viernes, 8 de enero de 2016

Vuelves

Buenas tardes, renacidos. Necesito volver a escribir, volver a plasmar mis ideas, mis sueños, mis emociones en este blog. Necesito saber que me seguís leyendo, que algunos me comprenden o que piensan diferente a mí. Vuelvo porque necesitaba tanto renacer entre las palabras, pensar que quizás alguien necesitaba también hacerlo y soñar que algún día sea una necesidad universal. 
Antes de nada más os tengo que decir feliz año nuevo porque antes no he podido hacerlo. Sé que es algo tarde, pero que se le va hacer... 
¡Renacidos, llevamos 1435 visitas! y esto solamente puede seguir creciendo y creciendo como lo hacen mis sueños por cada vez que la visitáis. Muchas gracias por ayudarme a cumplir mis deseos, por ser esa estrella fugaz a la que una vez pedí conseguirlo. Gracias, renacidos.
Mi entrada, mi segunda entrada de este año se titula Vuelves. Es otra entrada de carácter poético con la que intento plasmar las sensaciones del amor de forma positiva - algo extraño en mí, ya lo sé, pero no soy una persona negativa y de vez en cuando me gusta mostrar el lado claro de la luna -. Bueno, para no perder mucho tiempo más en la intro y así podáis explayaros con la entrada os explicaré que el enlace que adjunto hoy es de una composición de Beethoven titulada Moonlight, una canción que seguramente conozcáis y os agrade. La imagen corresponde a un dibujo de la fantástica artista Paula Bonet y pertenece a uno de sus libros titulado: The End. 
Bueno renacidos, espero que os guste y paséis un feliz viernes - el segundo viernes de 2016 -. 

https://www.youtube.com/watch?v=oKPhGHAdqk0




Vuelves como lo hace el febrero entre los árboles, aullando al frío que congela sus ramas y paraliza el verde paisaje. Como los sueños que se repiten intentando ser cumplidos, no ser soñados sino realizados. Como las estrellas fugaces que caen lentamente con prisa, siguiendo a la brisa que paraliza el cielo, el firmamento, el efímero universo. Como la puerta que se abre esperando a ser cerrada, o que se cierra para que alguien pueda volver a abrirla. Como la piedra que baja por el arroyo y se queda paralizada de asombro al ver tanta belleza, tanta luz y nobleza. Como las pulseras que caen de tu muñeca y desaparecen en la oscura niebla, que absorbe la esplendida y espesa niebla.

Tú vuelves, como las ideas que se pierden en la mente, que buscan parajes escondidos donde permanecer todo el invierno y salen espantadas al derretirse con el calor de tus besos. Como el tiempo que vuelve de las doce a la una y de la una a las doce constantemente, que busca un sentido al sinsentido que creamos con efecto confuso, que busca un paralelismo entre los días y una diferencia entre las horas. Como las películas en la taquilla que entre palomitas y palomitas ven pasear a amantes, testarudos, dibujantes. Como las fiestas en las que alguien se pierde, otro se enamora y a un último traicionan. Como las velas que se apagan con el viento o el viento que se apaga con tu sonrisa. Como las amapolas que son arrastradas hacia la eternidad más cercana a la muerte o las margaritas que jamás conocerán el sentido de dichas palabras tan fuertes. Como los trenes que no encuentran su estación o las estaciones que pierden a sus trenes. Como los romances en verano, que son tan cortos como largos.

Vuelves como el gusano que se muerde la cola y se rompe sin querer queriendo en mil pedazos, que busca entre sus actos el error más grande que puede cometer un humano. Como las largas tardes agonizando en el banco, esperando tu llamada, tus respuestas, tu llegada. Como las cartas sin remitente que esperan a la persona correspondiente de tanta atención, emoción, que lleva consigo un sinfín de sensación a caramelo, a avellana, a olor a playa. Como el marcapasos que dejó de funcionar y se pierde en el umbral de las caricias, de las sonrisas, de las medicinas que eran tus palabras, que eran como estatuas inhumanas. Como los otoños entre murmuros, susurros que se lleva el tiempo y que barre las hojas que se precipitan al abismo de tus manos. Como el pegamento que nunca pegó pero que siempre sirvió de pisapapeles de marcador de tu corazón. Como la campanita que indicaba tu presencia, que me tintineaba el alma y me hacía pensar en cuan pequeña era nuestra leyenda, nuestro para siempre con sabor a miel, nuestra efervescencia convertida en falsas apariencias.

Vuelves como las faltas ortográficas que pinté sobre tu piel, como las sandalias que se pierden en el jardín de tus abrazos, como las palabras que sacudía la manta donde permanecimos siete primaveras. Vuelves y te llevas todo, dejando nada, pensando en poco y queriendo demasiada calma. Vuelves y paralizas las hazañas, las ideas, las habilidades que nos llevaron a volver a querernos, a volver a odiarnos, y a volver a pensar que nos odiábamos sin dejar de querernos. Vuelves y me haces reflexionar sobre si el volver significa haberse ido y arrepentido o haber permanecido invisible a nuestras miradas y oído.

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