camino deriva mi nueva entrada, renacidos. El infinito vacío no es más que un lugar que nadie puede ver pero que mucha gente siente constantemente. El infinito vacío es todo y nada, agitación y calma, esperanza y resignación. Con esta entrada os traigo unas composiciones de Chopin, un genio que siempre permanecerá en la música y en nuestras vidas. También, para no dejar de lado al hombre más increíble que puede haber existido en este mundo, os traigo una imagen del fantástico artista Vicent Van Gogh. En esta, podemos conseguir sensaciones y emociones que agitan nuestras expresiones por completo. Dudo que nadie pueda ponerle nunca, nombre a estas ilusiones que consigue Van Gogh con su pincel...
Renacidos, espero que os guste y paséis feliz sábado. 

¡Nos escribimos y sentimos!

https://www.youtube.com/watch?v=oy6NvWeVruY





Era el infinito vacío. Un lugar apartado del silencio, del ruido, de las prisas, de la calma. Un lugar deshabitado por todos los habitantes que lo frecuentaban, por todos los pasajeros que repostaban en el caos de aquel individuo, de aquella cosa, de aquella limpia mancha en el mundo. Era un margen, dos capítulos, un punto y final. Una estancia que hacia que tu vida dejase de emitir momentos, experiencias, deseos. Una estancia que se alimentaba de su inexistencia, que disfrutaba de que nadie conociese su presencia, de que pocos lo visitasen. En él solamente se quedaban los susurros, permanecían las huellas que impregnaban el recinto y se depositaban los insultos que pintaban su fachada. Era el infinito vacío, el pecado que no tenía víctimas, pecadores, ni asesinos. Conocía los colores pero no se decantaba por ninguno. Él era blanco, era rojo, era negro. Era un color nuevo que se alimentaba de las creencias de los hombres, del miedo de los animales, de la seguridad de las mujeres. Era un todo en la nada, un nada de su todo. No rompía, rompe, ni romperá ningún plato, porque él, ella o ello es discreto, aparece en las sombras, en la luz, en la rendija de tus ideas. Siempre ha sido nunca y quien lo conoce dice que nunca es siempre. Confunde su sola presencia, desconcierta su simple mirada. Juega con cartas invisibles, presas de tus horrores, de tus inseguridades, de tus dudas. Aparece cuando no lo esperas y desaparece cuando lo quieres cerca. Era y es el infinito vacío. Cobra en desilusiones, desesperanzas y falsos errores. Sueña con atrapar deudores, estafadores y corruptos delincuentes. Pero siempre consigue a los mismos miserables, a los que ofrecen su vida sin reparar en facturas, en desiertos, en muertes. Pero siempre vende a los mismos pobres, a los que reciben su muerte sin reparar en fracturas, en bosques, en vidas. Existe porque le hacemos existir. A causa de nuestros miedos, de nuestros errores, de nuestros gusanos que nunca se volverán mariposas, elefantes, ni voladores. Se llama infinito vacío y aguarda en nuestros corazones hasta el momento de saltar a la arena, para luchar por lo poco que todavía nos queda.

jueves, 14 de enero de 2016

Ayer mientras dormía

Buenos días, renacidos. Parece que el sol ha dado una tregua al tiempo y ha permitido al viento y a la lluvia adueñarse del cielo. Me alegro por ello. Ya sabéis - y si no lo sabéis os lo digo ahora- lo que me gusta la lluvia. Para mí, más que una obra del cielo o de la naturaleza es la expresión de sentimientos. Los días de lluvia son días para pensar, meditar, leer, reflexionar... Días marcados por las palabras, el sonido de la lluvia, la calma... Mañanas, tardes y noches perfectas para mí, y para muchas personas que adoran dormir con el sonido de la lluvia. Es muy relajante...

De todos modos, la entrada que os traigo hoy no tiene nada que ver con la lluvia, sino con los sueños. ¿Nunca habéis tenido un sueño en la cama del que desearíais no despertar? Bueno, ¿o despertar más tarde? ¿que durase más? Yo he tenido cientos. Y no solamente porque fueran preciosos, románticos o de ensueño, sino porque en algunos necesitaba conocer el final. ¿Como pasa con algunos libros con final abierto? pues igual. Pero bueno, supongo que el despertar es inevitable, y me alegra. No me gustaría permanecer siempre dormida por muy bien que se esté en la cama y por muchos sueños bonitos que se originen en ella.

 Mi entrada, por lo tanto, habla sobre los sueños. Con ella encontramos una bonita canción de Vanesa Martín y Axel titulada Casi te rozo. El hecho de que la haya puesto se debe a que la protagonista de la entrada quiere rozar a su sueño, pero no deja de ser un sueño. 
Bueno, renacidos, espero que os agrade y que paséis un feliz jueves. ¡Hasta pronto!


https://www.youtube.com/watch?v=LRmi22bsRHQ





No puedo jurarlo, pero ayer mientras dormía te vi y sé que aún te sigo amando. 

Sí, lo hice, te vi con mis ojos cerrados, aferrada a la idea de que no era más que un simple sueño mientras te acercabas lentamente a mí oído y me gritabas en susurros: te quiero, no despiertes. Yo te juraba que no lo haría y me abrazaba a tu tenue existencia mientras las sábanas se revolvían como respuesta. El olor que emanaba tu piel me mantenía bien despierta en sueños, pero sin dejar de soñar que no despertaba. Por fin solos, me decías. Por fin solos, repetía. Y yo no entendía cuanta razón tenían esas palabras. Habíamos luchado durante tanto tiempo por poder permanecer abrazados, por escoger de la cama cada uno nuestros lados, por ignorar la opción de tirar los dados y echar a suertes aquello que habíamos creado...; que olvidamos cómo era la realidad y cómo encierra todos y cada uno de los deseos en una cajita de cristal.

Despiertos, caminando por la calle de la vida, comprendimos muchas de las lecciones que hacen presos a los soñadores, a los oradores y a los predecesores. Lecciones como la de la rutina que se adueña de los corazones o la de los errores que lastiman a los amantes deudores de amor, de afecto, de dolor. Despiertos, caminamos por la calle de la vida entre faroles y utopías, pero, sin querer, nos dejamos las palabras que debíamos decirnos, aquellas que se fueron acumulando en el rincón del olvido, generando polvo, tristeza, asombro. Las abandonamos a medio trayecto, como nos abandonamos a nosotros mismos esperando respuestas y señales del cielo que jamás llegaron y que en cierto modo nunca esperamos. Nos hicimos daño, creando heridas en la piel que necesitaban cicatrizar, sanar, limpiar toda suciedad que nos amarraba a las desgracias de aquella barca a medio hundir.

¿Y sabes qué es lo peor? te dije en sueños. Tú negaste con la cabeza como si esperaras una respuesta en forma de viento. Lo peor de todo no es esto, no es verte en mis sueños. Te dije. Lo peor es que te veo en las calles, en los bares, que gritan tu nombre, que callan el mío, que me recuerdan palabras, que me olvidan suspiros. Lo peor es que te quiero con los ojos abiertos, y tú solamente me quieres cuando cierro los míos. Lo peor es que por mucho que te recuerde en mis desvíos y permanezca en tus dominios, tú siempre serás, agua, río, viento erguido que desaparece sin haber aparecido en mi vida, en mis sueños, en mis desvaríos. 

lunes, 11 de enero de 2016

Cuando el mar ama

Buenos días, renacidos. Hoy se presenta un día frío, un día que quiere congelar las horas y minutos pero que no consigue congelar el paso del tiempo. Quizás fuese interesante conseguirlo, paralizarlo durante unos instantes y poder disfrutar de la eterna espera, del tiempo pausado. Pero también sería confuso no vivir con esas pautas. Creer que es el momento oportuno para hacer algo y decidir no realizarlo porque de repente, ya ha pasado dicho momento. Quizás esa sea la razón de limitar nuestra vida en parámetros idénticos cada año. En cierto modo me tranquiliza, pero solamente en cierto modo. La otra parte de mí quiere vivir al margen del tiempo y su eterna prisión. 
Bueno, dejando de lado estas observaciones sobre el día, hoy os traigo algo diferente, renacidos. No tan diferente como el cielo y la tierra, pero algo diferente a lo visto anteriormente. Se trata de un cuento, un cuento que trata sobre el mar cuando ama y que está escrito atendiendo a la rima - por lo tanto a los sonidos - y a las sensaciones. Os he aportado para leer esta entrada, música sobre el sonido que produce el mar al chocar con las rocas.  Aparte, os he de comentar que esta entrada ha producido una sensación extraña en mí; algo así como mariposas, desahogo y satisfacción. He logrado plasmar lo que quería y de la forma que necesitaba. Estoy feliz por ello, y entonces, el día se presenta más bonito de lo que parece. 

Bueno, renacidos, os dejo con la entrada. Espero que os guste y paséis un fantástico martes. Ah, y nunca olvidéis que los cuentos no son sólo para los niños. 

https://www.youtube.com/watch?v=JZkh08s3a34

PD: va para ti, Simón.



Fue un efímero sueño, un parpadeo de los días que con un suspiro y pestañeo desapareció para dejar paso a la realidad. Creyeron que duraría una eternidad y resultó ser una eterna mentira. Su amor se evaporó entre la espuma del mar dejando olor a salitre en cada uno de los rincones de Barcelona.

Todo empezó en aquella playa desierta donde un pescador se enamoró de una sirena. Era un hombre robusto, cicatrizado por el paso de los años en su joven piel, por los errores que había ido pescando y creando él. No creía en el amor, la felicidad o el cariño, solamente en pescar con un sedal los peces que caían del precipicio de la vida hacia la muerte, hacia la sartén de aquellos que viven inertes ante su suerte. Utilizaba cada mañana, cada tarde y cada noche la misma técnica para pescar, sin imaginarse que el pez más grande que vio en el mar, le atraparía con sus redes obligandole a nadar para siempre. Tenía labios carnosos, extremidades vertiginosas y una flexible cola que movía sin parar. Le llamaba en susurros, gritaba silenciosamente su nombre, le pedía entre murmuros aquello que calla el alma y grita la calma:

-Pescador, tú, con tu sedal y yo con mi penar, alguien nos unió. Quizás fuera el mar, quizás fue un señor, pero de lo que sí estoy segura es que el mal se apoderará de nuestro final.

El hombre la escuchaba hablar, acercándose poco a poco al mar, sin dejar de ver aquella mirada que más que unos ojos que miran parecían cantar. Sabía lo que decía, pues de pequeño le enseñaron a entender y a hablar, pero no comprendía cuan ciertas eran sus palabras hasta que rozó el mar. La furia se despertó desde las profundidades más insólitas hasta las superficies más inhóspitas. El mar rugía su odio hacia el pescador enamorado de la sirena, aquella que había amado en secreto durante largas y largas primaveras. 

-Pescador, odiado ser que destruye todo aquello que toca y ve. Tú que eres humano, que has acabado con el paraíso que se había fundado. Tú que dañas a otras personas, que quemas bosques y matas las bellezas de este reino, que acabas con los seres que nosotros, la naturaleza, queremos. Tú que no sabes lo que es amar, te atreves a pensar que enamorado estás de ella, de su bella cola y de sus cantos de sirena. Y yo, que he vivido enamorado de su encanto desde que el cielo es cielo, y los pájaros han volado; me tengo que quedar parado mientras muere por tus palabras injuriosas y arpías. De ninguna manera, pescador, la sirena es mía y tú nunca lograrás destruirla.

Las olas sumergieron al pescador con su bravía prepotencia, condenando al buen hombre por los pecados que otros cometían. Luchó con uñas y dientes por levantarse de aquella marea, pero el agua le absorbía toda energía, y poco a poco se fue dejando llevar por su desdicha. La sirena, presa del pánico por la muerte de su amado, se lanzó en su búsqueda, aleteando entre los gritos salados que el mar escupía sin reparo. Lo encontró tirado y ahogado sobre conchas fragmentadas, sobre piedras escarpadas. Las lágrimas de la amada se confundían con las gotitas del agua salada. Nada podía hacer por aquel pobre mártir que entre sangre y corales dejó de pescar para ser pescado. 
La sirena con rabia, desesperación y tristeza se dejó llevar por la marea sabiendo que esta la llevaría hasta aquel lugar donde su amado la esperaría. Cuando el mar  se dio cuenta donde estaba la sirena, fue testigo del error que había cometido, pues durante unos momentos había sido humano y condenado a muerte a un pobre pescador por los abusos que todos los demás habían cometido. No pudo evitar tampoco, odiar. 

Odiaba al pescador y odiaba a la sirena, porque juntos, finalmente, habían llegado hasta las estrellas.

sábado, 9 de enero de 2016

Lecciones de amor I

Buenas tardes, renacidos. El sábado se presenta - al menos en mi caso - muy ocupado y aburrido. Exámenes y trabajos grupales me obligan más que nunca a dedicar todo mi tiempo a la Universidad. Aunque todo este tiempo que dedico también necesita un respiro para descansar, para tomar fuerzas y para volver con más energía a las responsabilidades. Y sí, Renacer entre palabras es mi respiro, mi descanso. No sé cómo era capaz de vivir sin estar pegada a mi blog, de verdad que no lo recuerdo.

Bueno, en este soleado sábado - que ya hemos dicho que no supone su belleza de todos los días porque estoy encerrada - voy a publicar mi entrada sobre el amor que se titula Lecciones de amor I. El hecho de que haya puesto un número, se debe a que muy posiblemente haga más partes sobre esta entrada, pero aún no estoy segura de ello. Todo se verá. Por otro lado, fijándonos un poco en la entrada de este 9 de enero, hoy he decidido colocar la canción "Ya verás" con letra de Funambulista y Andrés Suarez. Sé que de normal no suelo poner canciones con letra, pero es que adoro esta canción y me siento muy vinculada a su bonita letra. En cierto modo se parece a la entrada que os estoy presentando, de ahí el cambio.
Bueno, renacidos, no me voy a alargar más. Espero que os guste Lecciones de amor I y que sea un desahogo o respiro para vosotras también.

Feliz día.

https://www.youtube.com/watch?v=rIWRgD32fL4




Tuve que aprender demasiadas cosas del amor para luego poder desaprenderlas, para volver al margen bordeado de amarillo que rompía los esquemas y que me llevaba al eterno reinicio, al resquicio de tu pared, de la mía, de un tal vez que llegaba siempre tarde cuando corría. Tuve que entender que el amor era otra de las maravillas que encierra el arte, pero esta se encuentra bajo llave dentro de una cueva solitaria y abandonada en medio de un sauce de palabras, de un encrucifijo, de una adivinanza. Entre otras lecciones entendí el sentido del vacío que se extiende entre tu espacio y el mío. Ese vacío que separa pensamientos, que hace que sintamos diferente y que pensemos sin sentirlo. Ese vacío que lleva a un abismo de verdades en forma de crueles mentiras, rasgadas con el papel manchado de tus duras manías, de tus acantilados repletos de sentidas hazañas que bailabas entre patéticas y repetitivas baladas. Sentí las mariposas estallar en mí estomago en noches decentes, en días sucios, en mañanas con olor a desayuno continuo y girando entorno de Saturno. Las sentí revoloteando, alterando mis sentidos, confundiendo mis quejidos y abriendo la puerta hacia el millón de suspiros que salieron disparados desde el lavado de cerebro que tenía mi cuerpo, mi alma, mi olvido. Comprendí las canciones de amor que hablan sobre las miradas encerradas en alargadas y soñadoras pestañas, en ojos que destellan afecto sin decir nada. Aprendí como se deletreaba te quiero, cruzando las ocho letras y saltando a la pata coja mientras intentaba hacer poemas con ellas. Logré cumplir mis deseos, encontrar a la persona que jamás había perdido pero que siempre necesitaba al lado mío; abrazarlo bajo la lluvia de estrellas que producíamos cuando nos rozábamos las manos, cuando centelleábamos el cielo. 
También comprendí el sentido del desamor, el olor a café derramado que producía escuchar un "ya no te quiero", "seamos amigos", "todo ha cambiado". El horror de reconocer que nunca había encontrado un trébol de cuatro hojas y que si así hubiese sido se hubiese marchitado en cuanto lo rozas. El tomar helado bajo depresivos, el buscar explicaciones a todo lo ocurrido, el entender que el amor no era una palabra con sentido sino sentir esa palabra que nos aporta Cupido.

Quizás el error fue de quién conjugo el amor entre suspiros, porque no reflexionó en que el presente sería contigo y que en el futuro solamente esperaríamos el olvido.

viernes, 8 de enero de 2016

Vuelves

Buenas tardes, renacidos. Necesito volver a escribir, volver a plasmar mis ideas, mis sueños, mis emociones en este blog. Necesito saber que me seguís leyendo, que algunos me comprenden o que piensan diferente a mí. Vuelvo porque necesitaba tanto renacer entre las palabras, pensar que quizás alguien necesitaba también hacerlo y soñar que algún día sea una necesidad universal. 
Antes de nada más os tengo que decir feliz año nuevo porque antes no he podido hacerlo. Sé que es algo tarde, pero que se le va hacer... 
¡Renacidos, llevamos 1435 visitas! y esto solamente puede seguir creciendo y creciendo como lo hacen mis sueños por cada vez que la visitáis. Muchas gracias por ayudarme a cumplir mis deseos, por ser esa estrella fugaz a la que una vez pedí conseguirlo. Gracias, renacidos.
Mi entrada, mi segunda entrada de este año se titula Vuelves. Es otra entrada de carácter poético con la que intento plasmar las sensaciones del amor de forma positiva - algo extraño en mí, ya lo sé, pero no soy una persona negativa y de vez en cuando me gusta mostrar el lado claro de la luna -. Bueno, para no perder mucho tiempo más en la intro y así podáis explayaros con la entrada os explicaré que el enlace que adjunto hoy es de una composición de Beethoven titulada Moonlight, una canción que seguramente conozcáis y os agrade. La imagen corresponde a un dibujo de la fantástica artista Paula Bonet y pertenece a uno de sus libros titulado: The End. 
Bueno renacidos, espero que os guste y paséis un feliz viernes - el segundo viernes de 2016 -. 

https://www.youtube.com/watch?v=oKPhGHAdqk0




Vuelves como lo hace el febrero entre los árboles, aullando al frío que congela sus ramas y paraliza el verde paisaje. Como los sueños que se repiten intentando ser cumplidos, no ser soñados sino realizados. Como las estrellas fugaces que caen lentamente con prisa, siguiendo a la brisa que paraliza el cielo, el firmamento, el efímero universo. Como la puerta que se abre esperando a ser cerrada, o que se cierra para que alguien pueda volver a abrirla. Como la piedra que baja por el arroyo y se queda paralizada de asombro al ver tanta belleza, tanta luz y nobleza. Como las pulseras que caen de tu muñeca y desaparecen en la oscura niebla, que absorbe la esplendida y espesa niebla.

Tú vuelves, como las ideas que se pierden en la mente, que buscan parajes escondidos donde permanecer todo el invierno y salen espantadas al derretirse con el calor de tus besos. Como el tiempo que vuelve de las doce a la una y de la una a las doce constantemente, que busca un sentido al sinsentido que creamos con efecto confuso, que busca un paralelismo entre los días y una diferencia entre las horas. Como las películas en la taquilla que entre palomitas y palomitas ven pasear a amantes, testarudos, dibujantes. Como las fiestas en las que alguien se pierde, otro se enamora y a un último traicionan. Como las velas que se apagan con el viento o el viento que se apaga con tu sonrisa. Como las amapolas que son arrastradas hacia la eternidad más cercana a la muerte o las margaritas que jamás conocerán el sentido de dichas palabras tan fuertes. Como los trenes que no encuentran su estación o las estaciones que pierden a sus trenes. Como los romances en verano, que son tan cortos como largos.

Vuelves como el gusano que se muerde la cola y se rompe sin querer queriendo en mil pedazos, que busca entre sus actos el error más grande que puede cometer un humano. Como las largas tardes agonizando en el banco, esperando tu llamada, tus respuestas, tu llegada. Como las cartas sin remitente que esperan a la persona correspondiente de tanta atención, emoción, que lleva consigo un sinfín de sensación a caramelo, a avellana, a olor a playa. Como el marcapasos que dejó de funcionar y se pierde en el umbral de las caricias, de las sonrisas, de las medicinas que eran tus palabras, que eran como estatuas inhumanas. Como los otoños entre murmuros, susurros que se lleva el tiempo y que barre las hojas que se precipitan al abismo de tus manos. Como el pegamento que nunca pegó pero que siempre sirvió de pisapapeles de marcador de tu corazón. Como la campanita que indicaba tu presencia, que me tintineaba el alma y me hacía pensar en cuan pequeña era nuestra leyenda, nuestro para siempre con sabor a miel, nuestra efervescencia convertida en falsas apariencias.

Vuelves como las faltas ortográficas que pinté sobre tu piel, como las sandalias que se pierden en el jardín de tus abrazos, como las palabras que sacudía la manta donde permanecimos siete primaveras. Vuelves y te llevas todo, dejando nada, pensando en poco y queriendo demasiada calma. Vuelves y paralizas las hazañas, las ideas, las habilidades que nos llevaron a volver a querernos, a volver a odiarnos, y a volver a pensar que nos odiábamos sin dejar de querernos. Vuelves y me haces reflexionar sobre si el volver significa haberse ido y arrepentido o haber permanecido invisible a nuestras miradas y oído.

sábado, 2 de enero de 2016

Feliz Navidad aunque sin introducción


Hay gente que no cree en la magia de la navidad. Gente que piensa que las estrellas que se cuelgan en lo alto del árbol son simples accesorios para hacer más lujosos los adornos, los gastos, los hogares. Gente que cree que pedir regalos es una simple excusa comercial para ganar más y más, para gastar sin parar. Gente que incluso deja de creer en las casualidades o milagros que se cumplen durante esos días, que ve pasar diciembre sin la ilusión de un niño el día de reyes o de un adulto cuando su número es el premiado. Gente que cierra los ojos delante de lo evidente, que tacha de imprudente cuando alguien consigue sorprenderle. Gente que esconde las alas para que nadie le vea soñar, imaginar, creer. Gente sin sueños, sin ilusiones, sin tiempo para ver lo que se acerca en el trineo. Gente muy diferente a mí.
Hace años me di cuenta que la magia de la Navidad no se encuentra en los turrones, en las gambas, ni en las noches sin dormir; sino en la gente que te elige para reunirse contigo durante esas fechas, que te sorprende con un detalle, con un beso, con un abrazo. Sorpresas que aunque no sean golosinas pueden ser las más dulces del mundo y hacerte volar entre las nubes, rascar el cielo y coger las estrellas para llevarlas hasta la copa de los abetos. Es posible que hayan algunas mejores que otras, como todo en esta vida… Quizás incluso algunas no nos gusten o nos hagan llorar, pero siempre hay que creer en la otra cara de la luna y en su poder de convicción para hacernos creer de nuevo. 
¿Sabéis una cosa más, renacidos? Hay muchas cosas que me hacen dudar, cosas que me mantienen al filo del hilo invisible de la confusión o me obligan a decidir entre seguir adelante o retroceder. Dudo bastante a menudo, pero si hay algo de lo que estoy segurísima es que por muy buenas que puedan llegar a ser las demás, no cambiaría por nada en el mundo mi colección de sorpresas. No cambiaría esas mañanas cerca del calor de la chimenea con el aire frío colándose entre mis prendas; esas tardes paseando abrazados debajo del cielo azul, un cielo que nos confunde las ideas, que paraliza el tiempo, que nos enamora; esas noches entre risas y recuerdos que se grabarán a fuego en nuestros corazones. Ni mucho menos esos regalos inesperados y tan personales, esas sonrisas entre cosquilleos y esas tristes despedidas. Y aunque parezca raro, tampoco cambiaría esas peleítas que surgieron, esos enfados con resaca de dolor, ni esos reproches entre tachones. No los cambiaría por nada. ¿Y sabéis por qué? porque descubrí que con ellos ya me tocó la lotería hace demasiado tiempo y mi billete no venía con ningún número que no fuese el paso de los días, de las noches, del tiempo que no avisa y corre delante de nuestra vida. 


Solamente me queda decir: feliz navidad, renacidos. Jamás dejéis de creer en la magia que cubre de nieve el desierto, porque los milagros son una moneda de doble cara en la cual a veces te hace cómplice y en otra dueña del milagro.


Firmado- Una loca de la Navidad.