martes, 15 de septiembre de 2015

No a la tradición que traiciona la vida.



Buenos días si después de lo visto se puede calificar este martes quince de septiembre como buenos días. Sinceramente, no creo que haya una impotencia más grande que levantarte con la ilusión de un nuevo día y encontrar la sangre y la barbarie retransmitida por televisión. Para comenzar esta entrada me gustaría primero de todo explicar a que se debe esta foto y no otra. Como bien sabéis, hoy se ha cumplido aquello que tantos y tantas hemos luchado por destruir. El Toro de la Vega es una tradición, nombrado de esta forma cruel y despiadada por aquellos que lo defienden, que tiene como año de referencia el 1534 y se lleva a cabo en Tordesillas. Esta "tradición" que es de "origen medieval" lo cual ya nos puede dar una pista de quienes fueron y cómo aquellas personas que empezaron con esta crueldad, consiste en la persecución hasta la muerte de un toro. Para hablar de ello podría haber colocado una fotografía que reflejase aquello que pienso transmitir y hacer renacer con las palabras, pero creo que las imágenes duras se pueden encontrar mucho más rápido que aquellas que demuestren esperanza. Por ello, la fotografía que he escogido se trata de un criador de toros y el toro sometido a la cruel tortura. En ella se puede observar un animal tranquilo al lado de su dueño, el hombre que le ha enseñado a amar la vida, que le ha alimentado y que pronto va a tener que ver como su toro, aquel animal de ojos grandes, es maltratado hasta la muerte por personas desconocidas. Esta tradición como lo son todas las taurinas aunque está tenga un grado de violencia más elevado demuestra día a día la involución en una sociedad tachada de moderna, de pacífica, de justa. A cada hora mueren miles de animales, pero solamente el ser humano puede decidir de qué manera. Unos lo hacen en un matadero, otros en un bosque y hay algunos que mueren en una plaza rodeada y frecuentada por millones de personas. Ver como cada año las plazas se llenan casi al instante de iniciar las ventas de entradas me llena de rabia e impotencia. No comprendo a aquella persona que según ellos "con gran valor", según mi opinión "con gran cobardía", es capaz de colocarse delante de un indefenso y pacífico animal, y con gran crueldad e incomprensión comienza a asesinarlo. Explicadme dónde queda la modernidad, la paz o la justícia. Explicadme dónde se ha quedado la igualdad de condiciones cuando una persona agrade a un toro con una afilada lanza y a veces hasta montado en caballos. Escuchando y leyendo los comentarios sobre el Toro de la Vega, he visto a personas que han sido capaces con toda serenidad y sinceridad de decir que aquello no es un maltrato, que ellos están en contra del maltrato. ¿Puede haber más incultura en este país? Nadie debería decir que la muerte hacia un ser es cultura, tradición. Y bueno, después de esta introducción me gustaría incluir unas palabras más vinculadas hacia el toro. Sus pensamientos aunque jamás puedan ser oídos, merecen ser entendidos.


"Salgo lentamente, tropezando débilmente con algunas piedras que se cruzan en mi camino. Hay mucha calma, demasiada calma. Noto mis piernas temblar levemente, pero debo ser valiente. Mientras camino por el silencio recuerdo los comentarios que oí hace tiempo y me incomoda. Tengo miedo, pero no lo puedo demostrar. Lentamente sigo caminando. Sé que algo malo se acerca pero no hay otro remedio que enfrentarlo. Pienso en la hierba, en la verde y fresca hierba que me podría arropar en este momento. Imagino un lugar donde pudiese correr, soñar e incluso, ya que todo esto es imposible, volar. Entre pasos lentos continuó mi camino. Han pasado tan pocas cosas en mi vida que sé que esto es lo más importante y lo último que haré. Nada ha sido decisión mía, nada lo elegí yo. Si alguien me escuchase me haría oír. Pediría comprensión, pediría empatía. Pero nadie me oye. Comienzo a percibir a gente. Gritan mi nombre: Rompesuelas. Sé que me observan y que esperan que llegue al final, pero tengo miedo, mucho miedo. Cuando acabe mi recorrido sé que habrá finalizado mi recorrido para siempre. Es el fin. Solamente tengo seis años pero han decidido que por mi peso valgo para ello. Pero no es verdad, todavía me siento como un niño. Mis patas tiemblan sobre el suelo. No puedo demostrar miedo. Debo ser un animal poderoso que imponga respeto. Se va acercando mi momento porque veo la plaza. Me la imaginaba más grande, menos fría, menos silenciosa. Comienza a llegar gente, montada en caballos, armados con lanzas. Los afilados instrumentos reflejan el horror de mis ojos. Tengo miedo, más que nunca. Me debo defender y lo hago cuando se acercan hacia mí corriendo, armados con aquellas pistolas en forma de lanzas. Cuando me atraviesa la primera sé que nunca ganaré, que mi suerte ya está echada. Mi corazón siempre lo supo pero mi mente se negaba a creerlo. Entra más y más gente. Con algunos pocos soy capaz de defenderme, pero son demasiados. Por dentro me deshago cuando alguien cae por mi culpa. Sé que son mis enemigos, pero yo no decidí que lo fueran. Las lanzas me atraviesan con sed de venganza. La sangre empieza a teñir el suelo por el que me muevo. Mis patas se manchan de ella. Es espesa y parece que grite. También gritan personas que felicitan a mis asesinos. Debo comprender todo esto, pero no puedo porque sé que simboliza mi muerte, mi fin. También simboliza la tradición, la cultura como me han enseñado desde pequeño, pero no puedo evitar llorar. Lloro por dentro, lloro por fuera. Por la injusticia que agrede mi cuerpo. Yo no quería ser un toro, yo solamente quería ser feliz. Necesitaba libertad y pensaba que la tenía. Ahora veo que nunca fui yo, siempre fui aquello. De nada me sirve correr y defenderme. Son más que yo, tienen más apoyo que yo, tienen más entrenamiento que yo. Tachan mis cuernos de defensa natural y yo no sé como nombrar a sus lanzas que sin cuidado van traspasando mi piel. La sangre ya parece que tiña mi piel. No sé cual era mi color, pero ahora es rojo, como el manto que utilizan para conseguir aquel paso increíble que muchos ancianos repiten. Es arte y contra eso nunca podré luchar porque no puedo hablar. Solamente pienso mientras mis fuerzas se van apagando y voy cayendo. Sudor baña la frente de los héroes de todo un país. Ellos han acabado con la bestia, han defendido a un pueblo, pero yo no quería ser un monstruo, yo no quería ser un toro. Me bastaba con ser una paloma. Sí, ser una paloma. Volar, ser libre durante sus cortas vidas. Jamás, si pudiese haber elegido, escogería ser un toro, encontrarme tirado en esta plaza. La sangre no solamente baña mi piel, sino el suelo y este martes quince de septiembre que ha acabado con mi vida. Siempre odiaré el martes, siempre escupiré contra septiembre. Mi muerte nunca conducirá a nada. No levantará justicia, empatia, clemencia. Seré un toro más que no quería ser un toro. Y mientras mis ojos, mis grandes ojos como decía aquel dueño que no me quería dejar ir, se van cerrando, una niña se acerca. Yo adoraba los niños. Y me hubiese gustado sentir sus manitas acariciar mi piel por última vez, pero su padre, antes de que la niña se acercara a tocarme, a sentirme, pidió una foto. Aquella agonizante fotografía jamás la olvidaría porque mientras yo lloraba, el padre hacía saltar a la niña entre alegría. Nunca sabré si a ella le gustaba aquello, si ella me comprendía. Nunca lo sabré porque el padre ya había decidido que su pequeña amaría la crueldad de la sangre de un toro. Aquella niña sería taurina."







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