Me apetecía compartir este hallazgo con vosotros, mis renacidos, quizás porque necesite leerlo para creerlo todavía o quizás porque necesite ver opiniones de otras personas. Aunque sea cual sea la razón, sé que la ilusión que me ha producido reencontrarme con él no se puede comparar con nada. Y ahora, os presento mi nueva entrada. Valorándola, considero que mis pasos van esta vez, un poco más allá desembocando hacia una canción más que un escrito. Sí, lo reconozco, es una entrada extraña, pero me he negado a borrarlo o modificarlo porque he conseguido nuevamente renacer entre los sonidos que producían las palabras, entre los enlaces y relaciones que se establecían. Sólo me queda esperar que os agrade y desearos un feliz viernes, que el Azar o el Destino os acompañe.
https://www.youtube.com/watch?v=VFeRTANr_sw
El Destino siempre nos manejó, nos ató hacia el eterno infinito, hacia las despedidas antes de tiempo, hacia el sol que absorbe el frío, hacia tu cabello ensombrecido. Él nos construyó con los papeles sobrantes de la hoguera, con los clavos ardientes que disparaban sentencias de amores imposibles, de esperanzas truncadas, de hielo en la calzada. Él nos hizo, con sus manos de plata, personas que nunca podrían ser algo más que simples estatuas, firmes piedras de porcelana. Confeccionó nuestra ropa de negativa amenaza, de heridas disecadas, de arañas atacadas por las azadas del tiempo y de su efímero consuelo. Lentamente nos negó las alas, negándonos a la vez el hecho de cumplir sueños de hojalata, de rozar con nuestros dedos el arpa, aquel que hacía sonar la alarma de la ignorancia, del respeto, de la muerte anunciada. Rápidamente nos dejamos seducir por sus consejos y cortejos, por sus arreglos y destrozos, por sus traiciones y sonrojos. Creó para nosotros un mundo paralelo lleno de insonoridad culminante, que sólo alcanzábamos con pasos de gigante y que nos anunciaba lo dicho antes, una muerte triunfante y rebosante de victoria, aunque para nosotros fuese una clara derrota. Éramos sus peones. Nos movía por su pista llamada vida, por su vida que no era más que otra pista de lo que nos deparaba el futuro. Un futuro que prometía como lo hacen las estrellas fugaces antes de su caída. Éramos su poesía. Nos leía cada tarde, cada día, explicándonos como movernos por la vida, las decisiones que tomaría. El Destino nos manipuló, nos hizo creer que las realidades eran sueños y que los sueños dejan de ser ilusiones cuando el corazón se opone. Finalmente nos convertimos en su canción:
Sabíamos que juntos no éramos nada y que nada éramos sin estar juntos. Cruzábamos las puertas que nos impedían cruzar, batíamos las alas que nunca nos llegaron a colocar. Por culpa mía, un día, cruzamos el umbral, descubriendo un paraíso que mucha gente logra pisar, donde la vida se confecciona por el Azar, donde la razón deja de hablar para dar paso a la Casualidad. Ella es una mujer con zapatos de cristal, morena alta y sencilla que nunca ha sabido bailar, pero que se niega a aceptar que algo no sea cosa del Azar. Tanto ella como él juegan a la par, están enamorados de lo que nunca se predirá, de la vida no marcada por su rival sino por las fichas que mueven sin más, sin razón, a veces por error, pero siempre con y desde el corazón.
Nosotros, hijos del Destino y amigos del Azar, comenzamos a pensar en todo lo que conllevaría vivir gracias a la Casualidad. Pensamos en ella muchas noches, mientras la vida seguía su lugar y desde entonces dejamos de soñar, porque creímos que el mejor sueño era vivir y dejarse llevar por la Casualidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario