sábado, 2 de enero de 2016

Feliz Navidad aunque sin introducción


Hay gente que no cree en la magia de la navidad. Gente que piensa que las estrellas que se cuelgan en lo alto del árbol son simples accesorios para hacer más lujosos los adornos, los gastos, los hogares. Gente que cree que pedir regalos es una simple excusa comercial para ganar más y más, para gastar sin parar. Gente que incluso deja de creer en las casualidades o milagros que se cumplen durante esos días, que ve pasar diciembre sin la ilusión de un niño el día de reyes o de un adulto cuando su número es el premiado. Gente que cierra los ojos delante de lo evidente, que tacha de imprudente cuando alguien consigue sorprenderle. Gente que esconde las alas para que nadie le vea soñar, imaginar, creer. Gente sin sueños, sin ilusiones, sin tiempo para ver lo que se acerca en el trineo. Gente muy diferente a mí.
Hace años me di cuenta que la magia de la Navidad no se encuentra en los turrones, en las gambas, ni en las noches sin dormir; sino en la gente que te elige para reunirse contigo durante esas fechas, que te sorprende con un detalle, con un beso, con un abrazo. Sorpresas que aunque no sean golosinas pueden ser las más dulces del mundo y hacerte volar entre las nubes, rascar el cielo y coger las estrellas para llevarlas hasta la copa de los abetos. Es posible que hayan algunas mejores que otras, como todo en esta vida… Quizás incluso algunas no nos gusten o nos hagan llorar, pero siempre hay que creer en la otra cara de la luna y en su poder de convicción para hacernos creer de nuevo. 
¿Sabéis una cosa más, renacidos? Hay muchas cosas que me hacen dudar, cosas que me mantienen al filo del hilo invisible de la confusión o me obligan a decidir entre seguir adelante o retroceder. Dudo bastante a menudo, pero si hay algo de lo que estoy segurísima es que por muy buenas que puedan llegar a ser las demás, no cambiaría por nada en el mundo mi colección de sorpresas. No cambiaría esas mañanas cerca del calor de la chimenea con el aire frío colándose entre mis prendas; esas tardes paseando abrazados debajo del cielo azul, un cielo que nos confunde las ideas, que paraliza el tiempo, que nos enamora; esas noches entre risas y recuerdos que se grabarán a fuego en nuestros corazones. Ni mucho menos esos regalos inesperados y tan personales, esas sonrisas entre cosquilleos y esas tristes despedidas. Y aunque parezca raro, tampoco cambiaría esas peleítas que surgieron, esos enfados con resaca de dolor, ni esos reproches entre tachones. No los cambiaría por nada. ¿Y sabéis por qué? porque descubrí que con ellos ya me tocó la lotería hace demasiado tiempo y mi billete no venía con ningún número que no fuese el paso de los días, de las noches, del tiempo que no avisa y corre delante de nuestra vida. 


Solamente me queda decir: feliz navidad, renacidos. Jamás dejéis de creer en la magia que cubre de nieve el desierto, porque los milagros son una moneda de doble cara en la cual a veces te hace cómplice y en otra dueña del milagro.


Firmado- Una loca de la Navidad.




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