miércoles, 9 de septiembre de 2015

Los dos esclavos



Buenos días. Esta entrada es una llamada al vacío infinito del arte. Es una nueva innovación que tenía muchas ganas de incluir en el blog, ya que en mi vida, el arte y la palabra así como la música, retratan mi forma de pensar, de creer y de vivir. El hecho de haber escogido esta pintura se debe exclusivamente a la simpleza de los colores pero al gran impacto que produce en mí dicho cuadro. Los trazados blancos a contraste con los negros me transmiten la más cruel realidad de las diferencias que nos unen y nos separan. El anonimato de ambas figuras, ocultas por la posición de sus cuerpos no pasan desapercibidas en la trasmisión de crueldad que tiene el dibujo. Desconozco, por otro lado, el autor pero me fascina las sensaciones que transmite en él. A continuación dejaré mi interpretación de este maravilloso y apasionante dibujo, y con él me gustaría apreciar el hecho de haber visualizado y escrito sobre él con la ayuda de una composición, también clásica, llamada Requiem de Antonín Dvorák. Os dejo el enlace de la composición por si la queréis oír, pero advierto que es bastante larga :) Gracias y feliz miércoles. 

https://www.youtube.com/watch?v=aPxHEN9lXCU


Dos almas conectadas desde su nacimiento pero apartadas por la crueldad del destino. Uno moraba entre la luz, acompañado por los rayos del sol, la claridad de los días y la luminosidad de los campos de trigo. Otro trabajaba entre la oscuridad, acompañado por el más profundo y asfixiante negror. Ambas vagaban entre la incertidumbre de los años, entre la miseria del mundo, entre el dolor del arrebato prematuro. Por tanto, mientras uno sudaba en medio del día, el otro lo hacía en medio de la noche. Ninguno era capaz de pronunciar palabra, pues el destino no solamente les separó creando por ello una herida incurable, sino que les privó del sencillo hecho de hablar. Cada cual en su mundo trabajaba en mitad del silencio, del dolor y del cansancio. Las horas pasaban sin cesar para ambos y nadie era capaz de detenerlas. Ni el que vivía en la luz, ni el que lo hacía en la oscuridad. Ambas almas se acompañan únicamente con el sonido que proyectaba el aire contra las copas de los árboles o con el sonido que hacía el trigo al ser cortado. Eran sonidos paralizantes que les hacía distraer la mente en medio de tanta crueldad. Sus fuertes brazos, horas tras horas, aprendían nuevas técnicas para cortar el trigo, para recoger verdes manzanas de los árboles, para intentar sonreír. De nada les servía. El destino les había privado de tantas cosas que eran incapaces de ser feliz, de reír. Pero tampoco podían llorar. La vida no les permitió tener ese don. Su sufrimiento lo llevaban por dentro y lo reflejaban con las duras tareas y los humillantes trabajos inacabables. Tenían ingenio pero nadie les dejaba utilizarlo. Simplemente trabajaban y trabajaban.  Esperaban que algún día la cosa cambiase, esperaban que el mundo les permitiese ser libres. No imaginaban que cuando el destino adjudica papeles estos son imposibles de borrar. Eran  tan fuertes o más que las cadenas que les separaban, que las cadenas que separan a los dos individuos, a los dos presos de la luz y de la noche. Estaban condenados a vivir en medio del sufrimiento inexpresable y de la soledad inexorable. Nada cambiaría para ellos, y quizás, solamente, la muerte les condujese a aquel lugar que nunca pudieron pisar en vida. Quizás, en medio de la más oscura eternidad, pudiesen ser libres y hacerlo juntos. Quizás... Y digo quizás porque ninguno de los dos fue capaz de cortar aquella cuerda que les alejaba de la vida, que les inyectaba hacia la muerte. Ambos continuaron maldiciendo su destino, lastimando su existencia, pero sin dejar de trabajar y vivir. Y es que quizás, el terrible desconocimiento del futuro sea el causante de no tomar las decisiones precipitadas o meditadas. La costumbre, aunque sea cruel y despiadada siempre será mejor que la incertidumbre. 




No hay comentarios:

Publicar un comentario