viernes, 4 de noviembre de 2016

No creo en la ciencia

Buenas tardes, renacidos. Seré breve porque tengo poco tiempo para extenderme con la introducción - en nada tengo que ir a clase -. 
Espero que os guste mi entrada muchísimo y que paséis un buen día. 

¡Feliz viernes, por fin!



No creo en la ciencia. No creo en que no pueda pedir y cumplir mi sueño porque la estrella a la que rezo, hace tiempo que ha muerto. Quiero pensar que todos mis deseos están por pasar y no en el tintero. Las estrellas son de verdad, porque las veo. Sé que quizás han dejado de brillar, pero incluso aquel pequeño resquicio de oscuridad, consigue la más bella luz si tiene motivos para hacerlo. Creo en mis creencias, más que en las ciencias. Y sé que puedo hacerlo. 

Me niego a creer que nunca te llevaré a la Luna porque la gravedad me lo impide. Siempre creeré que es más grave no cumplir las promesas, que dejar de hacer caso a las leyes de la naturaleza. Y sé que tú quieres una pequeña casa en ella, con ventanas de porcelana y macetas en la entrada. No clavaré ninguna bandera ni estaca, pero me proclamaré rey de esas tierras igual que tú eres la reina de mi planeta. La reina escarlata de pies fríos.

No creo en la ciencia. Me niego a pensar que el sol me puede abrasar cuando me acerque o que todo esto acaba cuando mueres. Sé que hay algo detrás del telón de la vida, aunque sea una pequeña cuerda que cuando tiras abre un nuevo mundo. No quiero creer que todo después se vuelve oscuro y no hay salidas. ¿Qué sería de todo lo que he logrado, de todo lo que prometían, de todo lo que he aprendido en esta vida? No quiero pensar que somos polvo y en polvo acabaremos. No quiero creer que todo esto sea cierto. 

No creo en la ciencia porque esta dice que si no lo ves, no existe. Y yo siento el viento levantando mi pelo, la nostalgia arrugarme el pecho cuando me alejo de ti y la pequeña sensación de que sigues ahí, cuando te has ido. Todas esas cosas tendrían que ser ignoradas por la ciencia, tiradas a la papelera. Y lo son. Pero como todo en esta vida, aquello que menos ves, que viene de puntillas, es lo más real que te puedes encontrar mientras caminas. Y caminamos a ciegas, hacia el mañana. ¿Dónde está la ciencia para hablarnos del futuro, de la existencia relativa de un tiempo que nos empuja sin apuro? 

La ciencia odia la inercia, lo subjetivo. Y yo odio lo materialmente rígido y cuadriculado. Siento ese magnetismo cuando pasas por mi lado, y eso no lo explica ninguna ciencia. Siento la electricidad en mi mano cuando la rozas, ese calambre en la espinilla, ese nudo que sube a hurtadillas en mi garganta de piel de gallina. 

No creo en la ciencia ni en los microscopios. Sé que existe algo microscópico, algo pequeño. Sé que todos venimos de algo más enano, de tiempos más lejanos. Dicen que hubo un Big Bang que puso en marcha todo lo posible, y yo creo que un Tic Tac es lo que pone en marcha ahora todo lo que vives. 

No creo en la ciencia porque no creo en las mentiras. Y sé que miente. Yo creo que tenemos un lazo que nos llega del vientre a la mano y nos hace enamorarnos, y la ciencia dice que eso es inventado. Quizás yo no usé ratones experimentados, ni mezclé pociones para lograrlo, pero sé que existe; lo noto en mi mano.

No creo en la ciencia, pero creo a ciencia exacta que la vida depende de más cosas. Sé que lo que existe, no tiene porque verse. Sé que lo posible no tiene que obedecer leyes, no tiene que estar marcado por hombres que creen ser más listos y fuertes haciéndonos creer que lo comprobado es lo que realmente ha pasado. Creo en mis ciencias, en mis análisis improvisados. Creo en tus piernas y en lo que sientes cuando el cerebro se siente apagado. Creo en los sueños más que en lo llegado. Porque si la vida solamente fuera lo que dicen los números, las lenguas y las vísceras se hubieran caducado. 


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