14 de septiembre. Casi parece que con pronunciar la fecha se pueda oír el aleteo suave de las mariposas iniciando su viaje hacia la celebración. Las mariposas son seres increíbles, ¿no creéis? Nacen lentamente arrastrándose por el mundo, viviendo y experimentando, en cierto modo, la crueldad de vivir en el suelo, arrastradas. Al largo de sus vidas sortean peligros inexplicables bajo la piel sedosa propia de las orugas. El paso de los días parece diferente desde ahí abajo, arrastrándose, aprendiendo a vivir, mejorando. Cuando llega el fantástico momento de toda oruga, cuando por fin dejan esa piel para entrar en una esponjosa y única crisálida, el mundo ya ha cambiado demasiado para ellas. Saben cómo es todo desde abajo. Han aprendido a sobrevivir, a querer aquello que les ha sido entregado, a amar. Piensan en ello pero ni se imaginan como será la vida que les espera allí arriba, entre las nubes, volando. Cerrando sus pequeños ojos dentro de la crisálida se dejan llevar por la imaginación. Casi parece que ya puedan volar desde ahí dentro. El maravilloso momento de la ruptura con la crisálida simboliza la ruptura con todo su pasado, con sus crueles días vividos arrastras. Cuando descubren su cuerpo se maravillan de la belleza que desprenden, una belleza que se mantenía oculta bajo la blanda coraza que les protegía mínimamente. Y entonces vuelan. Lo hacen lentamente, extendiendo sus alas. Parece que sigan soñando cuando por fin, sienten aquello que imaginaban dentro de la crisálida. Todo lo que deseaban desde el suelo se ha cumplido en el cielo.
Pero hay muchas orugas que no se pueden hacer mariposa. Solamente
aquellas realmente especiales experimentan el vuelo entre sus alas, el aire
entre sus patas, la luz contra su pecho. No todas pueden conseguirlo. Es ley,
es naturaleza, es la vida. ¿Y sabéis una
cosa? Yo conozco a una bella mariposa y tengo la suerte de hacerlo y de no
dejar de hacerlo cada día de mi vida. Tiene unas pequeñas alas que le permiten
soñar despierta y abrazar. Abrazar muy fuerte. Son unas alas tersas, discretas
y luminosas que jamás se podrán repetir. ¿Y sabéis algo más? también tiene un
don. Ella es la única mariposa que cuando sonríe hace no solamente que vuele
ella, sino que todos lo hagamos. Quizás esa sea la egoísta razón de que me
guste tanto su sonrisa, porque me hace volar. Con su don, también hace posible
que aquellas orugas que entristecidas y decepcionadas de su suerte caminan
sobre la arena, puedan volar. Ella consigue esperanza cuando ya no hay. Ella
consigue iluminar un día bañado en la más afilada y cruel lluvia. Ella lo es
todo en este mundo.
Mamá, gracias por ser como eres y por conseguir que seamos
tal como somos. Gracias a ti, a tu comprensión, a tu ayuda en aquellos momentos
en los que es inevitable sentirse como una oruga, nos haces entrar en esa
preciosa crisálida que forman tus palabras, tus abrazos, tu cariño. Nunca
tendré suficiente papel o palabras para describir todo lo que te quiero, todo
lo que te necesito, todo lo que eres en mi vida, en nuestras vidas. Con los
días, con el paso del tiempo comprendes lo inútil que es buscar la felicidad
porque no hace falta mirar más lejos para encontrarla. Gracias a cómo eres he convivido
con la felicidad toda mi vida y me niego a jamás salir de ella. Contigo nunca
necesitaré volar para poder sentir lo que significa vivir entre las nubes. Te
queremos porque eres nuestra mariposa, porque brillas más que nada en este
mundo, porque sonríes y haces que desaparezcan todas las orugas entristecidas
del universo. No me cansaré nunca de abrazarte, de esperar esas tardes riendo o
llorando con películas, de compartir canciones, libros y experiencias contigo. Nos
une algo más que sangre, desde siempre y para siempre. Espero e intentaré que
este día sea inolvidable del mismo modo que cada día a tu lado lo es para mí. Como diría tu Manuel Carrasco, es infinito lo que me das. Nunca olvides que sin ti nuestras alas nunca existirían.
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