martes, 8 de noviembre de 2016

Para cuando baje la marea

Buenas tardes, renacidos. Hoy quiero empezar esta entrada con una reflexión importante sobre el tiempo, al menos importante para mí. ¿Nunca os habéis dado cuenta de lo relativo que puede llegar a ser? Hay veces, que pienso en mi pasado y casi todo lo puedo apelar a mis recuerdos de cuando tenía ocho años. Es decir, por mucho que sea un recuerdo de cuando tenía cinco, de cuando tenía once o de cuando tenía seis; siempre lo apelo a que fue con ocho años, y realmente lo creo así. ¿Os ha pasado alguna vez o es que es otra de las razones por las que estoy loca? En fin. Esta es solo una de las muchas razones por las que veo la relatividad del tiempo. Otro ejemplo sería cómo pasa este de rápido en algunos momentos y de lento en otros tanto. Cuando estoy escribiendo, por ejemplo, el tiempo vuela demasiado rápido, cuando estoy en clase despacio (tengo que reconocerlo, sí). En fin, es un tema hiper interesante el tiempo, y demasiado extensivo como para resumirlo en una pequeña introducción, pero quería hacer un pequeño inciso a ello.

En relación a la entrada, hoy os traigo algo sobre el querer a alguien que no te quiere. Creo que es de las peores cosas que puede sentir un corazón en relación al amor, el no sentirse correspondida. Sé que con la entrada apelo a un tipo de mujer que acepta ser "utilizada" en cierto modo porque ella no quiere serlo de esa manera. Ella quiere que le ame, pero hay veces que por mucho que hagamos, no podemos conseguirlo. Con esta entrada, pues, no quiero dar a entender que ella hace lo correcto en todo momento. Nadie hace lo correcto en todo momento. Ella quizás intenta conseguir algo, luchar por conseguir algo que no puede ser. En cierto modo, los culpables son ambos (bajo mi punto de vista): él por no ser claro y ella por dejarse llevar e intentar algo que sabe que no va a funcionar. Pero, bueno, ella arriesga intentando ganar, aunque fracase. No te dejes utilizar, ante nada. Sé egoísta y busca tu felicidad. 

La imagen de la entrada es mía y con ello sigo haciendo crecer la lista de entradas con mis fotos (¡bien!). Y la canción que encabeza la entrada es "A que no me dejas" de Alejandro Sanz. Es preciosa, os recomiendo oírla.

¡Feliz martes, renacidos! Os quero.


https://www.youtube.com/watch?v=kIQtB8uRc2E






¿A quién quieres engañar arrodillándote al mar? Los dos sabemos que no me vas a llegar a amar, porque no puedes hacerlo. Se te han metido recuerdos de otros brazos en las pestañas. Y eso son balazos en mi alma desgarrada. ¿Cómo quieres que no te lo eche en cara? Dejé todo por irme a tu cama, por pasar noches entre tus sabanas. Al principio me imaginaba que seguía su cara en mis ojos, que estaban sus labios pegados a los míos. Pero era injusto intentar hacer arder esos recuerdos en milésimas de segundo. Y lo dejé pasar, como lo hacían las olas chocando con las rocas en el mar; como lo hacían los trenes sin descarrilar. Y los meses fueron pasando, con desencantos cuando no me decías "te amo" después de tanta actividad. 

Mientras leía poesía para olvidar, se me empapaban las mejillas. Era complicado no pensar en ti, cuando mis pulsaciones se aceleraban, cuando el mediodía se acababa y llegaba la tarde. Tú entrabas como si nada, dispuesto a callar las voces que te recordaban a ella, dispuesto a desahogar toda tu pena entre mis piernas. Yo cedía porque quería. Quería que me quisieras, que me desearas, que aquel momento del día te hiciera el hombre más feliz de la tierra. Y no lo eras. No lo eras porque no tocabas su pelo enmarañado, porque no olías su colonia en el baño, porque yo no era ella y tú en cambio, eras el mismo. Todo había cambiado excepto tú. Te negabas a aceptarlo, pero la querías. Recurrías a sus palabras cada vez que discutías conmigo, explicándome que ella no lo hacía, que ella no era como yo, que ella no era lo mismo. Y yo nunca he sido ella. Yo no te abandoné por otro, no te dejé esperándome el ocho de una tarde calurosa, escribiéndote una carta y explicándote que hay cosas que no pueden serlo. ¿Qué hay cosas que no pueden serlo? Aquella era tu frase favorita, la enquistada en un tus mejillas, la que no se limpiabni con el lavavajillas

Había meses que no lo soportaba, que vertía el café y rompía las figuritas de porcelana. Me hacía un mar de lágrimas mientras miraba por la ventana a la orilla. Nada había salido como había soñado de niña y aquello me frustraba. Me sentí utilizada, como un papel quemado. Y lo estaba. Quemada por lo que debía de hacer y por lo que de verdad quería. Quemada por lo que decía la gente, mi cerebro y la vida. Pero mi corazón se aceleraba cuando cruzabas la puerta, y es difícil renunciar a ello. Es difícil renunciar a lo bello de la vida, a los escalofríos de piel de gallina, a las palabras metidas en trituradoras, vueltas pequeñitas. Es difícil limitarse a lo que de verdad merecemos, a lo que de verdad nos pertenece y debemos conseguir. 

Otros meses creía que podía. Me enfundaba en purpurina, en medias sonrisas y sonrisas a medias. Me ponía queratina, me alisaba el cabello, me tumbaba esperando a que llegaras con prisas. Y todo corría con ansias, demasiado deprisa. Sonreías después de todo aquello, borrabas aquellas muecas, me acunabas el pecho con solamente respirar cerca de mi cuello. Y creía que lo conseguía cuando por fin te dormías, en silencio podía verte soñar, podía creer que aquello no era un sueño sino real. Pero te despertabas sudoroso, con ganas de irte a pasear, con la pena arrastrando mi felicidad. Y sabía que todo volvía a empezar, que volvíamos a estar en el principio de la historia.

Así que, ¿a quién quieres engañar arrodillándote en el mar? No te puedes comprometer con alguien a quien nunca amarás. No quiero vivir en una mentira mucho tiempo más, y tú tampoco lo mereces. Mereces cambiar, dejar de ser esa persona de cristal que acepta el blanco de las sabanas como alcohol para olvidar. Te he querido mucho tiempo y sé que tardaré aún más en dejar de hacerlo, pero no podemos continuar. No quiero seguir sufriendo, pintándome las mentiras en los labios cuando estos hayan dejado marcas en tu cuerpo. No quiero esperanzarme cada verano y desesperanzarme cada invierno. No sirve de nada esto que estamos haciendo. Así que búscala, quizás aún estás a tiempo. Si tú no la has podido olvidar quizás ella aún te recuerda. Corre, ves tras ellas y otórgale aquello que a nadie más pertenece. 

Recuerda
              que 
                   el amar
                               duele
pero más aún,
                      no poder hacerlo. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario