jueves, 10 de marzo de 2016

La desaparición de Bellaire

Buenos días, renacidos. Hacía tiempo que no publicaba un nuevo cuento, una de esas historias con rimas que en cierto modo me tranquiliza escribir. Sí, me tranquiliza, ¿y sabéis por qué? porque me llevan a ese lugar del que nací. Me llevan a ese lugar donde los cuentos eran eternos y donde la imaginación me hacía volar. Me llevan a la infancia, aunque para mí, los cuentos no son cosa de niños. Los cuentos nos hacen crecer, es verdad; pero también nos hacen entender cosas incomprensibles, nos hacen atender a la posibilidad de que un lobo feroz llame a nuestra puerta. Los cuentos nos enseñan la realidad de aquel país imposible de visitar, nos hacen ver los sueños en un papel plasmado con tinta. Los cuentos son la realidad más ficticia que existe. Ojalá todos hubiésemos nacido pudiendo escuchar cuentos. Pudiéndonos empapar de la vida que transmiten, que nos proporciona. Los cuentos son latidos en nuestro pecho, son palabras marcadas como tatuajes en nuestros brazos. Los cuentos somos tú, él, yo... Todos somos cuentos. Solamente que muchos nos quedan por contar. Este es uno de ellos. Se titula la desaparición de Bellaire y es un cuento. Era obvio después de empezar con esta afirmación en el inicio, pero quería recalcarlo. Con él, he adjuntado una composición de Tchaikovsky sobre el cascanueces, en concreto la "Danza del hada de azúcar". 
Espero que os guste, renacidos. ¡Feliz jueves!

https://www.youtube.com/watch?v=Joj1FpUHVH0




En una oscura mañana, donde no se apreciaba si era luz o alba; donde no se encontraba ni una humilde alma, un grito cayó por la ventana:
-Despertad, oh, despertad, venerados vecinos. Hoy ha ocurrido algo nunca visto. Yo, con mi delantal y mi embutido, busqué la forma de entrar en el pasillo sin despertar a nadie, comiéndome el ruido. Pero cuando subí a la alcoba, algo despertó mis sonidos, pues  Bellaire, hija de mi hijo, había desaparecido sin ningún tipo de aviso.

Los vecinos se asustaron, entró el pánico, en aquel humilde pueblo nunca ocurría nada, nunca nadie había desaparecido. Muchos pensaron en escapar, en llevarse sus vidas y sus recuerdos a otro lugar. Pero aquello no ayudaría a Bellaire, aquello no la traería con vida. Necesitaban un plan, ayudar a aquella mujer que sin poderlo sospechar se había quedado sin su nieta, en un amanecer de cristal. 

-Habrá que buscar ayuda.

-Habrá que gritar.

Los consejos de los vecinos no hacían nada más que alterar a aquella pobre mujer que ya no sabía ni que hacer, ni que pensar.

-Llamaré a la policía. Ellos sabrán que hacer, pues no es la primera vez que a alguien ven desaparecer.

La idea de aquella anciana, la abuela la quiso hacer, buscando el número del policía Harrys que a tantos niños supo traer. Mientras llegaba Harrys, el pueblo empezó a beber, buscando ahogar las penas con el primer café. 
-Buenos días, querido pueblo, buenos días abuela Nancy, no sé que me ha traído hasta aquí ni qué pretenden haciéndome venir, pero les aseguro que todo cuanto este en mi mano les podré servir.

El pueblo empezó a gritar, mezclándose unos con otros, no llegando a ningún lugar. La abuela Nancy gritó una vez más:

-Queridos amigos, gente de bien, dejadme que le cuente al policía Harrys que nos altera y porque hemos dejado nuestro oficio, que tanto nos ayuda, que tanto nos da beneficio.

El ruido cesó, la calma llegó y todos los vecinos escucharon con atención.

-Soy todo oídos-El policía Harrys anunció.

-Verá, buen señor, esta mañana he muerto en mi interior. No es por enfermedad, no es por dolor, es porque mi nieta Bellaire ya no se encuentra en su habitación. Es joven y hermosa, tiene cabellos que le llegan desde la corona que sostiene en su cabellera, hasta el suelo, lo cual parece de princesa, lo cual parece de hielo. Nunca ha estado lejos del pueblo, desconoce que se cierne detrás del bosque de los agujeros. Búsquenla allí, búsquenla aquí, que mi nieta Bellaire se merece vivir.

El llanto de aquella anciana todos lo pudieron oír. Incluso los de más lejos, incluso los de Pekín. La coraza de aquella mujer nadie la supo sostener y sin previo aviso se dejó perder en la tristeza por perder a su nieta, en la pena por no saber que hacer.

-Abuela Nancy, tranquilícese usted. La culpa no es de nadie y mucho menos de tan buena mujer.

-Mentira, la culpa es de quien la hizo desaparecer. Si algún día la o lo encuentra, nosotros le haremos arder-Dijo un hombre levantando el puño hacia el amanecer.

-La justicia no se debe saldar por nuestra cuenta, gran desesperado. La justicia es algo que pocos creen, que algunos sienten, que nadie puede perder. Yo, durante toda mi vida, he luchado por mantener el juicio de esta palabra, la igualdad de cualquier hombre y mujer.

-Venero sus palabras, me agrada su buen ver. Pero todo esto es absurdo, porque por mucho que explique su disgusto por no entender la justicia, mi nieta sigue desaparecida. No pierda más el tiempo y búsquenla para que ningún homicida la pueda encontrar.

-Antes de eso, señora, necesito recapitular. Usted se levantaba temprano para ir a comprar. Cuando llegó con el embutido y supongo, su delantal, usted gritó muy fuerte por el susto de no encontrar a aquella que es su princesa en este amanecer de cristal. ¿Me equivoco o he acertado, pueblo de humildad?

-No se equivoca, así lo viví, así lo he querido contar. Ahora, por favor, no pierda más el tiempo y empiecenla a buscar.

-No tan rápido, señora, antes necesito inspeccionar esa alcoba tan limpia, esa donde su nieta no volvió más.

La anciana se echó a llorar. Estaba muy nerviosa porque todavía no habían empezado a buscar y la vida de aquella joven no es como la de los demás. Su nieta estaba enferma, enferma de verdad. Llevaba días con anemia y necesitaba descansar.
El policía Harrys no se dio prisa en realidad, se hizo un café y se sentó cerca del umbral. Necesitaba calcular, necesitaba imaginar, pero lo que más necesitaba era un café para poderse despertar. Había trabajado hasta muy tarde, no había visto a su mujer e hijos, pero nunca imaginaba que le mantendría sin dormir aquella querida abuela Nancy de la que tanto había podido oír.

-Usted trabajó con mi tía, ¿no es así? usted es buena con casi todos o eso he oído decir. No entiendo como alguien puede haberle atacado de esta manera. Usted ayudó en la mina, usted ayudó con la piedra. 

-Yo tampoco puedo entender como alguien puede querer hacerla desaparecer. Pero sé que Bellaire no escapó al amanecer, a ella la tienen retenida y ella no se podrá mover, porque sino hubiese escapado y ya la tendríamos a nuestro lado.

El llanto volvió a oscurecer a aquella iluminada cara que había visto al policía Harrys crecer. No lo merecía, algo tenían que hacer, pues aquella mujer se había quedado huérfana al nacer y ahora sufría en sus carnes, ver desaparecer a la única criatura que permanecía a su merced.

-La encontraremos, buena mujer.

-Quizás no le quede tiempo, quizás ya no esté. Mi nieta estaba muy enferma y empezaba a palidecer. 

-¿Qué le ocurría a su nieta, qué le podía doler?

-Bellaire tenía anemia y necesitaba beber y comer con cuidado, tener una alimentación que exigía mucho reparo.

-Ahora entiendo su miedo, ahora entiendo su llanto. La preocupación ha oscurecido sus manos. Buscaré a Bellaire aunque sea en primavera o en verano, pero su nieta aparecerá como que el cielo es cielo, y nosotros humanos.

El policía salió escopeteado a buscar a la dulce joven, a ayudar a la buena anciana. Por el camino no encontró nada, solo preguntas del pueblo, solo palabras lejanas. Al cabo de dos horas, nadie sabía nada, pero el policía Harrys atendió a la llamada:

-¿Sí, quién me llama?

-Soy la abuela Nancy, la mujer que vino a visitar hace dos horas pasadas. Quería saber qué saben, quería...

-Aún no se sabe nada.

-¿Nada, nada? ¿Ni siquiera por dónde puede estar atrapada? 

-Señora necesitamos tranquilidad y no atender llamadas. Queremos poner todos nuestros sentidos en buscar a su Bellaire, amada.

-Al menos, díganme cuánto le queda para no morir deshidratada. Recuerden que mi nieta está enferma y necesita cama.

-Lo recuerdo muy bien, anciana. Para saber el tiempo mire el embutido, cuando se haya podrido es que ha pasado mucho tiempo, es que su nieta ya habrá vivido lo suficiente y estará conociendo la muerte.

Las duras palabras del policía pretendían que no se preocupara, pero aquello solo agravaba la tristeza que guardaba su alma. Durante días esperaba noticias, durante meses miraba por la ventana, pero no encontraba más que suciedad amontonada. A veces paseaba, mostrando su tristeza, haciendo lucir su cara blanca. Ya nunca sonreía, ya nunca más cantaba, los pájaros sufrían por ella, los vecinos la animaban.

-Ya queda menos para abrazar a Bellaire, solo es cuestión de tiempo, solo hace falta fe y sueño.

La anciana cada día más se arrugaba, pero por muchos días que pasaban ella siempre cortaba una rodaja más de su embutido. Quizás estaba podrido, pero ella no lo apreciaba. Se tragaba aquella comida creyendo que Bellaire algún día aparecería. Al poco tiempo, la anciana muerta aparecería. Abrazada a la única esperanza de ver a su nieta con vida, muriendo con el salchichón entre sus mejillas. Sabiendo, que ahora sí, la desaparición de Bellaire costaría una vida.

No hay comentarios:

Publicar un comentario