domingo, 8 de mayo de 2016

Lo siento, Peter Pan

Buenos días, renacidos. ¿Creéis en los cuentos de hadas? ¿En ese polvo que se encuentra en tu ventana y que huele a magia? ¿Esos barcos que se pierden en miradas o esas manzanas envenenadas? Yo creo, sí creo. Como también creo para renacer entre palabras. Sin creer no se consigue nada más que perder etapas de tu vida, romperte la cabeza para intentar volar cerca de tu cama. Sé que a veces, la realidad nos estropea la magia, nos rompe la ilusión, la esperanza. Pero todos conocemos las tiritas que cosen el alma y te ayudan a creer, a volar, a intentar no crecer o a hacerlo sin crecer del todo, guardando tu niño en el interior. Esta entrada se la dedico a Peter Pan y también a aquel que sigue sus pasos, conocido también como el Chico de las Estrellas o Chris Pueyo. Él es lo más cercano a un Peter Pan que he podido contemplar. Él ha conseguido hacerme renacer entre sus palabras o perderme en su desván, el del duende. Él ha conseguido que conozca el país de hacia Ninguna Parte volando entre letras tintadas. Él ha sido una experiencia, un renacer, un recordar, un olvidar y aquello que siempre permanecerá en mi memoria.  Su libro es uno de esos que te hacen mirar diferente al sol, descubrir el frío detrás de su calidez. Solamente puedo agradecerle por permitirme coleccionar sus palabras y pensamientos de color azul con estrellas, en mi corazón. Gracias y esto, va en parte por ti, porque he pensado en ti cuando lo hacía y porque Peter no hay más que dos; y a veces, no sé quién de los dos me visitó de pequeña. 

¡Feliz Domingo!
https://www.youtube.com/watch?v=gWFsWHQVENY




Querido Peter Pan, siento no haberte dejado entrar esta mañana, pero las cadenas de mi ventana, me obligaban a hacerlo. ¿Y sabes por qué? He aprendido a como guardar mi niño dentro, sacándolo fuera de vez en cuando, aprovechando marzo y la nieve; agosto y verano; y otoño con un helado. Sacándolo para tenderlo después de que la nostalgia le empapara los sesos, le obligará a detener el tiempo de decir chistes sin sentidos, de guardar sus cromos dentro, de saltar con el viento. Siento haberte dejado con el polvo de hadas colgando de tus manos, sé que tenías muchas ganas de que me perdiera por Nunca Jamás, pero una vez me enseñaron que "si siempre te dices nunca, jamás siempre será. Nunca será siempre". Bueno, algo así decía Rayden entre dientes. También he aceptado que todos necesitamos crecer, que aunque tú no lo veas, te ha empezado a salir acné y un genio repentino para frotar de la lampara todo tu cabreo por haber crecido. No te entristezcas si ves desde el espejito que te decía que eras el más bello del reino, un reflejo de años entre tus dedos. Hay mejillas que dejan de sonrojarse a tiempo y otras que duran como si fuera un color eterno. Hay niños que no pueden permitirse el lujo de tener barba en su cara, que desaparecen bajo la esperanza de sus padres y se pierden en un Nunca Jamás del que nunca vuelven a saber nada. Esos sí son pequeños niños perdidos y no los que coleccionas en tus bolsillos. ¿Cómo decías que era tu apellido, Peter? Ah, sí, Pan. Como cuando disparas una flecha que nunca termina de caer, ni de volar. Como aquella panadera que te utiliza cuando te vas de su corazón, que sabe cultivar una flor sin agua y creer en una campana más que en un hada. Eso me recuerda a Campanilla, tu fiel amiga. ¿Has empezado a sentir algo por ella? ¿A verla más allá que como una cría? Sé que tu respuesta es que sí, aunque nunca me lo digas. Ella es la única que ha aceptado tus sombras, tus matices, el verde de tu ropa. Ella es la única que persigue como una loca a los piratas que son estatuas y que tú crees que tienen barba. ¡No seas tonto, Peter! o te tratarán como al pan. Te querrán para la comida, pero te olvidarán para cenar. 
Siento mucho no haberte dejado entrar. Hubiésemos tenido muchas cosas que contar, más que las horas, los cuentos de Nunca Jamás o las mentiras que seguramente coleccionarás. Incluso me podrías haber enseñado a volar, lo cual siempre querido. Hacer un ovillo con mis problemas o perderme en los mares como las sirenas. Pero todo llega cuando menos lo esperas. Y yo esperé desesperando durante mucho tiempo. Contando cuentos en voz alta, improvisando por si algún día tú me visitaras. Pero ese siempre nunca llegó. Te convertiste en la sombra de mi niño interior que creció, que voló por la ventana. A veces dejó canela en rama en la repisa por si algún día tiene poca prisa y decide hacerme una visita. Quizás se acuerde las tardes cosechadas riendo en la cama, jugando a las cartas o a correr detrás de las ramas. Quizás se olvide de que ya no creo en cuentos de hada y vuelva a mirarme como siempre me miraba. Quizás.

Lo siento, Peter. Te merecías entrar y no chocar contra el cristal. Pero sé que desde donde tú estés leyendo esta carta comprenderás cuan ciertas eran mis palabras. Nunca he sido Wendy, nunca he volado con polvo de hadas, pero aun así, te juro, que siempre pensaré en ti cuando abra la ventana.  

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