jueves, 18 de enero de 2018

Si me sincero

Buenas noches, renacidos. Wow, estoy eufórica, y aunque no necesite la voz para explicar todo lo que siento, me da la sensación de que me he quedado sin palabras. Hace apenas un día que publiqué en mi red social la necesidad que tenía de conseguir seguidores, esos que a veces paseaban sus ojos por mis escritos y entradas pero que no se animaban a dejar huella, a mostrar que lo hacían, que me seguían. Tenía un total de 5407 visitas. Hoy, habiendo pasado solo un día, habéis conseguido, porque para nada he sido yo, subir estas visitas y aumentar en nombre, los seguidores de esta íntima aventura por las palabras que muchos hacéis con ilusión. Actualmente somos unos pocos más los que nos identificamos como renacidos, 18 para ser exactos. Y, además, hemos llegado a 5566 visitas. Muchísimas gracias, de verdad. Cuando una escribe y se describe por dentro a partes iguales, no sabe si hay alguien al otro lado, alguien que ha vivido y se siente identificado con lo que allí se escribe, alguien que ve la pequeña magia de un lugar que se hace muy nuestro sin pretenderlo. Pero, en estos días, he podido ver que tiene un sentido este pequeño rincón, que tiene unos resultados, una verdad detrás de todo. Mil gracias, renacidos y visitantes de paso. Mil gracias y lo digo como si fueran las palabras más bonitas del mundo porque de verdad, he perdido aquellas que se deberían de decir en estos momentos. 

Os entrego, pues, una nueva entrada. Que es vuestra y mía, que es de este pequeño lugar donde las palabras buscan su sitio y se hacen más grandes. 

Espero que os guste y feliz jueves!

PD: la imagen es de la actriz española Marina Salas. 





Si [te] soy sincera, ya no respeto los margenes que nos separan. Digo que eres tuyo pero también nuestro, como si fuera la misma palabra. Nunca mío, siempre yo. Y me lío pensando en cómo describir lo nuestro, como no sonar atropelladamente enamorada cada vez que te nombro y el mundo se calla, como si le encantase oír tu nombre. Me secuestro pensando en la esencia que firma tu apellido, un par de veces durante una hora. Como si el ahora ya no importase y lo que se cuece en mi cabeza fuera la base de entender por qué el mundo está de mi parte y me permitió el lujo de conocerte, de amarte y no dejar de hacer ninguna de estas dos cada vez que te tengo delante. Y es que nunca te dejaré de conocer. Sé de sobra que no perderé el norte y recordaré el sonido de tu voz cuando ríes implacable ante la seriedad de la vida, como el eco te baila el agua y tú te dejas mecer como si fueras viento. Viento triunfante...
Ni tampoco la manera en que me pides que me calle, que guardemos silencio y mis miradas empiecen a gritarte.

Sin embargo, jamás podré llegar a conocer lo que sientes bajo la piel cuando me piensas. Cuando mi nombre y mis tonterías se cruzan por la autopista de tus pensamientos y hacen auto-stop. Sé que si fuera como la vida misma pero más diferente, pediría que te bajarás del coche, que me enseñarás los papeles y que me llevarás a alguna parte dónde no importaran las fronteras de lo que es tuyo o mío... o nuestro, incluso. Que me hicieras viajar a un lugar donde las horas ya no existen, y las ganas fueran aquello que marcase el paso del tiempo. Tiempo que gastaría contando tus lunares mientras la Luna me cuenta a mí qué tengo que hacer para no perderte, para tenerte entre mis brazos con los dedos acariciando tu frente. 
Diciéndote:
 Te quiero mío, tuyo y nuestro. Libre y atados por un hilo rojo que no es cadena, ni ahogo, que nos hace ser más nosotros individuales pero siempre unidos.

Si [me] soy sincera, no entiendo el sentido de los dedos sin abrazar otros tantos. El hueco perfecto de cada mano se conoce cuando se entrelaza con otra mano, y estas navegan juntas por los días, sin perder la calma, el ancla o la manera de conectarse cuando se necesitan. Y no es que te necesite, es que no quiero llegar a sentirlo. No quiero pensar que la distancia o el tiempo puedan conmigo y me convierta solo en un nosotros. En un nosotros que no puede respirar sin el otro, pensar o salir sin ir codo con codo. 

Si [os] soy sincera, desconozco qué se puede hacer con un corazón roto. Quizás borrar el nosotros y pintar un mejor sola que mal acompañado... Pero hay que tener cuidado, pues a veces la peor compañía es justamente aquella que se apellida yo misma.

Si [nos] soy sincera, no creí que el amor fuera para tanto, ni para tan poco. Pero siento que no hay manera de medir lo que se cose en mi tripa. Hay quienes le llaman mariposas o piel de gallina. Y yo creo firmemente que son sonrisas que salen disparadas como flechas, apuntando hacia la diana, sin ser el objetivo cercado, sin ganar puntos más allá que los que se cosen en la boca del otro, cuando se queda sin palabras.

Si [te] soy sincera, de nuevo, sin repetir lo que ya era, es que me gustaría serlo, serte y sernos, así, sin palabrejas absurdas o falsas promesas. Atados de pies y manos pero con la llave entre los dedos. Sabiendo que con un simple movimiento podrías serte y yo soltarme en busca de más mí que nuestro.

Si me sin[cero] en esto es porque a veces tengo más de los que me gustarían. Y aún así no me resto...


No hay comentarios:

Publicar un comentario