miércoles, 21 de septiembre de 2016

Y volví

Buenos días, renacidos. Creo que es buen día para sonreír. Incluso el cielo lo cree así, ya que brilla más que nunca. Pero me entristece el hecho de que no pueda estrenar por completo mi sonrisa. Hay millones de cosas que no lo hacen posible, que la invierten unos cuantos grados hacia la izquierda - nunca hacia la derecha -. Unas cuantas cosas que tiñen de tristeza el mundo, de injusticia. No hay más que leer o ver las noticias para darte cuenta de ello:
"Nuevos datos sobre la desaparición de..."
"Más aportaciones sobre el caso de corrupción..."
"Un nuevo caso de violencia de género en..."
"España lidera el negocio de los espectáculos con delfines y ballenas en la Unión Europea..." 

Más y más, y más noticias horribles, pintadas con permanente, con datos y más datos... Ay, tan buen día para sonreír, y en cambio, tan pocos motivos para hacerlo...

Pero bueno, dejando de lado todo lo horrible que tiene el mundo, os presento mi entrada. Esta habla sobre el amor, en su faceta más triste y nostálgica, pero sobre el amor. ¡Mi tema preferido!

Junto a la entrada, os dejo el link de la canción "Ahora que no puedo hablar" del prometedor grupo Morat - que, por si a alguien le interesa, irá a cantar en la festa de la Mercé (BCN) mañana día 22 a las 21h - que es de verdad, preciosa.  Espero que os guste, renacidos. Y que pese a todo lo negro del mundo, podáis pintar de amarillo vuestros días. 

¡Feliz miércoles, y ante todo esperanza!

https://www.youtube.com/watch?v=DNGoPtF2G_8


Y volví. Después de tanto tiempo sintiéndome perdida en la felicidad, abrazada a ella como una bombona de oxígeno en pleno incendio emocional. Y volví. Antes de siquiera abrir los ojos para reaccionar, sintiendo el vacío vaciar, dejándome seca y mojada de lágrimas. Sintiéndome nada, viviéndolo todo como una larga nevada que me mantiene alejada del mundo, helada. Muriendo estrellada en la triste realidad. ¡Y qué ciertas son estas palabras! Porque volví.

Volví a la cruda pesadilla del armario sin su ropa, desordenando cajones buscando alguna cosa que me oliera a él, a su camisa. Recobrando el sentido cuando la brisa me trae su perfume en manos de otro hombre. Sin sentir lo mismo, aunque lo buscara, cuando este me toque. Esperando ver su cara, su cabello, su mirada... Y sintiéndome decepcionada, cuando después de tanto, él sigue siendo nada, porque no eres tú.

Y volví. Al baño vacío sin su cepillo, a la bañera estúpida sin su esponja, a la toalla sin sentido que ya no se moja. Y lo peor de todo es que intento volver pocas veces, aunque sea mi casa. Porque las paredes me recuerdan cosas que ya no están, que ya no se hacen. Las peleas y las paces, las reconciliaciones, el bizcocho de chocolate. 

Y volví. Al pasillo sin su risa, perdiéndome en el eco de las carcajadas que me hipnotizan recién despierta. Llorando entre las esquinas cuando la música de su sonrisa se para, se tranquiliza y ya no suena. Cuando el polvo trae silencio ensombrecido, luces apagadas, miedo en un pasillo que ya no dice nada.

Y volví. Sin usar la mesa sin sus llaves, sin abrir la puerta sin sus cascabeles, sin usar la vida cuando duele. Durmiendo despierta entre las cuatro paredes donde hicimos fiesta, siestas y ensoñaciones. Atrapada en un pasado que no vuelve, en una esperanza truncada, en una mesa sin sus llaves.

Y volví a las mañanas sin sus besos,
                          a las tardes sin sus besos,
                                           a las noches sin sus besos.

Y volví al punto exacto donde todo acaba, poco empieza, y mucho se para. Donde nada existe, donde tú lo dejaste. Pulsando el botón pause y vean el desastre. Leyendo en braille las gotas de lágrimas que decoran mi escenario, como un sastre.

Y volví, pero ahora sé que nunca regresé.

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