sábado, 4 de febrero de 2017

Agujeros en el corazón

Buenas tardes, renacidos. Seré breve. Ayer me caí de un árbol - metafóricamente - y me rasguñé la conciencia. Ya no sé quién soy, qué quiero hacer, qué será mi futuro, qué seré yo, qué esperaré de mí, qué haré... Ya no sé nada. Quizás sea el día, pero estoy decepcionada conmigo misma por no haber encontrado los motivos suficientes para no escribir esta entrada que puede carecer de sentido, pero tiene más que nunca.

Kandinsky me entendería y por eso pongo un cuadro suyo.

¡Feliz sábado!


Agujeros en el corazón sin puerta que los cierre, sin llave para que nadie los encuentre. En forma de uve, de túnel que se disfraza de sonrisas, que no avisa y aparece, que escuece. Agujeros cavados con las palabras, con la indiferencia, por culpa de los sueños que han caído a la Tierra, que ya no flotan en el cielo. Agujeros que llevan nombres ocultos, que no son de adultos, sino de niños. Que te hacen abrir los ojos demasiado pronto. Que no están hechos de plomo 
          pero pesan.
Como las mentiras, la falta de paciencia, o la realidad que toca a tu puerta. "Tú no vales para eso, no estás hecha de ese material." Y eso hace un pozo que no tiene final. 

Agujas en el corazón que pinchan como alfileres, que desinflan lo poco que tienes, que distorsionan. Porque se empeñaron en buscarlas entre la paja, y las encontraron acurrucadas en una esquina, gritando que no las cogieran, que se clavarían y no habría manera de sacarlas. Que ellas duelen como las palabras, que ellas matan con los años al clavarlas. Agujas que suenan con un tic-tac que atropella al tiempo, que clava los segundos en el vientre, que encierra las horas bajo llave, que te hacen que sientas lo que ya no sientes. 

Agujetas en el corazón, de las lágrimas que tuve, de los disparos que obtuve por esperar mucho de poco, por esperar poco de mucho. Porque pensé que lo lograría. Que estaba hecha para esa carrera, pero las piernas me fallaron, y mi alma está incompleta. Me caí antes de llegar a la meta, y el barro me enseñó quién era. Me abrió los brazos, para que lo abrazará, para que mostrará al mundo que no valía nada.
 Y me resbalé por él, entrando en el agujero del corazón, el mismo que estaba lleno de agujas, y que tiempo después me dejaría unas agujetas que no se curan con los años, sino con los abrazos. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario