domingo, 1 de noviembre de 2015

Quiero dos o tres eternidades juntos

Buenas tardes y feliz Halloween. Adoro esta fiesta, quizás porque se mezcla con el cumpleaños de mi gran tesoro o porque se entrelaza con el cine, el dulce, los disfraces y los sustos. Pero sea por lo que sea, las noches de Halloween hacen de la oscuridad un color diferente, lleno de misterio, leyendas y sobresaltos. De pequeña me gustaba pasar estos días viendo películas en las que saliesen calabazas con ojos, asesinatos, esqueletos, brujas. De todos los factores y elementos que hay en Halloween, este último era y es mi favorito: las brujas. Esas mujeres dotadas de poderes que pueden realizar conjuros, que son inteligentes y en mayor parte crueles. Me encantan. No obstante, mi siguiente entrada no habla de ellas sino de los vampiros. Esos seres oscuros que chupan la sangre y que solamente se pueden derrotar con una estaca, con ajo o con luz.  Y aunque al hablar de ellos nadie puede ignorar la Saga Crepusculo, ni siquiera yo con la imagen que he colocado para introducir mi entrada, esta no habla sobre vampiros como Edward (aunque dejo a la imaginación de cada uno este hecho). 
Bueno, como no tengo muchas ganas de enrollarme hoy con la introducción os dejo mi siguiente entrada y os adjunto una canción que es la banda sonora de Leyendas de Pasión, película que he disfrutado hoy por primera vez.  Feliz domingo y Halloween 2015.  

https://www.youtube.com/watch?v=YGSTlm0yEaU




No me conformo con tener solo una vida. Una vida frágil como las alargadas copas que se caen después de un largo brindis. Una vida llena de hojas caídas, de esperanzas rotas, de impedimentos contrastados. Me niego a conformarme con una vida marcada por el compás de las horas que nos acercan al pozo del olvido, al agujero de la oscuridad, a la ruptura de nuestras cadenas. 
No me conformo con tener sólo una vida por delante y no dos o tres eternidades, y en gran parte es por ti, porque estas serían a tu lado, abrigadas sobre tu pecho, sobre tu corazón bombardeado, sin sangre, sin calor, sin vida. Sé que con dos o tres eternidades pasaría muchas tardes agarrada a tus heladas manos, anidada por las ilusiones de un alma vacía, que desapareció mucho antes de que el sol comenzase a caminar por la cuerda de la vida, anidada en tu alma. Viviría millones de mañanas ocultándome de la luz con lágrimas en los ojos por perder la oportunidad de ver amaneceres, de tocar los rayos del sol, de sentir su calidez. Pero me conformaría siempre que me ocultase en el bosque que forma tu cabello despeinado, tus rizos que caen por la cascada de tu blanca y poderosa frente, por tu sonrisa torcida. Estoy segura de que con dos o tres eternidades juntos, pasaríamos las noches admirando las estrellas, dejando que la poca luz que emiten nos llenaran de esplendor las almas inexistentes que nos completan volviéndonos seres incompletos eternamente. Ellas son y seguirán siendo eternidad tras eternidad fugaces y efímeras, diferentes a nosotros. Sé que si lo consiguiese, si rompiese la conformidad y traspasase las barreras que me impiden cumplir mis sueños, las contaríamos, hablaríamos con ellas, les explicaríamos nuestros errores y nuestros temores. Sin olvidarnos de nuestros sueños y nuestras ilusiones; de como las cosas pequeñas a veces son las más grandes y las cosas grandes se pueden volver tan pequeñas. No me conformo con tener sólo una vida y no dos o tres eternidades a tu lado, aunque sepa que en los espejos nunca me reflejaría, nunca me confundiría, siempre serían paredes de lo que fue mi rostro, mi vida, mi despertar. Quizás de aquella manera los prejuicios morirían como lo haría mi vida, siguiendo las pautas que acabaron con la tuya. Quizás, pero lo que sí que sé es que si tuviéramos dos o tres eternidades juntos, aprenderíamos a vernos reflejados en los ojos del otro, empapados por los copos de nieve que forman nuestro calor, nuestra relación, nuestro todo. Huiría de la tenaz madera que impide nuestro amor, que coloca paredes de metal inquebrantables. Huiría de las estacas que se forman tras cada discusión cuando nos odiamos sin dejar de amarnos y que se afilan con los reproches, con los gritos, con las confusiones acercándonos hacia la muerte del acantilado que forma tu espalda. No me conformo con vivir una sola vida y no dos o tres eternidades a tu lado porque implicaría temerte, soñarte y no tenerte. Sé que si siguiese en vida me negaría a beber del espesor amargo y oscuro que se producen en las heridas, que saltaría, trabajaría y moriría sin más, sin pensar, sin dejar de respirar. Sé que plancharía, me peinaría y cantaría notando el bello órgano latir en mi interior, invadiéndome de calor. Pero no me conformo con ello cuando se plantea la posibilidad de vivir en el lado pálido de la vida, en la frialdad del verano, en el helor del silencio que se clava como agudos colmillos sobre una piel blanca y fina. Sé que mi vida estaría oxidada, sé que temblaría cada mañana y que debería matar para permanecer a tu lado. Imagino que dormiríamos en ataúdes separados y que soñaríamos con abrazarnos sin poder evitarlo. La lluvia ya no sería lluvia cuando se deslizase por mi blanca y fría piel; el frío y el calor no existiría, se evaporarían. Sé demasiadas cosas, intuyo otras tantas, pero de todo lo que sospecho solamente tengo clara una cosa: te quiero, y quizás por eso no me conformo a no vivir dos o tres eternidades a tu lado.

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