lunes, 18 de abril de 2016

Creyendo sin tener fe

Me falta el suficiente tiempo, renacidos; como para exponer una introducción. Así que os presento mi siguiente entrada. 

¡Feliz lunes!



Creyéndome el cordón de tu zapato, te gasté la suela andando más de la cuenta tropezando por la línea de tus indirectas, de tus mentiras a medias y tus medias con olores a verdades, a ciertas. Casi caí en la cuenta de que no existen dos lunas iguales, que nos parecemos a puras casualidades y a decisiones radicales como "te quise, no te quiero", "me dejas o te dejo". ¡Menudo horrible verbo! Que separa los cimientos derrumbados de nuestros más puros sentimientos. ¿Quién diría que todo se lo llevaría el viento? Después de largos inviernos decidimos dejarnos, olvidarnos de lo nuestro. Quizás fue por creer en el frío desierto. El polvo nunca nos deja fríos, sino sedientos. La lluvia nunca nos moja del todo, sino que nos deja estupefactos, aguantando un paraguas construido con artefactos sinceros. ¿Quién diría que todo se lo lleva el tiempo? El punto de no retorno que consiguen las agujas apuntando números en la cuerda floja. El sueño de cualquier paradoja apuntando a la hoja de nuestros miedos. ¿Qué te dan miedo las alturas? Yo sería tu montaña. ¿Qué te da miedo el agua? Yo sería tu playa. Para que aprendieras que no todo lo que nos da miedo, daña. Para que aprendas que no todo lo que amamos, nos deja enamorados. 

Yo me creí el dueño de tu zapato, las pisadas más fuertes y la bota que se hunde en el barro. Pensaba que nunca pisaría chicles para enredarte, para que permanecieras inmóvil hasta quitarte el zapato. Pero todo fue ingrato. Para ti, para mí, para los gatos manchados de dunas, para las promesas que traen cadenas más grandes que la duda. ¿Quién diría que todo se quedaría a oscuras? Si el sol no nos quemaba, ¿por qué desear la luna? Si la noche no nos hacia perdernos ¿por qué odiábamos encontrarnos cada 2 de enero?

Al final yo fui ceniza y tu fuego. Y no es que me quemara contigo, es que me sentía helado. Como los engaños que traen colas durante años, como las infidelidades que traen heridas en forma de mentiras a ratos. Quizás me volviste ceniza con tus idas y venidas, quemando lo que un día construimos un 26 de mayo. Quizás ni siquiera eso y me fui consumiendo entre versos que escupe el alma, entre prosa que guardo en mi cama. Pero bueno, lo hecho está hecho. Y aunque ya no seamos un deseo, siempre atraparé estrellas esperando encontrar en ellas la solución para volver a amarte. 


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