sábado, 18 de junio de 2016

La vida y querer vivir al revés del mundo

Buenas tardes, renacidos. ¿Cómo es vuestra vida? ¿Cómo hacéis que siga? ¿En qué consiste? ¿Os gustaría cambiarla? ¿Por qué? ¿Y si os gustaría, por qué no la cambiáis? 
La vida es una palabra demasiado grande como para dejar que sea manejada por la corriente o por las costumbres. Una no es eterna, no vive para siempre. Una no puede dejar que su vida dependa de algo que no quiera. Sé que muchas veces, querer cambiar algo no depende sólo de nosotros. Hay veces que nuestra vida va encadenada a leyes o a personas que necesitas. Entiendo que a veces tengas miedo, te asuste intentar cambiar algo porque piensas que por mucho que luchas no lo consigues, no cambias. A mí, sinceramente, no me gusta cambiar. Odio los cambios en mi vida porque siempre me hacen daño, siempre me paralizan. Sé que me gusta tener las riendas de mi vida e ir decidiendo, pero también sé que a veces los recuerdos deciden por mí misma. Y debería de cambiarlo, pero de momento no puedo. Por eso entiendo a aquellos que quieren cambiar pero no se atreven, como yo. Los cambios son horribles, nos dan miedo, nos asustan. Los cambios te cambian. Y la vida merece algo mejor que vivir sintiendo que no vives. Por ello, si crees que estás en esa situación, coge aire con las manos y adelante.

No voy a extender más mi entrada. Es la vida. Es el querer vivirla. Es el odiar algunas cosas establecidas y establecer nuevas directrices. La vida, sin más. Esta entrada, en parte, va para ti, querida vida; nunca me dejes que yo no te dejaré a ti.



Siempre he querido vivir al revés del mundo y creo que lo he conseguido. Mi cabeza nunca llega a las nubes, no se pierde por ellas, no ve las cosas desde ese angulo, pero si toca las estrellas. Las acaricia, las contempla. Tienen un tacto sedoso y su polvo cae en los hombros de aquellos que la besan. Pero con ellas, sin querer, siempre te vas por las ramas y terminas besando ranas entre azucenas. Mis ojos casi nunca se cierran porque temen perderse o encontrarse cuando la oscuridad llama a la puerta. Siempre he pensado que de cada uno hay dos versiones. Una, la que no nos importa mostrar, la que enseñamos sin más de cara a los mirones. Una que muestra nuestras facciones, nuestras aficiones, nuestras manías y nuestras contradicciones. Y otra, que siempre se sonroja, que se oculta tras las hojas empapadas en lágrimas, las que susurran palabras que nos describen y que nos hacen mojarnos ante las decisiones. Otra que pocos entienden pero muchos juzgan, que ocultamos y nos multan y pasan factura. 

Siempre he querido vivir al revés del mundo porque nunca he entendido la verticalidad que se asoma. Las cosas rectas, perpendiculares y cuadradas me asustan. Me parecen mentiras hechas a posta para engañarnos, para querer seguir las medidas y los ángulos. Yo siempre he vivido un poco curvada dispuesta a mirar las cosas desde otra perspectiva, no siempre de frente pero sí de cara. Sin aceptar los escalones que nos van diferenciando, que nos van adaptando. No me gustan las promesas porque siempre prometemos cuando menos creemos que vamos a lograrlo. Es como una manera de decirnos que no, que lo haremos, de ponernos cadenas y prometernos que el olvido o el futuro no podrá con nuestras palabras. 

Siempre he querido vivir al revés del mundo, caer de cabeza por un tubo y menear las caderas cuando es menos oportuno. Gritar a pulmón hasta que explote. Vivir en un efecto mariposa constante, convertirme en hormiga o elefante y saber como se siente. Aunque imagine que no debe de ser agradable. Por eso sé que vivo al revés del mundo, porque no creo en el hombre. No me gustan sus trampas, sus heridas con el papel, sus estafas. No me gusta pensar que estoy en una pirámide lejana que nunca ha existido pero que todos repetimos cuando decimos que debemos tratar al perro como si fuésemos su dueño. ¿Quién te enseñó eso? 

Vivo al revés del mundo porque no creo en lo que todo el mundo cree. No creo que mi vida valga más que la de aquella hormiga. ¿No nos movemos igual? ¿No somos seres? ¿No sangramos? ¿No esperamos? ¿No somos hermanos de esta tierra que el hombre revienta y que todos maltratamos? 

Vivo al revés del mundo porque no me siento como una clienta. Respiro la contaminación que sale en las grietas de la tierra, que hace que se seque, que enferme. Y yo no enfermo porque sin querer, estoy llena de veneno. Es verdad que se supone que no tengo dueño, pero sin querer lo tengo. Aquel que decide si apaga las luces o no del universo, si tala un árbol o si crea más tormento. 

Vivo al revés del mundo porque me he cansado de caminar a ciegas, de creer en verdades que siempre han estado muertas. Ahora digo lo que pienso aunque piense lo que diga. Miro antes de verlo y veo lo que me digas. Me tumbo en el verde de las hojas y absorbo su esplendor mientras pasan las horas. Sueño, crezco, vivo y no obedezco. 

Vivir al revés del mundo es una filosofía como otra cualquiera, que parte de aceptar lo diferente y vivir contracorriente en una carretera.Yo cambio las mentiras por verdades sinceras. Que enseñan como son las cosas o como quisiéramos que fueran. Cambiar el respirar, por poco sea, y coger aire con las manos. Dejarnos seducir por aquello que no es humano, que se esconde alejado en el árbol o entre las piedras. Andar con las mareas y nadar entre los prados. Usar las piernas como escudos contra el desengaño. 

Vivir al revés del mundo no lo puede hacer cualquiera pero si quieres intentarlo solamente haz que venga. Abre bien los ojos, experimenta. La vida no está hecha, tienes que hacerla. Solamente tú decides si tirar, esconder, cuidar, defender o ser la piedra. 

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