lunes, 9 de mayo de 2016

Manifiesto de la sangre

Buenos días renacidos, de nuevo hoy amanece llovido y no podría estar más agradecida. Ese soplo del aire frío en la cara, esas gotitas que caen en tu almohada cuando te dejas la ventana medio abierta... Las nubes son las madres de la lluvia y me parece precioso que muestren sus crías con tanta facilidad. Son hermosas y perfectas gotas. 

En fin, renacidos. Hoy os traigo un manifiesto de principios para recordar mis pensamientos y deseos. ¿A alguno de vosotros le gusta la sangre? Si vuestra respuesta es que no, pero en cambio sois taurinos os replanteo de nuevo la pregunta: ¿A alguno de vosotros le gusta la sangre?  Si de nuevo repites que no y eres taurino, te recomiendo que dejes de leerme. No me gusta que manchen el arte con sangre porque los cuadros se hacen con pintura o con lapices. No me gustan las lanzas o los trajes de asesino. No me gustas, directamente. Así que, que pases buen día y poco más. Sé que soy bastante intolerante con estas cosas, lo asumo. No tolero la violencia o el maltrato animal, soy intolerante a los asesinos. Me entran escalofríos y unas ganas repentinas por vomitar. Supongo que es como una alergia, no lo tengo claro. Lo que sí tengo claro es que no los tolero y por eso no voy a irme con rodeos o con mentiras. Si eres taurino, no puedes renacer entre mis o tus palabras. Es así. No tenéis solución. Así que, si no lo eres, aquí tienes una entrada dedicada a la sangre. Esa que no gusta pero en realidad sí, a los que mancillan el arte. 

Junto a esta entrada, os adjunto una canción de Porta titulada Animales Racionales. No permitáis que la sangre manche vuestra conciencia. 

¡Feliz lunes!

https://www.youtube.com/watch?v=eNXGjHEpdbk


La sangre, un arte. La sangre, un sufrimiento. Porque hay sangres que duelen llevando lamentos y otras que son torneos llenos de festejos. La sangre, un líquido. La sangre, un veneno. Espesa cae de su agujero, perdiendo batallas contra los cimientos de la carne, ganando sufrimientos. Derrame como vino de su copa; como hizo la cólera contra los que devoran. Atroces soldaditos que caen como gotas. La sangre, una tradición. La sangre, una traición. Porque traiciona. Hermanos contra hermanos, sangre. Primos clavando cuchillos. Niños que son heridos. Sangre. Cuerpos ensangrentados por dentro y por fuera. Sangre. Porque tenemos tradiciones que conmemoran más sangre, que la honran. Sangre. Ensangrentar las despedidas, escupiendo palabras impías, maldiciendo el sufrimiento, los lamentos, el tormento que conlleva la sangre. Más sangre. La sangre, más sangre. Cortarme con el papel, rajarme con un lamina y sangrar. Porque la sangre mata, porque la sangre se derrama. Luchas, guerras, batallas. La sangre acude a su llamada. El rojo hipnotiza, engaña. Parece que estáis sonrojados, hasta que la sangre empieza a llamaros. Sangre y sangre. Recorre nuestras venas y se sale. Recorre sus venas y las sacamos. Con venas incluidas, sin reparo. Es arte. La sangre. Es arte, la sangre. Unimos la tortura con la pintura. Comparamos una escultura con la infortuna de un animal. Sangre, sangre y más sangre, nada más. La sangre, una verdad. La sangre, una crueldad. Vestimos asesinos con tapices y sonrisas; con cornadas y miradas. Bailamos con sus palabras, incultas, devastadas. Sangre que se derrama, sangre que se lanza. Vidas acuchilladas en la arena. Sangre que quema, que mata. Sangre, más sangre; sangre, más sangre. Bebemos de la copa cuando triunfa el hombre, cuando una cabra, esclavo, toro, manada muere agonizada. Sangre y sangre y sangre y sangre. Cuchillos de plata. Tenedores de oro para aquel que mata. Comemos la carne que fue maltratada. Sangre para desayunar, sangre almorzada. Podemos hacernos un colgante con la sangre derramada, quizás de aquella manera esa sangre vuelva bajo la tierra o en la piel de la que fue arrebatada. Sangre y sangre. Igualdad de condiciones, pero con un arma. Ellos tienen cuernos o colmillos o miradas, pero nosotros tenemos lanzas, cuchillos, rifles cargadas. Quizás nacimos con ello en las espaldas. Sangre y sangre que se derrama. Y vivimos con esa culpa en nuestras entrañas. La sangre que cae nunca vuelve a ser tomada, pero ya habrán otras gotas que puedan ser arrebatadas. Sangre, vísceras, estacas. No compares el arte con traspasar pieles, sueños, miradas. Naciste para derramar copas de vino, no te extrañes si se beben la tuya. Porque quizás un día, el arte nos ayuda acabando con la tortura, haciendo sangrar al hombre que acuchilla y que vierte la sangre de otras criaturas.

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