sábado, 16 de enero de 2016

El infinito vacío

Buenos días, renacidos. ¿Nunca habéis pensado en la cantidad de sitios que habéis visitado y que todavía os queda por visitar? ¿Y en la cantidad de todos aquellos pueblos o rincones escondidos que nunca visitaréis? ¿O en ese lugar que quizás halléis aquello que tanto buscabais o esperabais? Es emocionante pensar en la cantidad y multitud de lugares existentes que enlazan todo. En esos hilos que nos atan unos a otros, que nos acercan manteniéndonos alejados. Es increíble y excitante. 
Pues bien, en parte, por este camino deriva mi nueva entrada, renacidos. El infinito vacío no es más que un lugar que nadie puede ver pero que mucha gente siente constantemente. El infinito vacío es todo y nada, agitación y calma, esperanza y resignación. Con esta entrada os traigo unas composiciones de Chopin, un genio que siempre permanecerá en la música y en nuestras vidas. También, para no dejar de lado al hombre más increíble que puede haber existido en este mundo, os traigo una imagen del fantástico artista Vicent Van Gogh. En esta, podemos conseguir sensaciones y emociones que agitan nuestras expresiones por completo. Dudo que nadie pueda ponerle nunca, nombre a estas ilusiones que consigue Van Gogh con su pincel...
Renacidos, espero que os guste y paséis feliz sábado. 

¡Nos escribimos y sentimos!

https://www.youtube.com/watch?v=oy6NvWeVruY





Era el infinito vacío. Un lugar apartado del silencio, del ruido, de las prisas, de la calma. Un lugar deshabitado por todos los habitantes que lo frecuentaban, por todos los pasajeros que repostaban en el caos de aquel individuo, de aquella cosa, de aquella limpia mancha en el mundo. Era un margen, dos capítulos, un punto y final. Una estancia que hacia que tu vida dejase de emitir momentos, experiencias, deseos. Una estancia que se alimentaba de su inexistencia, que disfrutaba de que nadie conociese su presencia, de que pocos lo visitasen. En él solamente se quedaban los susurros, permanecían las huellas que impregnaban el recinto y se depositaban los insultos que pintaban su fachada. Era el infinito vacío, el pecado que no tenía víctimas, pecadores, ni asesinos. Conocía los colores pero no se decantaba por ninguno. Él era blanco, era rojo, era negro. Era un color nuevo que se alimentaba de las creencias de los hombres, del miedo de los animales, de la seguridad de las mujeres. Era un todo en la nada, un nada de su todo. No rompía, rompe, ni romperá ningún plato, porque él, ella o ello es discreto, aparece en las sombras, en la luz, en la rendija de tus ideas. Siempre ha sido nunca y quien lo conoce dice que nunca es siempre. Confunde su sola presencia, desconcierta su simple mirada. Juega con cartas invisibles, presas de tus horrores, de tus inseguridades, de tus dudas. Aparece cuando no lo esperas y desaparece cuando lo quieres cerca. Era y es el infinito vacío. Cobra en desilusiones, desesperanzas y falsos errores. Sueña con atrapar deudores, estafadores y corruptos delincuentes. Pero siempre consigue a los mismos miserables, a los que ofrecen su vida sin reparar en facturas, en desiertos, en muertes. Pero siempre vende a los mismos pobres, a los que reciben su muerte sin reparar en fracturas, en bosques, en vidas. Existe porque le hacemos existir. A causa de nuestros miedos, de nuestros errores, de nuestros gusanos que nunca se volverán mariposas, elefantes, ni voladores. Se llama infinito vacío y aguarda en nuestros corazones hasta el momento de saltar a la arena, para luchar por lo poco que todavía nos queda.

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