miércoles, 30 de marzo de 2016

¡Cuánto hemos cambiado!

Buenos días, renacidos. Tengo poco tiempo así que seré leve. Nunca dejéis que los cambios arruinen tu vida. Muchas veces nos dejamos llevar por el hecho de que las líneas se tuercen. Nos entristecemos cuando no conseguimos exactamente lo que queremos. Nos hundimos por ello. Pero no podemos olvidar que nadie es perfecto y que ninguna relación tiene que serlo. Somos humanos y los humanos son los seres más curvados del planeta. No hay más que ver nuestra columna vertebral que se dice que está recta, pero no es así. 

En fin, de eso trata mi entrada, renacidos. De una pareja que ha cambiado y que lamentablemente ve el final de su historia aunque se amen, porque han cambiado. Pero eso no significa que tenga que ser así. Las cosas cambian y son inevitables.

No tengo más tiempo para seguir hablando así que os paso mi siguiente entrada sin ningún enlace pero con esta bonita imagen.
¡Feliz miércoles!




¡Cuánto hemos cambiado! La tristeza ha devorado nuestras sonrisas eternas, el negro estampado sobre el blanco ha acabado con nuestras manías, con nuestra extraña sabiduría de como querernos un poco menos para amarnos un poco más cada día. Aquella pestaña que siempre colgaba de tus ojos para que pudiera ser soplada, para que pudiera cumplir otra estrella, se ha roto. No sé qué nos obligó a cerrarnos poco a poco, a crear ángulos menos pares, a parar más ángulos que timbales. No sé que terminó por abrirnos del todo, por volvernos inútiles marionetas en un roto escenario donde más de un pie se ha colado, ha bajado hasta el punto de no retorno. 

Aún nos queremos, lo noto. Las lágrimas en las almohadas lo dicen todo cuando intentan callar el alboroto de nuestras almas. Estás cansada y yo estoy roto. Hemos cambiado desde que tomamos aquellas fotos cerca de la playa, cuando aún nos escondíamos de crueles palabras, de miradas que mataban y acusaciones de personas que no eran nada en nuestra batalla. 

Ya no paseamos sobre nubes de algodón, ni perseguimos el cordón rojo que une a dos personas hacia el amor sonrojado y cubierto de amarillo. Ya no soy el vecino que regaba tus flores cuando cantabas en la ducha, cuando decíamos " te quiero como la trucha al trucho". Era absurdo, pero nos hacía gracia. Teníamos la sartén por el mango y aún así nos quemaba. Me encantaba quemarte con mis miradas, dejar en llamas tu alma.

¡Cuánto hemos cambiado! Y quién lo juraría cuando todavía te amaba. No es que ahora no lo haga, es que ahora lo hago diferente. Como pensarte a cada hora, como esperarte en cada boda que no es la tuya, como mirarte cuando miro a la luna. No me llores, preciosa mía, que sé cuánto hemos cambiado, pero también sé que por mucho que cambie la vida, yo te querré a mi lado, llorando en mi almohada, pensando en como dejarlo sin apenas hacer nada y esperando a que algún día vuelvas a quererme como siempre yo querría.

No hay comentarios:

Publicar un comentario