miércoles, 16 de noviembre de 2016

Cuando la h empezó a sonar

Buenas tardes, renacidos. Hoy estallo en alegría por completo, hoy soy como un bote de confeti agitado, a punto de estallar en nada, a punto de asustar al mundo. Euforia lo llaman algunos, así que me referiré como tal. Es impresionante la bipolaridad de la vida. En nada estás exhausta, sin ganas de levantarte de la cama, con el frío en los huesos y el aburrimiento en el alma; y de golpe, todo lo contrario. Te sientes excitada, eufórica, feliz... Todo depende tanto de cómo focalices el día... Pero es que es casi imposible cambiar nuestra actitud sin nada que lo motive, ¿no es cierto? ¿Cómo vas a pasar de las lágrimas a las risas si no hay motivos para hacerlo o no los ves? Por ello, una nunca puede elegir cuando va a ser un día bueno, aunque haya algo bueno en todos los días, por ejemplo, esa respiración que tienes mientras estás leyendo esto. Esa respiración hace que todo sea posible, y que nada resulte inalcanzable. Ni siquiera la felicidad temporal. Por ello, necesitamos buscar motivos para dedicar cinco minutos del día, aunque sea, en reír, en estallar nuestro bote de confeti. 
Mi motivo de hoy es la persona de la que estoy enamorada y de mis recuerdos a su lado. ¿Sabéis algo? Es increíble, pero creo que cada día estoy más enamorada, subo más la escalera hacia lo inalcanzable. Quizás me entenderíais si lo conocieráis. Es todo lo que cualquier persona pudiese desear. Le quiero muchísimo y sé que nunca lo habré dicho las suficientes veces ni lo suficientemente alto. 

Mi entrada, no obstante, juega con la lengua. Es decir, con las palabras, las frases, los sonidos, las letras... Y el amor, aunque desde una perspectiva más negativa. 

Queridos, renacidos, espero que os guste y disfrutéis de este miércoles, porque recordad:

"Sólo se vive una vez."

Pd: quizás dos si renaces entre palabras ;) JAJA 




Todo se remonta atrás, cuando la h empezó a sonar. Y gritaba. Haciendo tiritar hasta el más fuerte de los muros. Haciendo estallar la guerra de las palabras que no esperan a un futuro, y luchan por romper las reglas y las cadenas con todo el sudor del mundo. 

Pasamos a ser dos lenguas marginadas, clásicas del olvido, sin otro cometido que quemarse en la boca con suspiros atragantados. Ya no teníamos párrafos donde escondernos, solamente un margen demasiado largo, demasiado eterno. 

Manchaste de faltas de ortografía cada uno de nuestros besos y mis labios se quedaron llenos de acentos mal colocados, de B que son V, de signos olvidados, de te quieros forzados. Y mis manos quedaron tiritando por todas aquellos cambios que tienen los diferentes idiomas.

Es extraño enterarte por culpa de un diccionario, que la palabra te amo va sin engaños de por medio, sin comas entre letras, sin zetas ni eses curvadas. Hace mucho que nuestras silabas están separadas, ya no forman solo una palabra, sino sustantivos con adjetivos crueles y adictivos. Adictivos porque con cada uno que se nos ocurría, el otro inventaba uno nuevo. Porque lo más bonito de nuestro duelo, fue cuando el silencio lo inundó todo por completo, junto con las huellas en el suelo. 

Durante un tiempo, conjugamos en presente, pensamos en un futuro. Vivíamos intensamente, sin importar lo que decía la gente de normas semánticas, léxicas y ortográficas. Pero todo eso se delató cuando los verbos ya no eran de acción sino de pasotismo. Hicimos caso omiso a los gerundios, a sus participios. Participamos en mil peleas, por llegar a compromisos inútiles y sin sentido. 

No era disléxica, pero me confundías. Sabía leer entre líneas, pero prefería hacerlo diagonalmente leyendo solamente algunas palabras que veía en tu frente, sin mirarte a los ojos. 

Dicen que las fases con que aprendemos a leer empiezan con la descodificación de las palabras para poder entenderlas, analizarlas y después usarlas. Continuamos aprendiendo con ellas, usándolas como elementos para entender el mundo, para entendernos a nosotros, para perdernos a menudo pero pudiendo encontrarnos. Y, finalmente, las utilizamos para ser libres, para romper las cadenas, para reflexionar sobre los límites. Con el amor pasa algo parecido: lo descodificamos como niños, lo usamos como novatos, lo aprendemos tropezando y finalmente lo dejamos, renaciendo cada vez que lo recordamos.


   es
       por 
            eso           la h
                  que             no                                              estáis
                                         debe                      realmente
                                                 de              si
                                                      sonaros,                     
                                                                                        enamorados.

No hay comentarios:

Publicar un comentario