sábado, 20 de febrero de 2016

Ya no te quiero, amor mío

Buenas tardes, renacidos. Llevo mucho tiempo sin dejar mis palabras en un escrito y siento de verdad que eso haya ocurrido, pero mis razones son demasiado importantes. Llevo dos semanas viviendo una de las experiencias más gratificantes de mi vida, siendo consciente de un cambio que estoy experimentando a pasos agigantados. Estas dos semanas pasadas, he hecho un viaje al futuro, a lo que será mi profesión y mi realidad - si todo va bien - de aquí a unos años. He hecho mis primeras prácticas, y juro que no podrían haber ido mejor. He convivido con unos renacuajos de seis años que me han hecho despertar de nuevo, abrir los ojos otra vez y ser feliz intensamente de una forma espectacular.
Cuando decidí estudiar Educación Primaria jamás me imaginé que pudiese llegar a sentir tanto. Ahora que me he ido, siento que una parte de mí se ha quedado en ese colegio, en esas paredes decoradas con Peter Pan y Blancanieves. Mi primer paso hacia el futuro, mi flashback de lo que será mi vida me ha ayudado tanto...
Ahora sé para lo que valgo, para lo que ha valido tanto esfuerzo. 

En una siguiente entrada os hablaré de ellos, sin dar muchas señales y detalles porque no está permitido pero permitiendo que viváis un pedacito de mi sueño. Lo hubiese escrito ahora pero me hubiese hinchado a llorar de nostalgia y es lo último que quiero ahora después de la pena del día de ayer.

Hoy, en cambio os hablo de amor. Un amor distinto, quizás confuso pero muchas veces parecido al que sentimos - no en mi caso actual, para mi tranquilidad-.
Os adjunto con la entrada una bonita imagen y una composición preciosa titulada River Flows In You del compositor Yiruma. Espero que os guste y paséis un feliz sábado.





 Ya no te quiero, amor mío.

Y eso es así, hay que admitirlo. Como se admiten las devoluciones en nuestro supermercado de sentimientos sin guardar el tiquet, sin hacer miramientos; donde también se aceptan los contrabandos y contratiempos; donde se altera el producto sin el orden y donde el orden ya no tranquiliza al producto; donde solamente somos dos corruptos en el amor, dos prisioneros que no verán su jaula por muy abiertos que tengan los ojos, por muy cerradas que estén sus almas.

Es difícil pronunciar estas palabras cuando miro tu foto sobre mi cama, cuando leo tus notas colgadas en la ventana, cuando recuerdo perfectamente las líneas de tus palmas. También resultaría difícil si paseará por las ramblas, oliendo el perfume de tu americana, sintiendo el hambre quemar en mis entrañas, viendo como tú preferías lasaña antes que cama. 

Pero hay que admitirlo, amor mío. Yo no te merezco y tú nunca me has merecido. Entre las tazas de café alguna vez lo prometimos, que si el amor se acababa había que dar la palabra de arrepentirnos, de tirar las fotos por el suelo y de buscar una maleta para hacer dormir a Cupido en el sofá, lejos de tu corazón y de mi mentalidad.

Y ahora ha llegado ese momento. El momento de decir que la muerte no ha necesitado aparecer para separarnos, para hacernos caer, para distanciarnos. Aunque  nuestros lazos sigan siempre tan unidos y nuestros nombres no encuentren jamás el espacio que separa tu última letra de mi primera palabra, tu segunda sílaba de mi última mirada. 

Ya no te quiero amor mío, sin buscar explicaciones, sin excusas ni ambiciones. No es que te odie, ni te desee el mal, la tristeza o infelicidad. Al revés, se feliz. En otros brazos, en otras manos, en otros labios. Al derecho, intenta serlo. En otras casas, en otros puertos, en otras palabras. 

Porque si algo tengo claro es que no te quiero, aunque me grabé a fuego tu nombre, aunque jamás quiera besar a otro hombre, mujer, o ser que asome. Aunque sueñe cada noche con llegar a tu lado, aunque piense en nuestra colección de veranos, de misterios, de regalos.

Ya no te quiero amor mío, aunque siempre te siga amando.

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