viernes, 20 de noviembre de 2015

Las dos caras de las decisiones.

Buenos días, antes de nada me gustaría empezar esta entrada preguntándoos algo: ¿Creéis en el Destino o en las casualidades? Es complicado posicionarse en alguna de ambas. El Destino implicaría que todo está predeterminado, todo tiene un orden, un momento, una fecha y un proceso. Nada pasa por algo sino que todo tiene una razón de existir. Las casualidades, en cambio, nos presentan un mundo imperfecto donde las oportunidades y los errores son causas de tus decisiones y no predeterminado por una fuerza superior. Causa y efecto, sería la relación entre ambas. Y bien, os preguntaréis que a qué se debe esto, esta cuestión antes de empezar la entrada. Tiene un porqué. Ayer me topé de frente con una situación que me hizo replantearme estas ideas que nunca antes me habían sido necesarias para explicar y entender los acontecimientos que me trae la vida. Brevemente, como un pequeño matiz, diré que encontré algo que perdí una noche, hace cuatro años, y que ha aparecido cruzando varios caminos y kilómetros. Para ser más claros, lo perdí en un lugar situado a 1070 kilómetros de donde estoy ahora, de donde apareció el objeto ayer a la mañana. Este fenómeno es imposible si nadie lo ha movido de aquel lugar donde se perdió, pero es que, realmente el objeto que apareció ayer no era el mismo, sino que era uno exactamente igual que aquel, pero sin las deformidades creadas por el desgaste y el tiempo. Ahora creeréis que me he vuelto loca porque efectivamente hay millones de objetos iguales en el mundo y no es tan raro que se encuentre uno igual. Bien, lo extraño de todo es que dicho objeto no es común. No se trata de una muñeca copiada millones de veces y distribuida a diferentes lugares, sino que es un objeto que si me apuro a decir, creo que hay menos de diez en todo el mundo, ya que es un objeto poco tradicional y hecho a mano. 
Me apetecía compartir este hallazgo con vosotros, mis renacidos, quizás porque necesite leerlo para creerlo todavía o quizás porque necesite ver opiniones de otras personas. Aunque sea cual sea la razón, sé que la ilusión que me ha producido reencontrarme con él no se puede comparar con nada. Y ahora, os presento mi nueva entrada. Valorándola, considero que mis pasos van esta vez, un poco más allá desembocando hacia una canción más que un escrito. Sí, lo reconozco, es una entrada extraña, pero me he negado a borrarlo o modificarlo porque he conseguido nuevamente renacer entre los sonidos que producían las palabras, entre los enlaces y relaciones que se establecían. Sólo me queda esperar que os agrade y desearos un feliz viernes, que el Azar o el Destino os acompañe. 




https://www.youtube.com/watch?v=VFeRTANr_sw

El Destino siempre nos manejó, nos ató hacia el eterno infinito, hacia las despedidas antes de tiempo, hacia el sol que absorbe el frío, hacia tu cabello ensombrecido. Él nos construyó con los papeles sobrantes de la hoguera, con los clavos ardientes que disparaban sentencias de amores imposibles, de esperanzas truncadas, de hielo en la calzada. Él nos hizo, con sus manos de plata, personas que nunca podrían ser algo más que simples estatuas, firmes piedras de porcelana. Confeccionó nuestra ropa de negativa amenaza, de heridas disecadas, de arañas atacadas por las azadas del tiempo y de su efímero consuelo. Lentamente nos negó las alas, negándonos a la vez el hecho de cumplir sueños de hojalata, de rozar con nuestros dedos el arpa, aquel que hacía sonar la alarma de la ignorancia, del respeto, de la muerte anunciada. Rápidamente nos dejamos seducir por sus consejos y cortejos, por sus arreglos y destrozos, por sus traiciones y sonrojos. Creó para nosotros un mundo paralelo lleno de insonoridad culminante, que sólo alcanzábamos con pasos de gigante y que nos anunciaba lo dicho antes, una muerte triunfante y rebosante de victoria, aunque para nosotros fuese una clara derrota. Éramos sus peones. Nos movía por su pista llamada vida, por su vida que no era más que otra pista de lo que nos deparaba el futuro. Un futuro que prometía como lo hacen las estrellas fugaces antes de su caída. Éramos su poesía. Nos leía cada tarde, cada día, explicándonos como movernos por la vida, las decisiones que tomaría.  El Destino nos manipuló, nos hizo creer que las realidades eran sueños y que los sueños dejan de ser ilusiones cuando el corazón se opone. Finalmente nos convertimos en su canción: 

Sabíamos que juntos no éramos nada y que nada éramos sin estar juntos. Cruzábamos las puertas que nos impedían cruzar, batíamos las alas que nunca nos llegaron a colocar. Por culpa mía, un día, cruzamos el umbral, descubriendo un paraíso que mucha gente logra pisar, donde la vida se confecciona por el Azar, donde la razón deja de hablar para dar paso a la Casualidad. Ella es una mujer con zapatos de cristal, morena alta y sencilla que nunca ha sabido bailar, pero que se niega a aceptar que algo no sea cosa del Azar. Tanto ella como él juegan a la par, están enamorados de lo que nunca se predirá, de la vida no marcada por su rival sino por las fichas que mueven sin más, sin razón, a veces por error, pero siempre con y desde el corazón. 
Nosotros, hijos del Destino y amigos del Azar, comenzamos a pensar en todo lo que conllevaría vivir gracias a la Casualidad. Pensamos en ella muchas noches, mientras la vida seguía su lugar y desde entonces dejamos de soñar, porque creímos que el mejor sueño era vivir y dejarse llevar por la Casualidad.   

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