viernes, 18 de septiembre de 2015

Recuerdos mirados desde el presente


Buenas tardes. Hoy es dieciocho de septiembre y para muchas personas es un día especial. Por una parte, hoy es el día internacional del Alzheimer. Esta dura y cruel enfermedad quema aquellos momentos con los que ahora mismo se teje tu vida, tu personalidad, tu nombre. Se sabe que jamás se convertirán en polvo, pues las cenizas permanecerán en la tierra haciendo que renazcan cada vez que alguien lo nombre. No obstante, el olvido aunque sea algo que todos en algún momento hayamos pedido, es algo horrible que jamás nadie desearía. No creo que haya en el mundo algo más personal e importante que los recuerdos. Con ellos creamos una opinión, unas experiencias, un cariño hacia las personas. El no poder recuperarlos es como negarte a tener nombre, identidad, vida. Olvidar debería de estar prohibido. Debería ser una pequeña y desierta carretera con la señal de prohibido la circulación de todo objeto, substancia o ser que exista. Y a partir de ellos justamente, a partir de los recuerdos, se construye esta entrada basada en una mirada hacia el pasado. Sé que es un tema muy repetitivo e incluso sé que en mi blog será un tema de debate que recordaré varias veces, pero supongo que mi obsesión por ellos es algo demasiado fuerte como para apartarlo cuando escribo. Me gusta ser sincera y escribir aquello que deseo, aquello que me mantiene intranquila. Por ello, si por alguna razón no os sentís identificados con la recerca del pasado o la necesidad de revivirlo a menudo, podéis omitir esta entrada, ya que se tratara sobre mis propios recuerdos y como ellos afectan en cierto modo mi día a día. Sé que es complicado sentirse identificado con recuerdos ajenos, pero necesito escribir algo relacionado con lo que siento en este momento y aunque no sea muy interesante para vosotros, para mí es primordial. Bueno, sin ir más allá os dejo con mi entrada nacida a raíz de una fecha, la fecha de hoy, y bautizada por todos y cada uno de los recuerdos que se construyen sobre ella. Feliz viernes.

https://www.youtube.com/watch?v=XsTjI75uEUQ

 Miro hacia atrás dejando que mis ojos encuentren el final del túnel oscuro. En la estación continúa pasando más y más gente. Son personas apartadas de mi realidad pero muy cercanas a ella. Pasajeros en aquella estación y pasajeros en mi propia estación conocida como "la vida". Mis pensamientos viajan hacia atrás mientras aquel tren lo hace hacia delante. La vía de mis recuerdos es mucho más curvada que por la que se mueve aquel tren. Pienso en hace unos unos años atrás, en cómo vivía aquel día con mucha ilusión y con una amplia sonrisa. Eran bonitos momentos. No hace tanto de ellos pero me resulta imposible repetirlos. Este día, lo celebré exactamente dos años. Sí, solamente dos años duró la celebración de este día, de este dieciocho de septiembre. Después las cosa fueron cambiando. Hoy pese a que de otra forma, también lo hago. Lo hago mirando al pasado, recordando por ejemplo la vez que lo celebré en verano, adelantando acontecimientos, días y momentos. Lo decidimos de aquella forma para hacerlo juntos. Antes nos gustaba mucho hacer todo juntos. Éramos un bonito grupo formado por el líder, el gracioso, el callado, el ocupado, el futbolista, el ligón, el soso, el perdido, la rubia y la morena. Eso éramos, diez jóvenes. Estábamos locos y desde mi punto de vista jamás lo dejaremos de estar. Nos conocíamos de hacía pocos veranos, cuando alguien que siempre formará parte de mi camino, nos presentó. Recuerdo aquellos días con un nudo en la garganta. Al principio todo era silencio por parte de las única chicas del grupo. Por suerte aquel vacío no duró más de un verano. Debido a la distancia nos veíamos en pocas ocasiones, pero todas y cada una de ellas eran intensas, especiales, inolvidables. Siempre acababan en lágrimas que bañaban las despedidas con abrazos. Dentro de aquel pequeño grupo habíamos creado otro mundo. Las fotografías siempre me llevarán la razón sobre ello, sobre el vínculo que formábamos aunque los integrantes ya no lo crean. Las sonrisas, las locuras y las tonterías invadían cada espacio, cada punto y aparte que nos unía en aquel texto inacabable que día a día íbamos escribiendo. Juntos vivimos el frenesí de la juventud, las sorpresas propias de las navidades, y la tranquilidad de las tardes de domingo. Bromeábamos, nos enamorábamos, cantábamos, nos dormíamos donde caíamos. Una bicicleta, un seto, un caballo, una yegua, un tobogán y una foto nos facilitaron millones de recuerdos.  El tiempo nos empujaba precipitadamente a desear cada verano con más ansiedad. Con el tiempo las confesiones, los problemas, las dudas y la sinceridad abrió un pequeño hueco en aquel grupo, un hueco por el cual se filtraban algunos recuerdos, varias palabras y la mayoría de las sonrisas. Llegaron las inseguridades, las incomprensiones, las acusaciones. Todo iba de forma lenta pero sin pararse ni un segundo. El tiempo no tomaba ni aire. Algo empezaba a fallar, pero parte del libro escrito nos pedía continuar nuestra redacción; sin comas, sin buscar los puntos. Éramos una línea curva que comparábamos con la de nuestras sonrisas. Ahora miro hacia la vía sin dejar de pensar en qué fallamos. Sé cuales fueron los errores, las incomprensiones, las traiciones. Intentamos muchas veces solucionarlos, volver hacia el inicio, apretar aquel botón que nos manteniese siempre juntos. Pero supongo que cuando agarrados a una cuerda no todos tiramos hacia el mismo lado, siempre vamos cayendo los que la manteníamos.
 De aquellos veranos, de aquel grupo, por muchos problemas que tuviésemos y por los tantos que no resolvimos, siempre recordaré las risas, las fiestas, la magia que desprendían los abrazos. Es absurdo pensar solamente en los malos momentos, en las lluvias infinitas. Hay más momentos buenos que recordar. Por ejemplo, siempre recordaré las películas inacabadas que empezamos, los sustos, las chicas que conocí gracias a ellos, las caídas. Y de la misma manera que no podré olvidar aquellos momentos acompañados de conversaciones en un banco de hierro que botaba al sentarse, o acompañados de un abanico que utilizábamos como arma; tampoco podré olvidar este día. 

Me apetece saltar, tirarme de aquel tren que nunca deja de rodar pero sé que no es la mejor idea. Con las manos cruzadas busco de nuevo mi asiento y me encierro sin quererlo en mi pasado, recordando aquel "nunca nos separaremos" que no se terminó cumpliendo.

 Solamente me queda decir: Felicidades persona especial que ya son diecinueve. Gracias por haberme permitido conocerles y conocerte, y aunque ya no nos una aquello que pensábamos que jamás se rompería, los recuerdos me atan fuertemente a tu vida. Sé que las cosas han cambiado demasiado, más de lo que necesitaba y quería. Puede que incluso más de lo que necesitabas y querías tú. Hace mucho que ya no somos ese grupo, aunque para mí jamás dejaréis de ser aquellos que fuisteis en su día: las mejores personas que he conocido y con las que he compartido no sólo veranos sino toda una vida. Me habéis hecho conocer a mí verano moral y dudo que jamás desaparezca, igual que todas y cada unas de las fotos que decoran no sólo mi habitación, sino mi corazón y mis sueños. Solamente puedo decir gracias y esperar que todos los que leáis esta entrada hayáis tenido un grupo de esta manera. Sé que es complicado pero me gustaría pediros que si es así, si lo tenéis o lo tuvisteis, luchéis por él. En tu vida vivirás un desfile de personas que  pasarán por ella. Algunos se pararan a saludarte, otros a hablarte, pocos a escucharte y menos aún a conocerte. Un pequeño por ciento de ellos, un minúsculo por ciento de este total, se quedarán para siempre a tu lado. Tú decides si deseas que se encuentren en forma de borrosos recuerdos o al otro lado de la puerta.

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