miércoles, 4 de mayo de 2016

Y volvemos a contar

Buenos días, renacidos. Hoy hace un día espléndido, pero no me gusta. Hoy puede ser un gran día, pero no me motiva. Hoy puede tocarnos incluso la lotería, pero no hay suficiente alegría. Anteayer, a estas horas, me encontraba sumergida en abrazos, en te quieros, en un sueño que ojalá se hiciera eterno. La gente odia las rutinas pero ¿sabéis por qué? Porque no les gustan. Me imagino una rutina teniendo como compañía sus palabras, sus miradas; y os juro que me mataría porque existiese. Hacer la comida a medias todos los viernes, sacar a pasear a Yako por el parque, dejando que las horas pasen sin que nos afecten. Imagino estudiar mirándolo, viendo como silencioso se dispone a trabajar o a leer, quizás. Imagino tirando la basura mientras él anuda la bolsa. Imagino cerrar la puerta y que él me preste su llave, que comamos mirando la tele o que nos peleemos en broma por qué equipo ganará la liga. Imagino yendo a votar con él, yendo de cenas, cenando en casa, o votando que estrategia seguir para dividir bien el sábado. Me imagino haciendo visitas, la cama; viendo como él lava los platos y ayudándole a secarlos. Me imagino aburrida entre sus brazos, contándole como me ha ido el día y escuchando como le está yendo a él la tarde. Me imagino comprando el desayuno, peinándome después de una ducha; escuchando siempre su sonrisa detrás de cada rima. Y créeme, entonces, no odio las rutinas. Y creo que nadie las odiaría. Pero, en cambio, aquí me tenéis, a kilómetros de hacer bonitas mis rutinas, a días de cumplir ilusiones, recordando que anteayer eran reales. ¡Y qué complicado es volver a aburrirse con las rutinas, renacidos! Pero no nos queda otra y aquí os traigo una de mis rutinas favoritas: una nueva entrada.

En ella, os hablo de él. Sí, renacidos, soy una pesada, pero soy una pesada porque estoy enamorada. Y estoy enamorada por su culpa, así que si os queréis quejar os toca hacerlo a él. 

Junto a la entrada, os adjunto una preciosa imagen que he hecho este fin de semana en mi querida Sevilla, deshaciendo rutinas. Espero que os guste tanto como me gusta a mí. Ah, por cierto, es del parque de Maria Luisa, por si alguien quiere visitarlo. 

¡Feliz miércoles!



Y volvemos a contar los días con las pestañas, cubiertos de legañas que te enganchan en la cama; cerrando los ojos para que pasen más deprisa; en calma, de puntillas. Cruzando las piernas para que no duela tanto este impulso hacia el verano, el calor que teñirá de reencuentro nuestro tan ansiado abrazo. Empiezo a tachar mayo en mi calendario, porqué no me gusta; ni junio. Serán dos meses absurdos, fríos, tristes y congelados que nunca tendrán por bandera a algún enamorado; que nunca soñarán con hacer vahó en los vagones, montañas de arena o sonrisas forzadas después de una guerra de almohadas. 

Y volvemos a contar los días aún con tu risa de fondo, escuchando tus pasos sobre la tierra y tus palabras cerca de mi vera. Con el olor a canela cubriendo nuestros pulmones, con algo más que canciones haciendo nuestra banda sonora, con unos ladridos que no dicen nada si no los oyes. Soledad, escrita con mala letra. Despedida, agitando sus caderas. Una flor, un adiós, una larga espera.

Y volvemos a contar kilómetros y no centímetros, rompiendo la regla de permanecer tan unidos, cosiendo nuestros costados, nuestras manos a la ladera. Momentos que se vuelan por la carretera; lugares que tardan en llegar; y besos que se pierden en primavera. Plumas, sensibilidad, blanca tristeza.

Y volvemos a contar los días esperando restar sin querer queriendo alguno que me sobre, sobrando todos aquellos en los que tú me faltes. Viendo como faltamos en casi todos los momentos que podríamos estar sumando, como restamos sonrisas sinceras, abrazos. Luces de neón en la calzada, llenando de granizo las fachadas.

Y volvemos a contar de nuevo como un reloj de arena que pierde vida, como una manzana a medias que empieza a ser mordida. Como un caos, estallido o suspiro. Como una mentira, algo que no se ha dicho. Como una verdad suicida. 

Y volvemos a contar y a mí nunca me gustaron los números... 

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